Este viernes, en Nueva York, Colombia no tendrá canciller ni ministros en la presentación del informe trimestral de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas sobre la implementación del Acuerdo de Paz.
En el Consejo de Seguridad, donde se discutirá además la extensión del mandato para supervisar cinco puntos clave del pacto firmado en 2016, la representación nacional recaerá en una sola mujer: la embajadora Leonor Zalabata.
La ausencia de la canciller Rosa Villavicencio se da en medio del deterioro de las relaciones con Washington, tras la decisión de Estados Unidos de cancelar la visa del presidente Gustavo Petro.
En solidaridad, Villavicencio renunció también a su visado, un gesto que la dejó fuera de esta cita diplomática y que ha sido duramente cuestionado en Bogotá. “Renuncia de hecho a participar en cualquier actividad diplomática en ese país”, advirtió la exvicepresidenta Marta Lucía Ramírez.
En medio de ese vacío, es Leonor Zalabata, lideresa arhuaca, quien llevará la voz del Estado colombiano. Una voz forjada en las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta y curtida en décadas de resistencia indígena, que ahora enfrentará el panorama crítico y tenso de las relaciones diplomáticas entre nuestro país y EE. UU.
¿Quién es Leonor Zalabata?
Nacida en 1954 en el sector Yerua, Zalabata suele decir que fue criada por su territorio y por su comunidad. Creció en tiempos en que la misión capuchina arrebataba niños arhuacos de sus familias para “civilizarlos” en internados de Nabusímake.
Ella no pasó por esa experiencia, porque sus padres decidieron enviarla a una escuela pública en Pueblo Bello. Pero aquel desarraigo marcó a muchos de sus contemporáneos, y con ellos compartió la lucha por recuperar la lengua, las tradiciones y la autonomía arhuaca.
En los años ochenta, cuando su pueblo decidió expulsar definitivamente a los capuchinos, Zalabata fue protagonista. Relata que, sin planearlo, intervino en una asamblea donde hombres mayores defendían la presencia de la misión.
“Me dijeron que me tocaba hablar y lo hice espontáneamente”, recordó en una entrevista con La Silla Vacía. Su intervención fue decisiva para que la comunidad reafirmara la salida de los misioneros y retomara el control sobre su educación.
Ese fue el inicio de una trayectoria que la llevó a la Asamblea Constituyente de 1991, como delegada del Grupo Nacional de Trabajo por los Derechos de los Pueblos Indígenas, y más tarde a foros internacionales como el Foro Permanente de la ONU para las cuestiones indígenas.
La confianza de Petro en Zabaleta y el reto de hablar por toda Colombia en medio de tensiones
En agosto de 2022, cuando Gustavo Petro la nombró embajadora ante Naciones Unidas, fue la primera mujer indígena en ocupar ese cargo. Para muchos, su designación representaba una ruptura con la tradición diplomática bogotana: una voz nacida lejos de los pasillos de Cancillería y formada en la resistencia, no en los clubes sociales de la capital.
Ahora, en medio de la coyuntura que mantiene a la canciller fuera de Estados Unidos, esa diferencia se vuelve aún más notoria.
En la sesión de este viernes, donde el representante especial del Secretario General, Miroslav Jenča, presentará su primer informe sobre Colombia, Zalabata será la única cara visible del país. Un país que atraviesa tensiones externas con Washington y fracturas internas en la implementación de la paz.
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El informe que escuchará el Consejo de Seguridad cubre el periodo entre el 27 de junio y el 26 de septiembre y advierte sobre la “persistente inseguridad” causada por grupos armados, pese a los avances en reincorporación y reforma rural.
Uno de los capítulos en revisión es el étnico, que reconoce los derechos de pueblos indígenas y afrodescendientes. Allí, la experiencia vital de Zalabata se conecta directamente con el contenido del documento.