“Dicen las personas que mi mente padece alucinaciones. Que no es verdad lo que vivo y lo que siento. No voy a entrar en discusiones sobre el tema. La verdad, a veces me gustaría pensar que mi mente sufrió alucinaciones, que no fue cierto lo que viví”, escribió Luz Elena Salas en el poema “Alucinaciones”, incluido en su segundo libro, Luz en medio de las sombras.
A Luz Elena le han pasado un montón de cosas que nunca pensó que le fueran a pasar. Cosas que nadie piensa que le van a pasar, pero que en este país suceden constantemente. Cosas que la sociedad asume como noticias, si es que alcanzan ese estatus, pero que terminan siendo cifras y estadísticas de distintas formas de violencias: desplazamiento forzado, violencia sexual, homicidio, violencia intrafamiliar y desaparición forzada.
Todo eso le ha pasado a Luz Elena, pero para ella no son cifras, ni noticias, es su vida, sus dolores, y cuando los traduce en poesías, y expone la magnitud y el horror de esas violencias les da otra dimensión, por eso hay gente que no le cree, que le dice que sus recuerdos son alucinaciones. Nadie quiere creer eso que le ha pasado a ella, porque nadie quiere ni siquiera pensar que eso puede pasar.
Pero es verdad, y ella lo ha vivido desde que era un niña, antes de que su mamá se la llevara Peque a Medellín, cuando tenía 13 años y la dejara trabajando interna, como empleada, en una casa de familia, en los años 70. Y después cuando se casó y se fue a vivir a la comuna 13 con la ilusión de ver crecer a su familia, hasta que salió desplazada la primera vez por la Operación Orión, y volvió, y desaparecieron a uno de sus hijos, lo asesinaron, y la desplazaron una y otra vez hasta que no pudo volver a vivir en ese barrio que tanto quiere, pero que le ha causado también todos esos dolores. Allá está todo lo bueno y todo lo malo, como en sus poemas. Porque fue allá donde también empezó a escribir, y ejercer su liderazgo, primero como integrante de la Mesa Interbarrial de Desconectados y con Mujeres Caminando por la Verdad.
—¿Por qué empezó a escribir poesía?
—Porque vi que era la única forma como de sacar el dolor que llevaba por dentro y empezar a sanar, porque no podía con tantas cosas. Mi primer escrito se llama “Te espero”, que fue dedicado a mi hijo, es como si fuera él quien lo hubiera escrito. El segundo fue “El precipicio”, por esos intentos de suicidio que tuve, porque decía no puedo, no puedo con el dolor de la desaparición y posterior muerte de mi hijo, y al año siguiente también fue asesinado mi nieto, lo mató el padrastro a golpes cuando tenía dos añitos. Y fue tan horrible que yo tenía que ir a la farmacia a que me aplicaran medicamentos, porque a mí me dolía todo el cuerpo —dice Luz Elena.
“Te espero, hermosa madre. Quiero decirte que yo, aquí en mi sombra de muerte, también me siento solo, triste y acongojado cuando me despiertas de mi profundo sueño con tu adolorido llanto”, escribió Luz Elena como si fuera su hijo Damián David.
Ese primer poema lo escribió en 2017. Habían pasado 10 años de la desaparición y posterior homicidio de su hijo —el segundo de tres— en la Comuna 13. Por esos días la habían invitado a un acto conmemorativo y le pidieron que escribiera algo sobre su hijo. Recordándolo le salió ese poema. Desde entonces, Luz Elena no ha dejado de escribir. Tiene más de 300 poemas y dos libros Palabras de Luz (2020) y Luz en medio de las sombras (2023).
El primero fue posible gracias al proyecto “Mujeres como agentes del cambio en el contexto de posconflicto colombiano”, desarrollado por los profesores e investigadores Pablo Calvo de Castro y Alejandro Alzate Giraldo de la Universidad de Medellín, en colaboración con la Universidad de Oregón y en el marco de la convocatoria “Nexo Global en Industrias Creativas y Culturales “ del Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación. El segundo fue puro esfuerzo de Luz, que dice que ahorró todo, que no sacó ni para un tinto para poder publicarlo.
—¿Qué ha significado para usted escribir y publicar estos libros?
—Para mí es un orgullo, es un logro grandísimo. Cuando me hicieron la entrevista en Otra Parte para el lanzamiento del libro, me preguntaron que si era consciente de la forma en la que escribía y les dije no. Yo solo sé que lo hago cuando me agarra la depresión, cuando me adolece algo.
—¿Qué más hace además de escribir?
—Trabajo en casas de familia.
—¿Y qué quisiera hacer con la escritura?
—Mi sueño es dar talleres de sanación a través de la escritura, ya hice mi primera prueba piloto y es muy lindo porque vea, estuve estos días en un taller que estaba dictando una trabajadora social que me invitó y me dijo que utiliza mis poemas, entonces había un joven, él decía que no podía perdonar el asesinato de su abuelo, entonces le conté mi testimonio y bueno, hablamos un rato y ya en el segundo ejercicio, él dijo que sí, que perdonaba. Esos ejercicios son muy bonitos, que la persona pueda salir de tantas cosas y sonreír, como yo también pude hacerlo. Eso es lo que quiero lograr a través de la escritura, que no se olvide lo que pasó con los desaparecidos, pero que también las personas piensen que siempre hay una esperanza al final del camino, dice Luz.
Porque para Luz Elena todo está en la poesía. Los horrores y los dolores quedan ahí, se transforman, por eso las soluciones también están ahí, porque cada palabra que escribe, de alguna manera, alivia.
Por eso también, Luz Elena ya no escribe solo de ella. Hace poco escribió por encargo, para una señora que acababa de enviudar y le pidió unas palabras, escribió sobre un amor que nunca tuvo pero que siempre anheló. Y escribió también para los vecinos y familiares de Alexis Gómez Cardona, un menor asesinado en la Comuna 13, y tiene entre planes escribir para las mujeres que ya no están, que se han muerto buscando a sus hijos, sin saber nada de ellos. Porque sus poemas son luz y descubren para quienes los leen la intimidad de tantas violencia que en la ciudad se ejercen, y es en la intimidad donde se entiende la magnitud de esas violencias y sobre todo de la muerte y sus dolores, pues en las vidas de quienes quedan y los padecen son lo único que dura para siempre.
Por eso cuando Luz Elena leyó No puedo olvidarte en la misa para conmemorar el día municipal por la memoria de las víctimas de la operación Orión, ahí a las afueras del cementerio de la comuna, todo pareció quedarse en silencio. Las palabras de Luz se escuchaban por encima del ruido del tráfico, porque sus palabras eran todo, eran todos. La historia compartida de aquellos que viven con ese dolor permanente y hondo que deja la muerte cuando es violenta.
“mi dulce hijo fuiste siempre mi compañero,/qué tristeza/me dejaste vivo un gran dolor/y hasta que muera/nunca más seré dichosa/que honda pena me dejaste/y que vacío profundo siento aquí en mi alma/cuán grande es mi quebranto
porque me quedé aquí sola en este campo santo”