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¿Cómo hacer un duelo porque alguien se murió si no hay abrazos?

Por la covid-19, los entierros no son como siempre. Consejos para procesar esa tristeza.

  • ilustración sstock
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30 de abril de 2020
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Cuando a mi papá lo mataron yo tenía un año y medio. Esta es la imagen que tengo: mucha gente, la iglesia se llenó tanto (y eso que no era católico) que algunos se quedaron afuera y gritaron una oda levantando la mano hasta que llegaron al cementerio. Lo conocía mucha gente en el pueblo. No me acuerdo, el recuerdo es la suma del de los demás. Yo enterré a mi papá cuando tenía 18 años, en un escrito: me sumé a ese montón de gente, levanté la mano y grite hasta siempre compañero y vi entrar el féretro hasta el fondo de la bóveda. Entonces se murió, y no volví a llorar cada que pronunciaba su nombre.

La imagen que me hago ahora de un entierro es diferente: un féretro y muy poquitas personas alrededor. Y no porque el muerto no tuviera amigos: por el nuevo coronavirus son pocos los que pueden ir a decirle adiós a ese que quisieron tanto. Isabel Cristina Arango, directora de la Unidad de Duelo de la Funeraria San Vicente, cuenta que hay dos escenarios. El primero es si muere alguien por una enfermedad diferente a la covid-19. No pueden estar más de siete personas (aunque eso depende la funeraria, de la iglesia, del cementerio), pero no será más de veinte en ningún caso. Ella dice que hay cementerios que dejan cinco, otros dos, y hay iglesias que no hacen exequias. En algunas incluso la misa es virtual. Hay que usar tapabocas, no hay aglomeraciones y las velaciones son muy cortas, porque al no poder ir gente, pues se reduce ese momento.

Monseñor Jorge Rojas Bustamante, doctor en derecho canónico, cuenta que el cuerpo presente se queda en la puerta, que no puede entrar a la iglesia. Se hace el rito fúnebre, que no se demora mucho, y ya está. Después de cada acto deben desinfectar.

A Claudia Arango, una compañera del periódico, se le murió una de las tías que más quería. Habló con sus primas, con sus familiares, pero no había nada más que hacer que permanecer en casa y despedirse en silencio, en la compañía de sus dos perritas y una conversación por teléfono con su hermana, que está en Francia, para recordarla. Ya está.

Sin ningún chance

El segundo escenario es si ese alguien murió por el virus que tiene confinado a casi todo el mundo y ha contagiado a más de 3.000.000 humanos. Isabel explica que la disposición es que directamente se va a cremación. Es obligatorio. No hay manera de una última mirada, de pasar un rato con él, de despedirse. Y es aún más triste: muchas veces, dice, la persona ya venía aislada hace rato, entonces la separación física ha empezado hace más tiempo.

La imagen es la del primer médico que murió, Carlos Fabián Nieto Rojas, 33 años: se subió en su carro, solo, se fue al hospital y ya nunca más volvió. Fue la última vez que lo vio su esposa Paola, once días antes de morir. Ni sus dos hijos pequeños ni ella asistieron al entierro. Solo sus papás, con tapabocas, caminaron detrás del carro fúnebre. “No pudimos verlo –dijo doña Sandra, la mamá de Carlos Fabián, en la columna de Daniel Coronell–. Ni una oración ni una flor. Nada, solo una caja de madera entrando al horno crematorio. Nada más”. No los dejaron acercarse a más de 15 metros.

Si algo ha dejado el SARS-Cov-2 a su paso es la falta de abrazos. Piense en las cifras: en el mundo se han muerto 216.563 personas y 278 en Colombia, según cifras del Instituto Nacional de Salud del miércoles.

¿Y el duelo qué?

Tiempo después entendí que enterrar a mi papá en un libro fue la manera de hacer un duelo. Fue mi rito personal.

Mariantonia Lemos, doctora en psicología, coordinadora de la maestría en estudios del comportamiento de la Universidad Eafit, explica que los procesos de duelo son fundamentales: las creencias sobre lo que pasa después de la muerte, ya sea desde lo religioso o la trascendencia, le dan sentido a la muerte. Y lo que pasa en estos momentos ayuda a recordar que es una realidad y ese entendimiento es fundamental para tener una percepción realista, entender que es parte de la vida e incluso valorar los momentos que se han tenido o se van a tener.

El psicólogo clínico Santiago Gualteros, profesor de psicología evolutiva de la universidad Antonio Nariño, explica que los duelos a nivel psicológico son un proceso muy particular para hacer esa transición entre que existía alguien y ya no. Y está rodeado, culturalmente, de muchos ritos: ir al entierro, hacer una velación. Siempre, dice, ha habido un duelo para la muerte. Estos días, en cambio, hay una doble angustia, precisa el psicólogo, porque tras la pérdida no está ese momento de transición y hay picos de ansiedad, en tanto no se podrá hacer adecuadamente la despedida.

El duelo, coinciden los dos especialistas, es un proceso personal, para el que culturalmente existen muchos rituales que ayudan a aceptar que la muerte ocurrió, y en los que, por lo general, se recibe el consuelo de otros, se acompaña. Sin embargo, ante la imposibilidad del entierro, el ritual que se consideraba tradicional se rompe. Rituales, por supuesto, hay muchos como culturas hay: las cantaoras del Pacífico acompañan con sus cantos a los que ya no están para guiarlos en el camino, y en Ghana hacen una fiesta y los ataúdes son personalizados (si era piloto, un avión).

Y quizá eso sirva para pensar que en la búsqueda de ese alivio hay que encontrar, añade el psicólogo, otras formas simbólicas que ayuden a decir adiós: una carta de despedida, conversar con un amigo. Ponerlo en palabras, sigue él, va a ayudar a estructurar ese proceso de pérdida. Además explica que es importante hacer el cierre para poder continuar con la vida y no quedarse con ese peso todo el tiempo: es una experiencia que corta la cotidianidad, y si bien la persona no va a desaparecer de la vida, sí cambia la forma y el lugar del afecto. Da otras ideas como cantar, hacer poemas, reunirse con quien viva, o con los amigos de manera virtual, para comer y conversar de ese alguien que se quiso y se fue. Sirve mucho, añade, soltar la carta hacia el cielo, quemarla.

Mariantonia explica que las reuniones por Internet son aconsejables, hacer una oración, de tal manera que ese proceso de duelo se tenga de alguna manera. Y hay que tener en cuenta, comenta, que cuando pasa la muerte es un momento de shock, pero los otros días son más difíciles porque ya se trata de enfrentar la nueva realidad. Ahí es importante que la familia se llame constantemente, que la persona busque estar en contacto con otros, y eso implica hablar de la pérdida, deci. Es una expresión fundamental, precisa ella, con espacios para llorar, para estar tristes, para sentir rabia. Entender que se es un ser vulnerable y que está bien serlo. Sienta lo que deba sentir.

Sobre rituales aconseja prender una velita, leer una carta de despedida, escuchar una misa (si cree en ello). Todos ayudarán a elaborar ese duelo y que la vida cotidiana se vaya retomando.

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