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Muy pronto Colombia y Estados Unidos estarán fuera de sintonía con respecto a la política de drogas, algo en lo que usualmente han estado de acuerdo ambas naciones. Todo cambiará con el ascenso a la Casa Blanca de Joe Biden, el próximo 20 de enero, tal como lo ratificó esta semana el Colegio Electoral de ese país.
El gobierno de Iván Duque ha tratado de revertir la estrategia más flexible adelantada por los expresidentes Juan Manuel Santos y Barack Obama, quienes le apostaron al desarrollo alternativo por encima de la persecución de los campesinos cocaleros y consumidores de cocaína y marihuana.
De hecho, ambos le pidieron a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que dejara atrás la infructuosa lucha emprendida desde 1971 bajo el gobierno de Richard Nixon. Pero al poco tiempo los dos dejaron el poder y tanto Donald Trump como Duque retomaron la vía restrictiva.
Duque insiste en la aspersión con glifosato, detenida porque aún no se cumplen los requisitos impuestos por la Corte Constitucional en 2015, y ha aumentado la capacidad de erradicación manual, tanto así que el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, dijo el 24 de diciembre pasado que se habían alcanzado las 130.000 hectáreas de cultivos ilícitos erradicadas por la Fuerza Pública, la cifra máxima que se ha registrado en la historia del país. “Tenemos claro que a menos coca más paz y esta cifra refleja el espíritu que tenemos para combatir toda la criminalidad”.
Ahora, con la llegada del demócrata las cuentas cambiarían para Colombia. Dos colombianos que fueron funcionarios de Obama (Juan González, subsecretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, y Dan Restrepo, asesor de Seguridad Nacional para América Latina), quienes también asesoraron a Biden durante la campaña y se espera que trabajen muy de cerca en su gobierno, hicieron parte de la Comisión de Política de Drogas para el Hemisferio Occidental, que elaboró un documento para la Cámara evaluando los resultados de la “guerra contra las drogas” de los Estados Unidos. En ese informe Colombia no queda bien parada, aunque entre 2000 y 2016 hayan sido invertidos 10 billones de dólares para acabar el narcotráfico. (Ver infografía)
“Mientras el Plan Colombia fue un éxito en la lucha contrainsurgente, fue un fracaso en la antinarcóticos. El país es el mayor productor de cocaína, a pesar de los esfuerzos de los Estados Unidos por décadas para erradicar cultivos y prohibir cargamentos”, se lee en el documento. Según el monitoreo de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, en 2019 Colombia contaba con 159.000 hectáreas de coca sembradas.
Por ello no es raro pensar que estos dos consejeros encaminarán a Biden por una ruta diferente a la transitada hasta ahora.
Vendrán cambios
“Ya es hora de poner fin a la fallida guerra contra las drogas que ha encarcelado a millones de estadounidenses, desproporcionadamente personas de color, y no ha sido eficaz para reducir el consumo de drogas. Los demócratas apoyan políticas que reorientarán nuestro enfoque de seguridad pública hacia la prevención”, prometió el hoy presidente electo desde julio pasado en el documento conocido como “Recomendaciones del equipo Biden-Sanders”. Lo que evidencia que sí habrá un giro en la política.
Por eso, para David Castrillón, internacionalista de la Universidad Externado de Colombia, es claro que la política de drogas de Estados Unidos va a cambiar y por ende lo hará la de Colombia.
“Con Biden como presidente y con el control demócrata del Congreso se espera que la política de drogas se vuelva más integral y menos focalizada en algunos asuntos menores como la erradicación, se enfocará en las causas estructurales detrás de la producción ilícita de drogas y se priorizarán políticas pro desarrollo que de manera efectiva contribuyan a la transición de las personas que participan en la producción ilícita de drogas a otras actividades al tiempo que se persiga a las organizaciones criminales”.
Además, como explicó Mauricio Jaramillo Jassir, internacionalista de la Universidad del Rosario, Joe Biden durante el gobierno de Obama (en el que fue vicepresidente) fue partícipe del involucramiento de Estados Unidos en el proceso de paz con las Farc, por lo que se espera que haya un mayor énfasis en el posconflicto y una mayor presión en el cumplimiento de los derechos humanos.
Así que Castrillón y Jaramillo coinciden en que Biden ejercerá una presión diferente sobre Duque, de la que hizo Trump quien impulsó al gobierno a retomar la aspersión con glifosato, bajo la amenaza de la descertificación. Pero Jaramillo cree que Duque no dará el brazo a torcer en una política restrictiva que es pilar del Centro Democrático.
Alejandro Bohórquez, docente de la Universidad Externado, consideró que la relación entre Biden y Duque será muy tirante de cuenta precisamente del narcotráfico: “Biden va a ser un presidente poco cooperativo con Duque, como lo fue Obama cuando se inauguró como presidente y Uribe estaba en el poder, la relación fue mucho más fría en comparación con la que tuvo por ejemplo con Santos”.
El cambio no será radical
Omar Tejada, infante de marina (r) de Perú y asesor en seguridad internacional, cuestionó que “si en 40 años de la guerra contra las drogas no se han visto grandes cambios ¿por qué debemos pensar que con Biden sí los habrá?”
De acuerdo con su análisis, los cambios que se presentan entre demócratas y republicanos son tácticos, los primeros promueven el desarrollo alternativo mientras los últimos se preocupan más por la criminalización de toda la cadena de abastecimiento, pero persiguen el mismo objetivo: luchar contra las drogas.
“Aciertos en política a nivel táctico siempre van a ser bien recibidos porque están salvando vidas y están encaminando a cierto sector de la población para que encuentren otros rumbos. Pero la gente sigue muriendo de sobredosis por la misma política represiva en Estados Unidos y Europa, y la gente pobre sigue yendo a la cárcel por el microtráfico. Esos son asuntos de política global que no va a resolver un presidente en Estados Unidos ni un presidente en Colombia”, concluyó el infante (r) Tejada