El asunto es real: la humanidad necesita nuevos y mejores antibióticos. Los actuales han dejado de ser tan efectivos como se necesitan y a las superbacterias les queda fácil tomarles las medidas a las nuevas generaciones de viejas moléculas con la que se les combate.
Pero... ¿Y si una rana de Maceo pudiera ser la respuesta a esta necesidad? Investigadores de la Universidad CES encontraron que algunas especies de estos anfibios, endémicas de Antioquia, secretan compuestos con actividad antibiótica que podrían ser la respuesta esperada.
La idea inició con el trabajo de maestría del docente Esteban Alzate, quien ya desde su pregrado en Biología quiso hacer su tesis sobre toxinas.
“Encontré ciertos estudios de algunas casas farmacéuticas sobre las propiedades antibióticas de las secreciones de una familia de ranas. Colombia tiene especies endémicas similares a las de aquellas investigaciones. La pregunta que me hice fue: ¿será que estas familias también tienen esas cualidades? Ese fue el punto de partida”, cuenta Esteban.
Se evaluaron 17 especies de ranas que habitan en zonas de Maceo y Río Claro. De esas, se quedaron con siete que tenían una buena perspectiva para la investigación, “pero al cuantificar los hallazgos, notamos que de todas ellas había una especie en particular con la que adelantamos los estudios posteriores”, agrega.
Se trata de una especie de la familia de las Phyllomedusidae, muy reconocidas por una especie en particular, la Agalychnis callidryas, de ojos rojos, verde brillante, costados azules... Quizá la recuerde mejor si sabe que es la misma con que hace su publicidad Animal Planet.
El hallazgo
El profesor Esteban Alzate, con la colaboración de los docentes Julie Benavides, Erick Meneses y Paola Zapata y junto con grupo de estudiantes de Biología y Química Farmacéutica en donde se destacan Laura Mejía y María Clara Núñez, encontraron que efectivamente en las secreciones de estas ranas hay actividad antibiótica.
“Desarrollamos un método propio, menos agresivo con las ranas. No usamos ni estimulación eléctrica ni química. Atrapábamos al ejemplar, hacíamos la recolección e inmediatamente las liberábamos, con lo que no se hace necesario su transporte al laboratorio”, cuenta Esteban.
Al atraparlas, agrega, las metían en una bolsa y el propio estrés de la rana hace que estas secreten y ahí podían tomar la muestra para el análisis y liberarla posteriormente. Es un método ideal, pues, como explica la docente Julie Benavides, en cautiverio, las secreciones que podrían liberar son diferentes a las que puedan hacer en libertad, en lo que concuerda Erick Meneses: “Eso es un tema ya reportado en investigaciones anteriores. Las sustancias que presentan alguna actividad biológica pueden cesar cuando se saca a los individuos de su medio natural”.
Los antecedentes en literatura y las pruebas en laboratorio les dieron la razón. “Lo que hemos hallado hasta el momento es que mata cualquier tipo de bacteria contra la que la hemos probado. Pero igual hay otras ranas y especies que valen la pena estudiar a futuro”, cuenta el investigador Esteban Alzate.
Lo que viene
Explica Erick Meneses que la revisión bibliográfica indicó que la actividad antibiótica en las secreciones de las ranas podrían tratarse de péptidos o aminoácidos que forman proteínas. Para saberlo con más certeza, las muestras fueron enviadas a la Universidad McGill, en Canadá, para procesarlas. Allí analizan la proporción carga-masa de las sustancias y —siempre y cuando exista el genoma completo de la especie— puede realizar un trabajo estadístico de comparación para saber exactamente cuál es la proteína que está implicada en ese tipo de comportamientos, cuenta el docente Meneses.
Agrega la química farmacéutica Julie Benavides que, una vez que se establezcan los responsables de la actividad, se pasa a evaluar la posible toxicidad, que también es importante: “Luego vienen otros procesos de viabilidad en una incorporación en una formulación, evaluación in vivo en laboratorio...”
El punto más importante aquí —acota Alzate— es que nos estamos quedando sin antibióticos. “Las casas farmacéuticas han dejado de lado la investigación sobre estos y hay una resistencia de las bacterias cada vez mayor a los existentes”.
La opción es seguir investigando en otro tipo de fuentes, entonces. “Necesitamos nuevos núcleos, una alternativa a esas moléculas existentes que se están siendo poco efectivas”, afirma Julie.
Pero si bien ya está plenamente demostrada la actividad antibiótica en las secreciones de la rana, “nos falta un molde para que en McGill puedan leer esas muestras que les mandamos. Hay que tener la secuencia completa del ADN de la especie. Ese libro que necesitamos en este momento no existe, pero secuenciar ese ADN se puede hacer aquí. GenomaCES tiene la capacidad para hacerlo”, alega Meneses.
Porque en esa secreción hay mucosas, toxinas, péptidos, proteínas. “Hay que saber si es un solo péptido o si es una toxina, o si es la combinación de varios de estos. Eso es lo que debemos identificar para evaluar cuál o cuáles de ellos tienen la mejor capacidad antibiótica”, explica Alzate.
Y seguir investigando
La búsqueda de nuevos saberes es prioridad en la educación superior, es tarea de una verdadera universidad. En el CES así lo saben.
“La Universidad tiene un compromiso con la investigación, con la generación de conocimiento. Queremos formar las nuevas generaciones en investigación básica y aplicada, con capacidad de hacer estudios de gran escala dentro y fuera del país. Eso es una ganancia para la Universidad”, afirma la docente Julie Benavides.
Mucho más si se aprovechan las oportunidades y riquezas que tiene Colombia. “Decimos mucho que somos un país biodiverso, pero si no empezamos a hacer uso de esa biodiversidad, es como tener un león sin dientes. Así que el llamado es a hacer más investigación básica, sobre todo en biología”, concluye Erick Benavides.