“Existen límites que nunca deben pasarse. ¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños! ¡¡Con los chicos NO!!”, escribió en su cuenta de X (Twitter) Victoria Villarruel, vicepresidenta de Argentina.
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El mensaje, publicado el pasado 7 de noviembre, estaba acompañado por una imagen que contenía fragmentos del libro Cometierra la novela de Dolores Reyes.
Pero no es solo ese libro. También se ha señalado Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara; Las primas, de Aurora Venturini; y Si no fueras tan niña, de Sol Fantin. La campaña, promovida por el Gobierno de Javier Milei y organizaciones conservadoras vinculadas a seguidores de ultraderecha, busca que ciertos libros que incluyen descripciones de relaciones sexuales sean retirados de las bibliotecas escolares de Buenos Aires.
Incluso, la fundación Natalio Morelli, una organización dedicada a “defender el bienestar integral de los niños, niñas y adolescentes”, denunció penalmente al director de Cultura y Educación de Buenos Aires, Alberto Sileoni, por repartir en los colegios textos con “contenido sexual explícito”.
La denuncia busca que los libros dejen de distribuirse y que se recojan los ejemplares que ya están en las bibliotecas, hasta que se determine su impacto en los alumnos.
Los textos que señalan, que no son de lectura obligatoria en los colegios, hacen parte de Identidades Bonaerenses, un programa de promoción de lectura de la provincia de Buenos Aires, que consiste en la distribución de un catálogo de más de 100 libros en más de 2350 escuelas secundarias y 443 técnicas.
“La colección reúne diversas obras literarias y discursivas que se identifican con el territorio de la provincia de Buenos Aires, sus ambientes heterogéneos, sus distintos territorios físicos y simbólicos, sus prácticas culturales, y contribuye de esta manera al fortalecimiento de la construcción de una identidad bonaerense”, dice en la página del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.
“Son libros para las bibliotecas. Consideramos que son herramientas para los docentes y los bibliotecarios. No se obliga a los estudiantes a leerlos”, explicó Sileoni a los medios de comunicación. Señaló, además, que los libros incluyen una guía detallada de lectura con edades sugeridas para cada uno según los temas abordados.
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Por su parte, la escritora Dolores Reyes se refirió a los señalamientos contra su obra, que muchos han tildado de censura, en una charla durante Festival del Libro de Chivilcoy.
“Cometierra es una forma de narrar un pedido de justicia: una chica que falta, una historia que fue silenciada, y por lo tanto no escuchada. El silenciamiento es una de las armas más efectivas de la violencia de género”.
“El destino de estos libros, además, no son chicos de primaria. Son adolescentes que empiezan a explorar su sexualidad, que quieren saber qué es eso que hace gozar, que tienen miedo, dudas, que se atraen, que tienen una vida por delante. Pero también que muchas veces son víctimas de maltratos, de abusos, de desinformación, de castigo, de violaciones (...) Moralizar la literatura de este modo implica un error de lectura. Y abre la pregunta ¿de quién es la pervesión?”, escribió Gabriela Saidon en su texto La pija molesta, para la revista Anfibia, que analiza el asunto.