Con solo un bulto de leche, uno de coco, azúcar y $12.000 para pagar un arriendo, nació el 10 de julio de 1984 Copelia, un dulce internacional.
La oportunidad llegó por los caminos de la vida de Jorge Humberto Cano, el hijo menor de Jaime y Julia Hoyos.
Él solo quería ser físico, pero en la búsqueda de cumplir ese sueño, se le atravesó un motivo para quedarse por siempre en el corazón de los colombianos.
Sin embargo, cuando su papá se enteró de los planes de la física, le quitó todo el apoyo económico.
Y esa fue precisamente la oportunidad perfecta para que Jorge junto a su hermano Jaime, sacaran adelante el negocio que se convertiría en la vida de la familia Cano Hoyos.
Todo se remonta al año 1983, en una casa de dos pisos del barrio Prado en Medellín, cuando Jorge se enteró de que había pasado a la Universidad de Antioquia, pero no tenía cómo sostener sus estudios.
Entonces comenzó a buscar salidas: vendió camisetas, crió perros, y un día encontró una cafetería que estaba en venta en el barrio La América, al occidente de la ciudad. Se llamaba Copelia y vendían empanadas, pasteles de pollo, pan y panelitas.
En ese momento, la chispa de negociante que tenía Jorge se encendió.
Le comentó a su hermano Jaime la idea y llegaron a un acuerdo con las dueñas de la cafetería Copelia para comprar el local bajo la condición de que también les enseñaran a hacer las panelitas, la especialidad de la casa.
El reto estaba en conseguir los $300.000 para cerrar el negocio en ese momento. Su papá giró un cheque y nació lo que años después se convertiría en un símbolo de la cultura y la nostalgia paisa.
Los primeros activos de la empresa fueron el azúcar, la leche y el coco. Los hermanos Cano sentían que lo tenían todo. Y aunque nadie le veía potencial, Jorge no dejó de creer y se contactó con su hermano Luis Fernando, quien viajó desde Estados Unidos para asociarse y formalizar la nueva empresa a la que llamaron Copelia S.A.
Se repartieron roles: Jaime se quedó con la producción, Jorge siguió administrando el negocio y Luis Fernando tomó el mercadeo.
Desde ese momento, pensaron en mejoras para los procesos porque a la semana producían alrededor de 700 panelitas, pero gracias al ingenio de los hermanos Cano, lograron construir dos máquinas que no existían en ese momento en Colombia y pasaron de lo artesanal a lo tecnológico.
Y en 1987 se inventaron una máquina para encontrar el tamaño perfecto de la panelita, además, encontraron la forma de empacarlas de manera individual y para 1994 desarrollaron la primera flowpack del país.
La empresa iba viento en popa, tanto que dos años después, en 1996, tuvieron su primera exportación hacia Venezuela. Y en 1999 llegaron a Estados Unidos.
Desde el año 2015, las panelitas Copelia pasaron a formar parte de la empresa caleña Productos Yupi, donde crecieron internacionalmente.
Ahora se venden en grandes cadenas de supermercados, los insumos como el arequipe y la leche condensada se venden a otras empresas.
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Ya superan los 100 millones de panelitas vendidas y tienen presencia en Venezuela, Estados Unidos y España.
Lo más importante es que siguen siendo la compañía perfecta para una mazamorra o el postre de una bandeja paisa