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El camino es largo antes de llegar a Necoclí. Eso lo sabe Soter Ulysse, uno de los 5.360 migrantes que han pasado por las terminales de la ciudad en la última semana. Este haitiano dejó su isla hace cuatro años y se instaló en Chile, pero el país del sur era solo una parada. Hace nueve días empacó maletas de nuevo y emprendió ruta hacia Colombia, con el ánimo de llegar a Estados Unidos.
Aunque el flujo de migrantes como Ulysse no es una novedad, el fin de semana pasado hubo un punto de quiebre, según Richard Serna, gerente de Terminales Medellín. El funcionario relató que entre el viernes 13 y el lunes 16 de agosto llegaron 2.630 migrantes a la Terminal del Norte. Ese número disparó las alarmas, pues superó los 2.000 que se registraron entre el 6 y el 12 de agosto.
Hasta ayer, era de casi 500 el promedio de haitianos y cubanos que a diario ingresan a esa terminal de transporte para buscar un tiquete y embarcarse, luego, hacia el Urabá. Su propósito es dominar a pie las estribaciones del Darién o cruzar en lancha el mar Caribe, hasta llegar a Panamá, otra de sus tantas paradas.
Este panorama llevó a que la Gerencia de Terminales, en articulación con la Personería de Medellín, la Superintendencia de Transporte y Migración Colombia, instalara una mesa de seguimiento para garantizar los derechos de los migrantes que atraviesan la región. Más cuando, en lo que va del año, 32.824 no nacionales han tomado la ruta, no siempre segura, que hoy transita Ulysse.
Este panorama llevó a que la Gerencia de Terminales, en articulación con la Personería de Medellín, la Superintendencia de Transporte y Migración Colombia, instalara una mesa de seguimiento para garantizar los derechos de los migrantes que atraviesan la región. Más cuando, en lo que va del año, 32.824 no nacionales han tomado la ruta, no siempre segura, que hoy transita Ulysse.
Un viaje trágico
El paso de migrantes haitianos y cubanos por Colombia no es nuevo. Fue el represamiento de más de 10.000 personas en Necoclí lo que hizo que el país pusiera sus ojos en esta ruta, afirma Ulysse: “Este camino lleva muchos años. Lo que pasa es que ahora la gente está saliendo más porque es un poco más fácil el ingreso a Estados Unidos. Ya no está Donald Trump en el gobierno”.
Esa situación, sumada al endurecimiento de las políticas migratorias en algunos países de Suramérica, explica la cantidad de migrantes que hoy ingresan, minuto a minuto, a la Terminal del Norte, complementa Yoanel Acea, cubano que dejó su país hace tres años y se asentó en Uruguay.
Ulysse y este último no solo coinciden en la lectura del fenómeno migratorio que protagonizan. Aunque el primero salió de Santiago de Chile y el segundo de Montevideo, ambos llegaron el mismo día a Medellín y lograron comprar un tiquete para Necoclí en menos de una hora.
Ese tiquete, sin embargo, es solo una parada en la mitad del camino que los lleva al norte, cuenta Ulysse, quien aclara que, pese a tener un trabajo en Chile, el dinero que ganaba no alcanzaba para asegurar un mejor futuro. “Como en Estados Unidos se gana en dólares, uno puede mandar plata pa’ la isla, además de asegurar su vejez”.
Eso, comenta Acea, lo vale todo, incluso arriesgar la vida. Este y sus compañeros de viaje fueron asaltados antes de ingresar a Colombia: “Nosotros venimos de paso, oíste, pidiendo que nos dejen pasar para seguir nuestro camino. Pero eso es casi imposible. A mí me pusieron un revolver en la cabeza y me quitaron todo”. Eso sucedió en Tumbes, Ecuador, paso obligado antes de llegar a Nariño.
Ese punto, precisamente, es el que permite que los migrantes desemboquen en Medellín, expone Serna, de la Gerencia de Terminales. Una vez en Ipiales, estos se trasladan hasta Pasto y llegan a Cali. Desde allí hacen conexión directa con Medellín: “Acá todo está más organizado. Uno llega, va a las taquillas y, en pocas horas, consigue tiquete para Necoclí”, describe Ulysse.
En el sur del país la situación es más compleja, según el migrante cubano: “En Pasto hay muchos migrantes tirados en la calle. Están locos por salir y no pueden lograrlo. La frecuencia de los viajes es menor y a unos se les acabó la plata”.
Un viaje trágico
El paso de migrantes haitianos y cubanos por Colombia no es nuevo. Fue el represamiento de más de 10.000 personas en Necoclí lo que hizo que el país pusiera sus ojos en esta ruta, afirma Ulysse: “Este camino lleva muchos años. Lo que pasa es que ahora la gente está saliendo más porque es un poco más fácil el ingreso a Estados Unidos. Ya no está Donald Trump en el gobierno”.
