La vida del maestro Alberto Correa Cadavid hace parte de la historia musical de Medellín. Es un hombre pausado en sus movimientos, pero sus pensamientos se convierten en palabras rápidamente, como si supiera con celeridad qué responder a cualquier pregunta.
La batuta emérita de Medellín cumple 80 años de vida y música. El fundador de la Orquesta Filarmónica de Medellín —Filarmed—, celebrará hoy rodeado de violines, trompetas, timbales, pianos, órganos, contrabajos, flautas, oboes y campanas en el Teatro Metropolitano José Gutiérrez Gómez de Medellín a las 6:00 de la tarde. Allí interpretará la Novena sinfonía de Beethoven junto con orquestas y amigos que lo han acompañado por más de 50 años.
“Cumplir 80 años significa un paso largo por la tierra difícil. Un camino con muchos aprendizajes. Escogimos la Novena sinfonía de Beethoven porque quería rendirle un homenaje a este maestro. La sinfonía es apoteósica, grande. La celebración estará llena de música al lado de algunos nietos, que son los coros que han surgido del Estudio Polifónico de Medellín”, comentó el homenajeado.
Más de siete décadas
Cuando el maestro rememora su vida lo primero que recuerda es que descubrió la música cuando era un niño de nueve años y medio, “salía tarde del colegio, me castigaban por alguna travesura”. Un día recorrió las calles del centro de la ciudad hasta llegar, al que por ese tiempo era el Liceo Antioqueño de la Universidad de Antioquia, donde escuchó por primera vez la obra “Sicut Cervus” del italiano Giovanni Pierluigi da Palestrina. Ese fue su primer acercamiento con la música y marcó tanto su vida que ni siquiera fue capaz de conciliar el sueño esa noche.
También recuerda que era un niño curioso, que siguió asistiendo solo para escuchar esa melodía y un día el director del grupo vocal decidió acercarse a él y le preguntó si quería participar del coro: “Pregúntele a mi papá”, fue su respuesta. Es su forma de narrar el inicio de su vida musical, esa que marcaría de forma trascendental la historia musical y cultural de Medellín.
Su primer coro fue la Coral Tomás Luis de Victoria, en el que ingresó a hacer de voz blanca —la de los niños antes de su pubertad— y con la que presentó su primer concierto a los seis meses de ingresar.
Al hablar de su juventud cuenta que se dedicó a la lectura, y conoció artistas como Søren Kierkegaard y Franz Kafka. Confiesa que le produjeron “un dolor de vida, una pereza vital” y fue precisamente en la música en la que reencontró ese sentido y armonía que necesitaba. El maestro habla y se emociona al recordar esos años porque entre la música, el seminario en el que de se dedicó a aprender latín, su idea de reencontrarse con Dios luego de haberlo perdido por culpa de sus lecturas existencialistas, y los estudios de medicina en la Universidad de Antioquia, se movió su juventud.
Se graduó como médico porque había que estudiar, se lo prometió a su padre. En esos tiempos, para muchas familias, ser músico significaba “ser mal padre, peor esposo y pésimo hijo”, le dedicó a la medicina 50 años, pero la música seguía ahí.
Alberto Correa fundó y dirigió el Grupo de Música Antigua en 1962 y la Coral Ciudad de Envigado en 1963 en la que duró dos años como director. En 24 de mayo de 1966 creó el Coro Masculino del Estudio Polifónico de Medellín y luego en 1970 lo convirtió en Coro Mixto y en el año 1974 se convirtió en un coro sinfónico, con el que se acompañaron obras con orquestas sinfónicas como óperas, zarzuelas, misas, oratorios, cantatas, pasiones. Esta música estaba ligada al barroco, una de las corrientes que más le gustan al maestro.
Hay una obra por la que se le recuerda mucho en Medellín, el oratorio “El Mesías” de J.F Händel. Con su memoria prodigiosa detalló que la ha interpretado 127 veces ininterrumpidamente cada diciembre en Medellín desde 1974 hasta 2020, año en el que se dejó de hacer por la pandemia. Es la obra más importante que presentó el Coro Polifónico de Medellín y este diciembre espera volver a su tradición, que se hace en las ciudades culturales más importantes del mundo como Nueva York, Washington, Vienna, Berlín y París.
