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Directo al inconsciente: así se hace el sonido para cine y series

La industria nacional de postproducción de audio se abre lugar en el mundo. Hablamos con La Tina y Clap Studio para saber más sobre este proceso que es tan técnico como creativo.

  • Gran parte del equipo humano de La Tina en su oficina de Bogotá. FOTO cortesía
    Gran parte del equipo humano de La Tina en su oficina de Bogotá. FOTO cortesía
  • Grabación efectos Foley en Clap Studio. FOTO cortesía.
    Grabación efectos Foley en Clap Studio. FOTO cortesía.
26 de abril de 2025
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El sonido es capaz de llevar a la mente allí donde no llega el ojo, de trascender lo palpable, dice Ennio Morricone para explicar cómo la armónica que toca el personaje interpretado por Charles Bronson, en la película Érase una vez en el Oeste, se termina convirtiendo en un símbolo de venganza del personaje.

A lo largo de toda la película se van componiendo fragmentos del mismo flashback, que solamente al final aparecerá en su integridad: un niño forzado a sostener en hombros a su hermano mayor, con una soga al cuello y una armónica en la boca”, dice Morricone, un genio de la música para cine que compuso alrededor de 500 bandas sonoras y más de 100 obras de música clásica, en el libro de conversaciones con Alessandro De Rossa titulado En busca de aquel sonido. Mi música, mi vida.

Algo similar hizo el equipo de La Tina, uno de los estudios de postproducción de sonido más destacados del país, para la serie Cien años de Soledad de Netflix, al relacionar el viento y ciertas especies de aves con personajes o momentos de la serie.

–Hay momentos en los que la plaza es súper caótica y a medida que la situación se va volviendo más tensionante, los pericos y las guacamayas se van volviendo más ruidosos y más estridentes, y eso va generando un estrés imperceptible, dice Manuela Tobón, directora Comercial de La Tina.

Además del estrés, los pericos y las guacamayas, el sonido del bichofué remite a la casa de la familia Buendía, el de la perdiz a José Arcadio, el del gulungo a Melquiades y los sonidos del viento sirvieron para transitar de los momentos más realistas a los más poéticos y surreales. Para lograrlo, La Tina incorporó a su equipo, integrado por un ornitólogo y un sonidista, que viajaron durante una semana por varios lugares del Caribe colombiano registrando diferentes especies de aves. Todo para recrear Macondo.

–Esa herramienta se usa mucho, es un leitmotiv: usar una melodía para un personaje específico. Entonces, cuando uno ve un personaje y escucha una melodía repetida, se va generando una familiaridad que para el espectador resulta imperceptible. Nosotros vamos al inconsciente, ese es el plano importante del sonido en la imagen, dice Manuel Gordillo, cofundador, diseñador sonoro y compositor de música original de La Tina.

Eso que dice Manuel es apenas una parte del trabajo que se hace en postproducción de audio.

–Cuando vos escuchas una película, lo único que viene directo son los diálogos. El resto de cosas que son puestas: los pájaros, el viento, el carro pasando, el disparo, el golpe, todo se hace en el proceso de montaje y edición de efectos ambiente, dice Sebastián Alzate, gerente de Clap Studios, otra de las empresas destacadas en este campo en el país.

El proceso de postproducción incluye, entre otras cosas, edición de diálogos, diseño de sonido, montaje de efectos y ambientes, mezcla, música original y grabación y edición de Foley, la recreación de sonidos que, entre otras cosas, acompañan las acciones de los personajes, los pasos, el sonido de la ropa, si coge unas llaves, apoya un vaso, cierra una puerta, en fin, es lo que ayuda a crear una experiencia mucho más inmersiva y realista.

–El sonido tiene una cosa muy linda que a la vez es muy desagradecida. Usualmente, la gente no sale de cine diciendo como ese sonido estuvo espectacular, limpio, bellísimo. El ser humano es más visual y no tiende a ser tan consciente del sonido, pero a nivel del inconsciente, el sonido tiene un impacto muy grande. Muchas veces, cuando el sonido es malo, la gente no sale del cine diciendo lo malo que fue el sonido, pero sí sale con una percepción muy rara de la película, entonces tenemos una capacidad invisible de afectar lo que está sintiendo el espectador, dice Sebastián.

