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Hace cuatro años no tenía activa ninguna red social. Consideraba que era poco efectivo. Y como sin necesidad de ellas salió elegido representante a la Cámara en el 2014, con 40.000 votos, más justificó su decisión “de manejar el bajo perfil” en el mundo virtual.
No obstante, su posición fue variando al notar que ser anónimo en redes sociales lo desconectaba no solo de las comunidades a las que no podía llegar de manera directa, sino de los medios y de la opinión pública.
Además, pese a estar realizando de forma responsable sus tareas legislativas y el acompañamiento a los territorios, transmitía una percepción de poca injerencia en el acontecer político regional. Por eso, para estas elecciones decidió abrir cuentas oficiales y buscar asesoría para crear su marca política.
Y eso es precisamente lo que están haciendo los aspirantes a la Presidencia. Humberto de la Calle, por ejemplo, se estrenó el año pasado en Twitter, y en parte a eso se debe que sea, junto a Viviane Morales y Juan Carlos Pinzón, de los que menos seguidores tiene en Twitter.
Los más experimentados en estas lides son Sergio Fajardo, Germán Vargas, Piedad Córdoba y Gustavo Petro, que abrieron sus cuentas en el 2009, y aprovecharon sus cargos para posicionarse. Aunque según el estudio de LOOR y Adalid, expertos en reputación de marcas, muchos son seguidores son falsos.
Otras, como la de Iván Duque, tienen la misma antigüedad, pero menos seguidores. La diferencia es que este era desconocido en el mundo político hasta hace cuatro años, cuando llegó al Senado, y antes no había tenido exposición mediática.
Alejandro Ordóñez estrenó su cuenta en Twitter en 2014, mientras era procurador, y Juan Carlos Pinzón en 2015, cuando era embajador en EE. UU.
En lo que coinciden los expertos es que la presencia en redes requiere planeación, puesto que no basta con tener un community managger, sino que son necesarios los estrategas políticos de comunicación digital, escasos aún en el país.