Los vagones del ferrocarril que llegaron cargados por grúas en 1979 y que durante 40 años fueron la biblioteca del barrio hoy quedaron cercados por una reja.
Tras casi un año de conversaciones entre la Alcaldía de Medellín, la Arquidiócesis y los habitantes del sector, la filial de la Biblioteca Pública Piloto (BPP) en la comuna 5 de Medellín finalizó su traslado al primer piso del Coliseo multipropósito Inder de Florencia.
Aún cuando los vecinos alegaron de la necesidad de no perder los vagones, esto no bastó para mantener la sede en un predio que no era propiedad del Estado.
Para Carlos Julio Atehortúa, operador en la Filial, todavía no es posible medir el alcance que ha tenido esta reubicación. A la casa de 8.500 libros, (llamada también “Carlos Castro Saavedra”) apenas están regresando los estudiantes que comenzaron sus clases esta semana.
Pero contó Atehortúa, eso sí, que muchos vecinos del barrio Florencia siguen reacios a la nueva sede. Le comentan que es el último rincón del sótano del Inder, donde la luz del sol apenas alcanza para iluminar la mitad del recinto. “Además los vagones eran un símbolo de identidad cultural y esos recuerdos no se quitan fácilmente”.
Todo en la nueva biblioteca es un llamado a la nostalgia. Las pantallas del computador tienen la foto de las cajas metálicas cedidas en los 70 por ferrocarriles Nacionales. El adhesivo de las paredes recupera la fachada de los vagones, una fotocopia de cómo se veía antes. El almendro que sobrevivía en el centro de la antigua sede no está más, porque allí no hay zonas verdes, así que intentaron recuperar un poco de esa idea en algunas pinturas de árboles sobre los muros del coliseo.