Esa situación, sumada al endurecimiento de las políticas migratorias en algunos países de Suramérica, explica la cantidad de migrantes que hoy ingresan, minuto a minuto, a la Terminal del Norte, complementa Yoanel Acea, cubano que dejó su país hace tres años y se asentó en Uruguay.
Ulysse y este último no solo coinciden en la lectura del fenómeno migratorio que protagonizan. Aunque el primero salió de Santiago de Chile y el segundo de Montevideo, ambos llegaron el mismo día a Medellín y lograron comprar un tiquete para Necoclí en menos de una hora.
Ese tiquete, sin embargo, es solo una parada en la mitad del camino que los lleva al norte, cuenta Ulysse, quien aclara que, pese a tener un trabajo en Chile, el dinero que ganaba no alcanzaba para asegurar un mejor futuro. “Como en Estados Unidos se gana en dólares, uno puede mandar plata pa’ la isla, además de asegurar su vejez”.
Eso, comenta Acea, lo vale todo, incluso arriesgar la vida. Este y sus compañeros de viaje fueron asaltados antes de ingresar a Colombia: “Nosotros venimos de paso, oíste, pidiendo que nos dejen pasar para seguir nuestro camino. Pero eso es casi imposible. A mí me pusieron un revolver en la cabeza y me quitaron todo”. Eso sucedió en Tumbes, Ecuador, paso obligado antes de llegar a Nariño.
Ese punto, precisamente, es el que permite que los migrantes desemboquen en Medellín, expone Serna, de la Gerencia de Terminales. Una vez en Ipiales, estos se trasladan hasta Pasto y llegan a Cali. Desde allí hacen conexión directa con Medellín: “Acá todo está más organizado. Uno llega, va a las taquillas y, en pocas horas, consigue tiquete para Necoclí”, describe Ulysse.
En el sur del país la situación es más compleja, según el migrante cubano: “En Pasto hay muchos migrantes tirados en la calle. Están locos por salir y no pueden lograrlo. La frecuencia de los viajes es menor y a unos se les acabó la plata”.
Acciones para mitigarlo
Parte de la organización que encontraron estos dos migrantes en Medellín tiene que ver con las acciones propuestas por la mesa creada desde la Gerencia de Terminales. Esta, mediante volantes en francés y español, explica que son tres las empresas de transporte certificadas para hacer los viajes al Urabá. Aunque sus frecuencias son diferentes, el precio que establecen por llegar a Necoclí es similar: hay pasajes desde $80.000 hasta $90.000.
Esta información se ha difundido en otras terminales del país, con el objetivo de que los migrantes lleguen informados a la ciudad y no cedan ante la presión y alza de los pasajes por parte de los transportadores ilegales, precisa Serna.
Pero esta no es la única estrategia de la mesa instalada, según Dayana Vanegas Londoño, personera delegada de Medellín. También se vela por los protocolos de bioseguridad y las condiciones en las que llegan los migrantes, de la mano de la Secretaría de Salud y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar: “Con la Policía, estamos atentos a que estas personas no sean víctimas de explotación sexual o de trata de personas”.
Los migrantes, según Wilson Patiño, director de Migración para Antioquia y Chocó, continuarán siendo registrados en el Sistema de Información para el Reporte de Extranjeros, cuestión que permitirá hacerles seguimiento hasta su llegada a Necoclí.
Pese a ello, el funcionario sostuvo que es probable que, en algún momento, su tránsito sea más lento: “Lo que pasa es que no los podemos dejar represar en Medellín ni en Necoclí. Una vez salen de ese municipio, nos dan cupo para más viajes”. La idea es no trasladar el problema a otro lado, afirma el funcionario.
María Teresa Palacios Sanabria, directora del grupo de investigación en Derechos Humanos de la Universidad del Rosario, evalúa como positivos estos esfuerzos. Sin embargo, es tajante al indicar que estas acciones no son suficientes para afrontar un fenómeno migratorio que es constante en la región.
El asesinato del presidente Jovenel Moïse hace poco más de un mes y el terremoto de 7,2 grados que vivió la isla la semana pasada pueden devenir en más afluencia de migrantes buscando llegar a Necoclí, según la experta. “Hay una tendencia en esta materia a tomar medidas de corto plazo. Eso es un grave error. No solo cuando crecen los flujos es que debe desplegarse la institucionalidad”.
El asunto debe ser repensado desde el Estado central, con una política robusta que no solo se centre en la migración venezolana. Entre tanto, la mesa instalada en Medellín se reunirá quincenalmente, para evaluar nuevas medidas y estar alerta ante violaciones de los derechos humanos.
El paso por Colombia ha sido amable, según Acea. Pero los alcances de las acciones expuestas no llegarán hasta el Darién, tramo que este y Ulysse deberán cruzar, sí o sí, para alcanzar la “libertad”: “Si no encontramos lanchas en Necoclí, vamos a tener que cruzar la selva del Darién a pie. Esa, sin duda, es la mayor prueba: sabemos que allí la muerte aparece por todos lados”.