Las patrullas del Ejército que llegaron de sorpresa durante la recaptura del narcotraficante alias “Pichi”, en el municipio antioqueño de Copacabana, no pretendían entorpecer el operativo policial, sino atender un llamado de la comunidad, que las alertó sobre un presunto secuestro.
Así lo aclaró la Institución castrense, respecto a un caso que generó una polémica confusión entre dos agencias de la Fuerza Pública y que, por fortuna, no terminó en un tiroteo entre uniformados.
En diálogo con EL COLOMBIANO, el coronel Jorge Niño Saavedra, comandante del batallón Pedro Nel Ospina, adscrito a la Cuarta Brigada, explicó lo sucedido en la madrugada del 9 de diciembre de 2024, el día en el que fue detenido el prófugo Óscar Camargo Ríos (“Pichi”), un jefe criminal de Santander.
“A las 4:15 de la madrugada le llegó un mensaje de Whatsapp a nuestro jefe de la patrulla motorizada, de parte de un habitante de la vereda El Noral, de Copacabana, donde nosotros tenemos jurisdicción y un programa que llamamos ‘Plan de Buen Vecino’, en el que la comunidad nos reporta actividades sospechosas”, expresó el oficial.
El ciudadano comentó que había visto varios vehículos extraños rondando el área, y le pidió a los militares que fueran para evitar un posible secuestro.
La misión fue autorizada por el coronel Niño y seis soldados en tres motocicletas partieron hacia la zona, a atender ese llamado.
Como evidencia, el oficial mostró dicho mensaje de Whatsapp, y también ofreció el testimonio de uno de los soldados que acudió a ese llamado.
Según su explicación, en ese momento los soldados desconocían que se trataba de una operación encubierta de la Policía para recapturar a “Pichi”, quien estaba escondido en una de las fincas de recreo de El Noral, después de haberse fugado de la detención domiciliaria de un apartamento de Medellín, el 10 de octubre anterior.
Tal cual informó este diario, en el allanamiento participaron agentes de la Sijín, la Dijín y el Grate. Arrestaron al delincuente y a dos escoltas, y les incautaron tres armas de fuego.
Cuando se aprestaban a salir en la caravana de vehículos, se extrañaron al ver a unos soldados que nadie llamó como apoyo, por lo que les pareció sospechosa la presencia y temieron un intento de rescate del cabecilla, según le expresaron algunos de los participantes a EL COLOMBIANO.
El punto de vista de los militares fue distinto. “Cuando llegaron nuestras patrullas, encontraron a unas personas vestidas de civil, en dos automóviles Renault Logan y una camioneta tipo van que decía ‘ruta escolar’. Les dijimos que se identificaran, pero estaban de afán, dijeron que eran de la Policía, sin más datos, se subieron a los carros y arrancaron”, recordó el coronel.
El trayecto fue tensionante. De un lado estaban los policías, creyendo que estaban tratando de arrebatarles al detenido; y del otro, los soldados, intentando verificar que no fuera un secuestro, como reportó el ciudadano que los llamó.
“Les pedí a mis soldados que siguieran la caravana, hasta verificar que efectivamente se trataba de policías en una actividad legal”, narró Niño.