Política y fútbol son dos temas que dicen que no hay que debatir en la mesa. Sin embargo, están más relacionados de lo que se cree y así lo confirma un episodio que, además, fue tratado como un problema de seguridad nacional.
Mientras corría el primer mes de gobierno de Iván Duque y las relaciones diplomáticas con el gobierno venezolano de Nicolás Maduro estaban rotas, las selecciones de fútbol de ambos países competían en un escenario deportivo que días antes era calificado como uno de los más seguros de Estados Unidos.
Colombia vs Venezuela es el encuentro de balompié más importante para estos dos oncenos; es un clásico dado el origen histórico común de las dos naciones –a las dos las liberó Simón Bolívar e hicieron parte de la Gran Colombia–. Se han enfrentado en la cancha más de 40 veces, siendo la escuadra cafetera, la nuestra, la más ganadora. No es tan importante cuál sea la sede del cotejo, el nombre de la competencia o si es un amistoso, este partido siempre es una final que se debe jugar hasta el último minuto.
El 7 de septiembre de 2018 la sede era el Hard Rock Stadium, en Miami, una ciudad que alberga una gran colonia de latinos con origen en Cuba, Colombia, México y Venezuela, y –a diferencia de los anteriores partidos– este estuvo rodeado de tensión para los organismos de seguridad de la Casa Blanca, que veían la probabilidad real de que se diera un ataque por parte de grupos extremistas. Esto quedó consignado en un documento de la Agencia de Seguridad del Suroeste de la Florida (Southeast Florida Fusion Center), que permaneció clasificado durante cuatro años y acaba de ser encontrado dentro de la filtración de los “Blueleaks”, que realizó el movimiento de hackers Anonymous.
La alarma estaba fundada en antecedentes como el clásico que se jugó en el estadio de San Cristóbal (Estado Táchira), celebrado poco más de un año atrás a esa fecha, en agosto de 2017. Allí, los hinchas gritaban “este gobierno se va a caer”, arenga que dejó mal parado a Maduro, pues el cotejo tenía un público amplio a nivel mundial. Una semana antes, el gobernador del Táchira había publicado en Twitter audios sobre cómo la oposición al gobierno planeaba realizar un ataque en la cancha donde se cumpliría la cita para la clasificación al Mundial de Rusia 2018.
Adicionalmente, ya los terroristas se habían hecho sentir con una bomba en el Manchester Arena, durante un concierto de Ariana Grande, ocasionando la muerte de 22 personas y dejando heridas 116 más. También estaban frescos los atentados en Francia, perpetrados entre 2015 y 2016. Y en junio de ese mismo año habían cancelado un amistoso entre Argentina e Israel que se iba a jugar en Jerusalén por temor a que se hiciera realidad un atentado.
“Los estadios de fútbol o eventos que convoquen la aglomeración de una gran cantidad de personas siempre está en riesgo de ser una posible catástrofe”, indica el documento recién desclasificado a la fuerza.
De acuerdo con el informe, el grandioso operativo de vigilancia desplegado por la policía de Miami incluía cámaras de reconocimiento facial y detectores de metales en las entradas al estadio, lo mismo que seguimientos a tuits y cuentas de redes sociales que se manifestaban en contra del dictador Maduro.
Así mismo, destaca que la llegada de jugadores como Falcao García, Juan Fernando Cuadrado y David Ospina era motivo de preocupación por la manera de conservarles su integridad, dada la gran cantidad de seguidores que movilizaban entonces y siguen movilizando, y podían ser blanco de los terroristas.
Llego el día del juego. Fueron 90 minutos de un partido muy cerrado. La vinotinto inicio ganando desde el minuto 4 con gol del centrocampista Machís. Solo en el minuto 55 la tricolor cafetera pudo igualar el marcador con un tanto de Falcao. El empate parecía inevitable, pero al último minuto Chará marcó la diferencia, permitiéndoles a los colombianos embolsillarse la victoria. El cierre transcurrió con normalidad. No hubo mayor altercado, ni mucho menos una tragedia terrorista, como se temía.