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Todos los seres humanos duermen: es necesario para reparar los tejidos nerviosos, asimilar la información de cada día y, en general, mantener el cuerpo saludable para que pueda ejecutar todas sus funciones, así lo ha declarado la Organización Mundial de la Salud, que ha insistido en que dormir no es un placer, si no una necesidad para que el cuerpo funcione como debe.
De hecho, en ese mismo informe titulado Trastornos del sueño afectan la salud mental y física, publicado en 2018, la OMS asegura que dormir poco, o mal, puede reducir los reflejos, disminuir la capacidad de concentración y generar problemas de apetito y gástricos, siendo esas las consecuencias más leves a corto plazo.
Pese a ello, “pocos nos preocupamos por medir la calidad de ese sueño y si es reparador o no. Incluso, a veces presentamos síntomas de malestar que son fruto de un mal dormir, pero no podemos saberlo si no lo estamos monitoreando”, dice Sara Ramírez, gerente de proyectos del Grupo de Investigación en Bioinstrumentación e Ingeniería Clínica (Gibic), adscrito a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia.
Justo a ese conjunto de necesidades le apunta el Smart Bedding, un desarrollo tecnológico creado por los investigadores del Gibic capaz de analizar los elementos externos que pueden estar afectando su tiempo de descanso y de entregarle un balance diario de cuántas horas durmió, a qué profundidad, qué lo incomodó o qué estuvo a su favor, entre otras cosas.
“Es una sábana que se pone sobre el colchón y que tiene unos sensores de presión y de movimiento. Puede medir la presión del cuerpo sobre el colchón, la temperatura, la humedad, los ronquidos de la persona y la frecuencia respiratoria. Todo esto conectado a una aplicación móvil que entrega un balance y arroja las causas de las incomodidades para que el cliente encuentre el modo de solucionarlas”, resumió el director del Gibic, Alher Mauricio Hernández.
El recorrido para llegar a este punto de desarrollo tecnológico comenzó en 2009, cuando el Gibic patentó un primer sensor que servía para identificar el tipo de arco del pie, “es decir, si uno tenía pie plano, arco normal o arco alto. Ese primer dispositivo se vendió en Estados Unidos y en Colombia y fue usado en múltiples escenarios, sin embargo, nos dimos a la tarea de crear algo más”, dijo Hernández.
Con ese avance, entre 2015 y 2018, el grupo de la U. de A. desarrolló otra sábana enfocada en prevenir úlceras por presión. Dicha herramienta era para uso clínico e indicaba si un paciente había permanecido mucho tiempo apoyado sobre alguna parte del cuerpo y generaba una alerta de que debía ser movido. Así, según explicó Hernández, se podía evitar que se generaran heridas en la piel y, por ende, que disminuyeran los índices de infección en las clínicas y hospitales.
Sin embargo, ese último contaba con la desventaja de que era demasiado costoso para uso hospitalario, por lo que no fue exitoso en el mercado.
Así las cosas, fue después de dos inventos y más de 12 años de trabajo que surgió el Smart Bedding, un aparato eléctrico que, según asegura el ingeniero de investigación y desarrollo, Fabián Castaño, es imperceptible a la hora de dormir, lo que lo diferencia de otras herramientas tecnológicas que también miden la calidad del sueño, como los relojes y manillas inteligentes.
Pero, “además de ese precio competitivo, el producto tendrá características únicas, como el sensor de presión sobre el colchón o los micrófonos capaces de capturar qué número de veces roncó, y a qué horas; o de identificar sonidos externos específicos que interfieren en la calidad del descanso”, afirmó Castaño.
Además, todo esto estará conectado a una aplicación móvil que permitirá llevar registro y evaluar cada ciclo de sueño.
Para cumplir con esas funciones, la sábana inteligente está equipada con 192 sensores de presión, dos micrófonos, un sensor de temperatura y humedad y un sensor de movimiento. Incluso, se espera que, a futuro, se pueda desarrollar una nueva versión del producto que también evalúe la calidad del aire.
Por ahora se sabe que, cuando el producto empiece a ser comercializado, tendrá un buen público objetivo que duerme poco o mal y que no entiende el porqué. Según la encuesta Global del Sueño, realizada a 13.000 personas por KJT Group para la multinacional Phillips y publicada en diciembre de 2019, el 51 % de los entrevistados no estaban a gusto con su forma de dormir, y, de ese total, el 53 % desconocía las razones.
Así las cosas, el Gibic pretende arrojar información importante para que el usuario modifique los elementos del entorno que estén perturbando su buen dormir y “adopte el Smart Bedding como un electrodoméstico más del hogar necesario y útil”, concluyó Hernández.
En todo caso, la patente estará a nombre de la Universidad de Antioquia, que se beneficiará de los recursos obtenidos de la venta del Smart Bedding en el plano nacional e internacional