Esa interpretación de “El Mesías” hizo que el Estudio Polifónico de Medellín se convirtiera en el coro de agrupaciones nacionales como la Orquesta Filarmónica de Bogotá, la Orquesta Sinfónica de Antioquia, Sinfónica del Caribe, la Orquesta Filarmónica del Café, entre otras.
Tras su éxito, en 1978 fundó la Orquesta de Cámara de Medellín, con jóvenes estudiantes de los últimos años de conservatorio, que no podían ingresar fácilmente a las orquestas sinfónicas de ese entonces.
Sin embargo, en 1982 varios jóvenes que había reclutado Correa migraron a la Sinfónica de Antioquia, porque los miembros se estaban muriendo. Con este hecho el maestro pensó que el Estudio Polifónico de Medellín necesitaba tener su propia filarmónica y de un suceso lamentable en 1983 nacería la Orquesta Filarmónica de Medellín.
Una construcción humana
La Orquesta Filarmónica de Medellín nació días después de que ocurriera en la década de los 80 el terremoto de 5,5 de magnitud en Popayán, que dejó a cerca de 300 personas muertas en el departamento del Cauca. Ese día, Alberto Correa y el Estudio Polifónico de Medellín acompañaban a la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, para celebrar la Semana Santa en la región.
“Lo primero que pensé fue que la ciudad se había caído, que todo se había venido abajo. Esa catástrofe fue la señal precisa para hacer una nueva construcción humana, y el resultado fue la Orquesta Filarmónica de Medellín”, reveló el maestro.
A los quince días de esta tragedia, el 16 de abril de 1983 a las tres de la tarde en Medellín, el maestro se reunió con varios músicos en los jardines de su casa para fundar la que por 31 años acompañaría como director.
La Orquesta ha sido reconocida como la más innovadora del mundo, ha ganado premios Grammy y ha sido considerada la agrupación más joven de Iberoamérica.
Uno de los recuerdos más gratos que tiene Alberto Correa con la Filarmed fue un concierto de cinco días seguidos en 1985 en el Teatro Pablo Tobón Uribe, en el que representaron, acompañados de 300 dramaturgos, los “Triunfos” del compositor Alemán Carl Orff.
“El Centro Orff de Munich me llamó y me preguntó sobre la obra, entonces les envié una copia en betamax —formato de video analógico—. Ellos nos contaron que esa obra Orff quiso hacerla en vida y nadie se la hizo. Nosotros la hicimos tres años después de su muerte y fue la primera presentación de las cantatas”, recordó Alberto Correa.
El maestro cuenta con satisfacción que en Medellín y Colombia hay una pléyade de directores jóvenes que iniciaron en la Filarmónica de Medellín, que son esenciales en el mundo en la actualidad. Por mencionar algunos recuerda los nombres de Alejandro Posada y Andrés Orozco.
“Algo cambió en Medellín luego de la creación de la Filarmónica”, cuenta el maestro. Recuerda que en 1966 apenas eran seis coros los que existían y hace cuatro años en un estudio que hizo para la Gobernación de Antioquia y se dio cuenta de que ya eran 166 los coros en la ciudad.
Alberto Correa no se queda quieto, actualmente sigue con el coro polifónico como una manera de asegurar su permanencia en el tiempo y dice que le falta mucho por aprender, por ejemplo, asuntos relacionados con las melodías, quiere alcanzar el máximo conocimiento sobre ese tema.
Este cumpleaños le trae de vuelta la nostalgia de esas tres décadas que acompañó a la Orquesta Filarmónica de Medellín. Suelta las palabras sin mayor esfuerzo. Admite que en su vida todo es sobre música. Incluso al preguntarle sobre sus otros pasatiempos dice que le gusta el cine, pero solo porque agradece que las películas salvaron a su musa, esa que lleva dentro y que no deja de escuchar desde que tenía nueve años y medio.