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Exactamente un año después de que los establecimientos educativos en el país cerraran sus puertas, apenas el 4,7% de los estudiantes de colegios públicos (y no hay datos de los privados) ha regresado a las aulas, según cifras del movimiento #LaEducaciónPresencialEsVital.
La Unesco ha pasado de las recomendaciones técnicas a los mensajes de indignación ante la poca respuesta de los gobiernos latinoamericanos para devolverle la presencialidad a los estudiantes. En medio de una lenta incorporación de la alternancia, niños, niñas y jóvenes en el país se preparan para un nuevo receso, en Semana Santa, con la promesa en varias zonas del país de un posterior retorno a las aulas.
Aunque los impactos negativos que ha dejado la pandemia en la educación aún no se dimensionan completamente y la ansiada normalidad asoma lejana, el director del Instituto Merani y una de las voces más autorizadas en materia de educación en Colombia y la región, Julián de Zubiría, manifestó en diálogo con EL COLOMBIANO que es posible que todos los traumatismos en educación que se viven hoy, sean el punto de partida de cambios positivos y esperados durante años en el país.
Profesor, ¿a qué escuela volverán los estudiantes?
“Yo creería que perdimos el año si volvemos a la misma escuela, si no aprovechamos este año para repensar la educación, si seguimos la ruta que ha mostrado que los niños, los jóvenes en nuestro país no logran ser impactados por la escuela; no alcanzan a aprender a leer, a escribir, a comunicarse adecuadamente con los demás, a argumentar y desarrollar ciertas competencias ciudadanas. Sabemos que en general desde niños los colombianos no logramos confiar en los demás, estamos en la cola del mundo entre los países cuyos ciudadanos menos confían entre sí. A veces las sociedades necesitan ciertas circunstancias muy excepcionales para avanzar, y yo creo que eso es lo que va a pasar, que esta es una buena oportunidad para que la educación vuelva a tomar la senda que nunca debió perder, es decir, recuperar su deber de formar –como decía Agustín Nieto Caballero– en lugar de instruir, enseñar a pensar en lugar de transmitir información. Creo que al final aprovecharemos este contexto tan extraño para repensar la educación y desarrollaremos algunos cambios que nos han tomado décadas llevar a cabo”.
¿Cómo trabajar las llamadas competencias blandas (relacionadas al desarrollo de la inteligencia emocional y habilidades sociales) en un contexto educativo como el nuestro que tiende a encasillar el aprendizaje en materias y currículos?
“El problema es que el enfoque que ha tomado el país es bastante contrario al que han tomado los países que han avanzado realmente. Seguimos creyendo que con más asignaturas se van a resolver los problemas. Entonces, hay un problema de tránsito y movilidad y crean una cátedra de educación vial; se habla de la necesidad de reconciliación y crean una cátedra de paz, de inclusión social, etcétera. Y esto es un enfoque, más o menos, del siglo 19. Lo que está haciendo Finlandia es exactamente lo contrario a lo que nosotros hacemos. Ellos dijeron: eliminemos las asignaturas y dediquémonos a desarrollar las competencias de lo fundamental. Eso mismo hizo el Instituto Merani desde hace 33 años; recogió todas las materias y áreas para dedicarse a solo tres cosas: pensar, comunicar y convivir. En síntesis, el Ministerio de Educación está equivocado y el país está equivocado, porque si uno tiene 15 asignaturas es apenas lógico que no logre un impacto en los estudiantes, porque hay 15 profesores cada uno tirando por su lado, y lo que necesitamos es lo contrario, que esos 15 docentes formen equipo y trabajen diferentes contenidos, pero con el mismo objetivo: por ejemplo, fortalecer la solidaridad o la empatía. Esto necesita es un cambio de paradigma que tristemente el Ministerio no ha querido liderar”.
¿Qué rol va a cumplir la virtualidad en el futuro?
“La virtualidad se va a quedar porque tiene múltiples ventajas como interactuar con personas en lugares distantes o que un profesor le pida a sus estudiantes subir un trabajo, y el docente lo revise inmediatamente y todo el curso pueda ver los comentarios realizados a cada uno de los trabajos, en un mecanismo de socialización abierto que se conoce como aprendizaje sincrónico, es una experiencia brillante. No obstante, las ventajas de la presencialidad no solo son completamente diferentes sino que son más importantes, porque la educación está ligada a la interacción: un partido de fútbol, un debate de un grupo, una mesa redonda, unos muchachos tirados sobre el pasto hablando sobre la vida son experiencias insustituibles. En esos términos, creo que la virtualidad será un buen complemento”.
¿En este contexto de cambios el educador sí está comprendiendo el papel que se requiere de él?
