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Una gran labor: las Fuerzas Militares funden las armas de la guerra para construir viviendas

Las Fuerzas Militares de Colombia y la siderúrgica Gerdau Diaco construyen casas a familias vulnerables con el acero que extraen de la fundición de armas decomisadas.

  • En 2023 serán entregadas cuatro casas más en Tuta, Boyacá. Foto: Cortesía.
    En 2023 serán entregadas cuatro casas más en Tuta, Boyacá. Foto: Cortesía.
24 de enero de 2023
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Las Fuerzas Militares decomisan unas 23.000 armas cada año. Pistolas, revólveres, fusiles, carabinas, ametralladoras, subametralladoras, morteros y lanzacohetes. Armas que fueron empuñadas y disparadas por guerrilleros, paramilitares o simples delincuentes.

Cerca de 164.000 de estas armas —testigos de grandes y pequeñas guerras— han sido fundidas desde 2018 por la siderúrgica Gerdau Diaco —dedicada a la producción y comercialización de esta aleación—, una empresa que las convierte en acero reciclado. Desde 2021, ese acero se está transformando en la estructura de casas.

Las armas que las Fuerzas Militares deben destruir por orden del Decreto 2535 de 1993 —y que son llevadas hasta Tuta, Boyacá, para ser destruidas— han dado forma a cuatro casas en los municipios de Sotaquirá y Belén, en el mismo departamento.

Desde 1992 han sido destruidas 646.684 armas y el material obtenido con sus fundiciones se ha empleado en la construcción de monumentos a la memoria histórica y obras civiles, pues no se les encontraba otra labor; sin embargo, ahora están en la construcción de viviendas de interés social.

En estos dos pueblos de Boyacá, las familias beneficiarias del proyecto de vivienda “Transformando Armas en Esperanza” han contado con el apoyo de la alcaldía a través de la mano de obra, y el respaldo para acceder a los terrenos donde edificar las casas, además de los materiales faltantes para su construcción.

Destrucción de las armas

La respuesta de Mauro Roberto de Castro Junior, director de operaciones en Gerdau Diaco, sobre cómo se destruyen las armas, es sencilla y contundente. “Llegan las armas, la chatarra. Tenemos un proceso de preparación de esta chatarra: la limpiamos, separamos los materiales que no pueden ser aprovechados. Después pasamos esa chatarra a un horno eléctrico que hace la fusión de toda esta carga metálica hasta producir unos palanquines, es decir, un proceso que consiste en colocar energía eléctrica sobre el material a una temperatura en horno de cerca de 1.350 hasta 1.600 grados, y así fundir toda la carga”. El producto final es acero reciclado.

La aleación que se obtiene la guardan en las instalaciones de la empresa transformadora, mientras llega el momento de entregarlo a la Alcaldía. Estos procesos de construcción y de entrega pueden tardarse entre 10 y 11 meses. Las familias beneficiarias deben pertenecer a los estratos más bajos, y que no cuenten aún con una casa propia.

“En nuestra alianza nosotros proveemos el acero necesario de acuerdo con la capacidad que tenga el municipio para desarrollar el proyecto, y que también tenga todos los demás materiales para la construcción de las casas”, dice De Castro.

Para este 2023, serán construidas cuatro casas más en Tuta, Boyacá, “porque es el lugar en donde actualmente las Fuerzas Militares destruimos las armas, entonces el siguiente paso es beneficiar familias allí —dice el coronel Miguel Ángel Gracia, del departamento de Control y Comercio de Armas, Municiones y Explosivos de las Fuerzas Militares de Colombia— Para nosotros, es grato saber que una familia puede disfrutar de una casa, y que estén fundamentadas en este tipo de material”.

Casas hechas con acero reciclado

Martha Silva y su familia recibieron su casa el pasado 5 de marzo de 2022, en la vereda Bosigas Norte, en Sotaquirá, Boyacá. En un video que fue grabado el día en que muchas armas fueron destruidas, se la ve con sus grandes ojos verdes, y sus mejillas rosáceas dando las gracias, habla sobre lo esperanzador que le resulta este proyecto: “Me siento muy feliz con mi familia, mi padre, mi sobrino, que somos los directos beneficiarios, que gracias a las Fuerzas Militares y Gerdau Diaco ahora tenemos nuestra casita, y que esas armas que hacían mal, que mataban gente, porque eso era lo que hacían, ahora estén convertidas en hierro para casas”.

Su padre fue el beneficiario principal, Juan Inocencio Silva, un adulto mayor que se dedicaba a las labores del campo, pero que tras sufrir un grave accidente hace año y medio, no pudo seguir trabajando. Así que uno de sus hijos, decide pedir apoyo a la Alcaldía de Sotaquirá, para construirle una casa a su padre.

“La casa es de diez por siete metros, tiene tres habitaciones, sala, comedor, cocina, un baño, un cuarto de ropas, y un lavadero afuera de la casa. Además de que Diaco puso todo lo que era de metal, entre eso puertas y ventanas, y se demoró seis meses”, cuenta.

También relató que “con un polvito que sale de fundir la chatarra, y eso se llama escoria. Nos regalaron de esto para echarle al piso, porque era de tierra. Entonces cuando eso se secó queda parecido al cemento. Con eso también se hacen unos ladrillos, y con ellos hicimos el lavadero, y el techo. Todo eso es producto de lo que sale con la incineración de las armas”, explicó Silva.

Martha es quien está al cuidado de su padre, sus hermanos le envían dinero para cubrir algunos de sus gastos. Sin embargo, como lo explica ella, “para sobrevivir” no es suficiente, así que se dedica a diversas labores, entre ellas al engorde de animales como pollos y ovejas para el consumo y la venta. También cuida adultos mayores y niños.

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