–El sonido y la música son herramientas narrativas muy poderosas que te ayudan realmente a contar la historia, a que la gente esté conectada, y a engrandecer y añadir valor a la producción, cuenta por su parte Manuel.

La postproducción de audio tiene tanto de técnico como de creativo y cada vez gana más protagonismo en el país, por lo que puede resultar fundamental en el interés de las autoridades locales de hacer de Medellín una capital mundial del entretenimiento.

Grabación efectos Foley en Clap Studio. FOTO cortesía.
Grabación efectos Foley en Clap Studio. FOTO cortesía.

***

La Tina fue fundada en Bogotá hace 15 años, aunque nació un par de años antes por iniciativa de Andrés Silva, Manuel J. Gordillo y Alejandro Uribe-Holguín, todos estudiantes de Música en la Universidad de Los Andes.

-Cuando yo entré a la universidad no tenía ni idea que existía el sonido para cine, yo pensaba que era una persona grabando los diálogos y punto. Entré a música y a mitad de carrera descubrí el tema de la postproducción y me enamoré de ese campo tan experimental, y a mis dos socios les pasó lo mismo. Cuando nos graduamos, nos encontramos con la dificilísima realidad de Colombia en términos de producción audiovisual en 2008, que era que básicamente se hacían tres películas al año y nosotros no queríamos hacer sonido para publicidad, que era lo que sí existía, dice Manuel.

Entre los tres empezaron a buscar qué hacer, a inventarse el trabajo, se encontraron con una escuela de cine y terminaron haciendo el sonido de un cortometraje que era la tesis de uno de los estudiantes. No había mucha plata, pero sí mucha exploración creativa, que era lo que estaban buscando. Así empezaron y un tiempo después, en 2010, les llegó la primera película, Póker, entonces registraron la empresa.

Hoy, 15 años después, La Tina, que tiene su sede principal en Bogotá, pero una parte de su equipo en Medellín, cuenta con 15 empleados y ha hecho parte de grandes proyectos audiovisuales, como Narcos, La Suprema, Primate, Pimpinero, Los Iniciados, Los Billis, El abrazo de la serpiente, Bad Lucky Goat, Loving Pablo, Cien Años de Soledad y más.

Clap Studio fue fundada en Medellín en 2011 por Gabriel Jaime Pérez y Daniel Vásquez. Aunque su fuerte es la postproducción de audio, ejerce como productora en proyectos pequeños y coproducciones.

Ambos estaban haciendo estudios en el exterior, pero tenían el deseo de volver a Medellín a ejercer lo que estudiaron, entonces fundaron Clap. Como venían después de estar varios años por fuera montaron una especie de ecosistema, una casa donde alquilaban espacios a otras empresas del sector audiovisual para empezar a crear relaciones e ir articulándose con el sector, dice Alzate.

Con los años fueron llegando otras personas a la empresa y muchos proyectos. Clap ha trabajado en La Roya, Los días de la ballena, The smiling Lombana, Matar a Jesús, Los Nadie, La mujer del animal, El Bolero de Rubén y Entre la Niebla (con las que se ganaron el premio Macondo a Mejor Sonido) y muchas más, incluida la película de Héctor El Father, el primer reguetonero boricua en hacerse pastor. Es evidente que el mercado y el sector han crecido con los años.

–El desarrollo ha sido muy dinámico. Las leyes de cine ayudaron un montón. En Colombia pasamos de hacer una o dos películas al año a hacer 40 o 50. También hemos visto muchas producciones que vienen a rodarse acá. Pero en este momento el mercado de cine colombiano respecto a estos servicios de producción y postproducción está un poco complejo, dice Sebastián.

El cine colombiano se hace, en gran medida, con fondos públicos y esos fondos se alimentan mayormente de las taquillas de cine, que no han podido alcanzar los números que tenían antes de pandemia. Pero no sólo eso. Sebastián apunta que hace falta formar público, que más gente vaya a ver cine colombiano, ojalá tanto como en México y Perú. Pues mientras aquí una película local está entre los 6.000 y 10.000 espectadores, en Perú alcanza los 80.000 y México casi el millón.

Y aunque hay buena articulación con el gobierno local, hace falta que el apoyo al cine no dependa del mandatario de turno. La industria audiovisual local, sobre todo en términos de postproducción, parece ir por buen camino, pero queda mucho por hacer para que sea del todo sólida y competitiva en el mundo.

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