“Lo que pasa es que los sistemas de formación en el país también son del siglo 19, totalmente rutinarios. Además, los futuros docentes no se están formando bien en competencias de lectura, razonamiento numérico y habilidad argumentativa, y menos que estaban preparados para educar en virtualidad. El problema de fondo es que las universidades están desligadas de los colegios, hay una ruptura. La formación individual de un docente que va a una universidad a hacer una maestría no sirve para nada. La formación tiene que ser colectiva; es decir, el colegio no puede ir a la universidad sino que la universidad debe ir al colegio, y que sea una formación situada (esta se basa en el acompañamiento entre pares, el diálogo y la crítica, a través de estrategias que se organizan en torno a las prácticas de aula y se plantan problemáticas propias de las instituciones y las comunidades educativas), mientras eso no pase la formación para educar seguirá en pañales, y para que eso ocurra el Gobierno tiene que sentarse a trabajar con las facultades, hacer investigación”.
¿Es posible que estos traumatismos vividos lleven a un desencanto definitivo y que un número considerable de familias opte por modelos alternativos como homeschooling, que prescinden totalmente de las escuelas?
“Pues hay un cúmulo de situaciones: un gobierno que no invierte lo suficiente en infraestructura, niños que no tienen conectividad, comunidades educativas enteras que no pudieron continuar con sus procesos. De manera que es muy posible que aparezcan opciones que no son realmente buenas –como la escuela en casa– porque la educación es un proceso de socialización, los estudiantes necesitan interactuar con varios profesores y grupos diversos de compañeros. Creo que esta sería una muy mala idea, pero desafortunadamente en situaciones de crisis aparecen soluciones que se muestran como favorables y creo que muchas familias podrían tomar esa ruta bajo el panorama actual”.
¿Es justo decir que cuando se debate sobre colegios seguros para el regreso de estudiantes –sobre todo en establecimientos públicos–, se habla mucho de necesidades de infraestructura y poco o nada de atención psicosocial y estrategias para garantizar entornos protectores?
“Aunque ha perdido tiempo valioso el Estado aún puede lograr una atención más integral en medio del retorno paulatino a las aulas. El apoyo emocional y sicológico en los colegios públicos ha sido históricamente desatendido. Y este es un momento en que no importa tanto si un muchacho está rindiendo en física, química o matemática, sino que es necesario hacer énfasis en la emocionalidad, en el conocimiento de sí mismos, y si en infraestructura la respuesta del Gobierno ha sido insuficiente, en la atención sicosocial ha sido nula. Para ser justos, tampoco los profesores han respondido a lo que los estudiantes requerían en medio de este año tan raro”.
¿Qué dice de nosotros como sociedad el hecho de que a pesar de la evidencia contundente del poco riesgo que aportaban las escuelas a la transmisión del virus y, en cambio, los profundos daños que podría causar en niños y jóvenes las familias, la opinión pública y los gobernantes le cerraran la puerta al oportuno regreso?
“En buena medida es comprensible la reacción de las familias que fue producto del temor y las dudas ante unos mensajes de incertidumbre que les enviaba el Gobierno. Colombia fue calificado en el puesto 96 como uno de los tres países con peor manejo de la pandemia (según el Instituto Lowy). Yo entiendo la reacción de los padres, además porque no creo que el Gobierno haya hecho lo suficiente para tranquilizar a la población. Pero tampoco creo que el magisterio actuó correctamente. Entonces, los padres quedaron en medio de esas dos posturas equivocadas; una que ordenaba volver sin ofrecer la confianza suficiente y la otra que se cerró a toda posibilidad de consenso”.
Con todo este panorama que plantea parece casi una contradicción la conclusión positiva que manifestó en la primera respuesta...
“La sociedad muchas veces avanza a la brava –como se dice– La historia nos ha mostrado que tras el final de varias guerras, por ejemplo, las sociedades han dado grandes saltos en invención y tecnología. A veces un país, una sociedad, necesita que se le sacuda. Veníamos con una muy mala relación con la naturaleza y durante este año hemos visto evidencia y decisiones basadas en dicha evidencia para corregir y contrarrestrar nuestros males causados a la naturaleza. En el caso puntual de la educación, los padres habían estado distantes del proceso educativo, suponían que era una tarea netamente del colegio y este año les tocó a ellos participar activamente. Claro, esto tuvo una carga negativa sobre el ámbito laboral de las madres principalmente por el tiempo que demandó, pero tiene efectos muy positivos y es que los padres entraron a los colegios y los profesores a los hogares, y esa interrelación que se logró va a ser muy importante en el mediano plazo, como también lo será la notoriedad que alcanzó el papel del educador. Vimos la necesidad de darle más valor al trabajo que realizan. Aunque hay un atraso histórico vemos que están emergiendo un número considerable de propuestas, de enfoques que plantean y ejecutan cambios progresivos. Por eso creo que definitivamente este momento nos traerá cambios positivos a mediano plazo en nuestra educación”
millones de estudiantes de colegios públicos llevan un año sin ir al colegio: Ministerio