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En 2012 y durante 15 días, la artista plástica y médica Libia Posada (Medellín, 1959) visitó la comunidad de Coquí, Chocó, para compartir su conocimiento de medicina con los saberes botánicos ancestrales de las mujeres de la región. De esa residencia artística surgió la serie Hierbas de sal y tierra, un conjunto de objetos, plantas, textos y fotografías que se exhiben desde hoy en el Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm) como parte de la muestra Definición del horizonte.
La mayor parte de las salas (A, B y Fundiciones) están dedicadas a la obra de Posada, que presenta algunas series desarrolladas durante más de 20 años de trayectoria y en las que se muestra el cruce de saberes. Para esta ocasión las piezas están hiladas por una pared de cuadrículas, simulando las baldosas de un hospital y las retículas de los mapas, elementos constantes en su producción.
Muchas de sus piezas se han exhibido anteriormente; sin embargo, esta muestra mira sus recurrencias, preocupaciones y obsesiones en conjunto. “Es consistente, valiente y ha contribuido a la renovación de los lenguajes. Es alguien que se aleja de la tradición del dibujo técnico y preciosista que se ha desarrollado en la ciudad y piensa el arte desde varias posibilidades”, señala Emiliano Valdés, curador del Mamm.
Mientras cuenta que la selección se basó en los ejes de su trabajo: “Hay unas obras que evidencian más el arte y la medicina, los espacios hospitalarios y clínicos; por otro lado está el interés geográfico ligado a lo humano, las geografías no oficiales, esas que están inscritas en los cuerpos de las personas. Otro que tiene que ver con proyectos con comunidades específicas sobre medicina botánica tradicional”.
Para ella el dibujo es una forma de expresar pensamiento, como sucede con Signos cardinales, uno de sus más conocidos, y en el que aborda el desplazamiento forzado en Colombia a través de mapas y fotografías de mujeres víctimas de la guerra. Reconstruye su historia a partir de rutas de migración dibujadas en sus piernas, con las que han tenido que moverse de su sitio. “Le interesa el cuerpo como un lugar que transmite y representa la experiencia para entender su tragedia”, explica el curador.
“Sin ser explícita feminista, su obra lo es porque reivindica el lugar de la mujer en la sociedad, como ella y como profesional. No lo hace desde la fragilidad y lo femenino sino desde la visión empoderada, capaz, con agencia en el mundo”, indica Emiliano.
En Hierbas de sal y tierra, reúne vegetales usados por comunidades chocoanas para uso cotidiano (remedios, alimentación). Exhibidas en frascos y como plantas vivas, hay decenas de botánicas usadas para la digestión, la caída del cabello, para limpiar la matriz o sanar las heridas. Estos saberes están “instalados” en un espacio aséptico construido con mobiliario blanco, frío, silencioso, como las salas de los hospitales. Lo acompañan fotografías de procedimientos autóctonos, como el “baño de sereno”, que consiste en poner al enfermo en una canoa con agua y matas curativas durante una noche para que se sane a la intemperie.
Libia no está sola en el Mamm. Junto a la suya, el nuevo ciclo expositivo de esta pinacoteca incluye a dos autores antioqueños. El artista plástico David Escobar Parra (1979) presenta en la sala Programa C una propuesta “de lenguaje ancestral contemporáneo” a través del silbido como tecnología de comunicación y de resistencia. El proyecto es Tiempo de perros mudos, en el que toma de referencia El valle de los perros mudos, novela del antioqueño Juan Gil Blas, para hacer una creación a partir de audiovisual y movimiento.
En la entrada de la sala, un suave silbido conduce al espectador hacia una cueva circular. En el centro es rodeado por proyecciones (cuatro pantallas) en las que un bailarín hace danzas a su alrededor, como un rito. La sensación del visitante ante el audio y el video es de aislamiento porque en lugar de trajes chamánicos, el bailarín viste una bata de laboratorio, como un científico que previene cualquier contagio. “Me interesa representar a ese hombre blanco que extrae minerales y cultura de las comunidades, que forzó su castellano y portugués –lenguas de la colonia– sobre otros”, comenta David.
Entre los elementos compositivos de esta instalación que combina danza, silbido, ritual, video y literatura, la tumba hace referencia a las cuevas aburráes halladas en investigaciones antropológicas en los que se han encontrado volantes de huso nativos usado para elaborar lana. Esa tradición textilera de los antepasados aborígenes de Antioquia fue retomada en el material de las pantallas de proyección, elaboradas de entretela (un tipo de tejido) por la que se se va esparciendo una tinta negra que borra la imagen lentamente. Se espera que este efecto de “borramiento” dure tres meses, el lapso de la exposición en salas. El bailarín se irá desapareciendo, como lo hizo de muchas formas la colonia con las culturas autóctonas y sus habitantes.
Con esta acción se completará una de las reflexiones principales de esta pieza de arte conceptual: la llegada de la palabra escrita (español y portugués) sobre el lenguaje nativo y se representará al hombre blanco extractivista.
El laboratorio de experimentación sonora, Lab3, en el tercer piso del Mamm, está dedicado al músico José Santamaría, encargado de hacer una instalación multicanal (5.1) con sonidos procesados de más de 30 fuentes acuíferas que rodean a Medellín.
Desde hace ocho años José Santamaría se dedicó a registrar en sus salidas de campo grabaciones del agua (lluvia, mar, ríos, quebradas). “Somos una generación completamente visual, por eso me interesa que desarrollemos la escucha atenta, reflexiva y consciente”, comenta este autor con más de 20 años de trayectoria y 30 discos publicados.
Emiliano resalta en este primer ciclo expositivo de 2020, la experimentación técnica y la disciplina, como sucede con la instalación (los tres presentan este formato), un medio que permite integrar elementos que podrían parecer dispares y fusionarlos en una “experiencia coherente, cohesiva e integral que es el deambular por el espacio y tener contacto con estos diferentes objetos, imágenes, elementos y sonidos”, dice el comisario.
Hoy a las 6:30 p.m. se dará inicio al ciclo con una conferencia inaugural, entre Libia Posada y Emiliano Valdés; después de esta habrá ingreso a las salas. Tanto la charla como la entrada a las exposiciones tiene entrada libre
UNA EXPOSICIÓN DEL CUBANO JULIO LARRAZ
Julio César Ernesto Fernández Larraz (La Habana, 1944) estuvo la semana pasada en la inauguración de su exposición Casabianca en la galería Duque Arango de Medellín, que estará disponible hasta el 30 de abril. El pintor, conocido por sus representaciones realistas de la cotidianidad, exhibe corridas de toros, trajes de lino blanco, aviones en la pista de aterrizaje, autos clásicos y escenas marítimas.
Su familia emigró a EE. UU. en 1961 y en ese país recibió cursos con Burt Silverman, David Levine y Aaron Schickler. Ha residido en Nueva York, Washington, Florencia y Miami, donde actualmente vive y trabaja. Su obra está incluida en colecciones del Museo de Monterrey en México, el Banco Mundial en Washington D.C. y el Museo de Arte Moderno de Bogotá.