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Sin visitas, cerros tutelares de Medellín recuperan su paisaje

Mientras la flora se regenera, la fauna transita por espacios a los que antes del encierro les huía.

  • Por estos días, jardineros y guardabosques realizan algunas labores para el mantenimiento y vigilancia de los espacios. De esta forma se controlan también posibles visitantes . FOTO esteban vanegas
    Por estos días, jardineros y guardabosques realizan algunas labores para el mantenimiento y vigilancia de los espacios. De esta forma se controlan también posibles visitantes . FOTO esteban vanegas
Sin visitas, cerros tutelares de Medellín recuperan su paisaje
14 de abril de 2020
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Con una carga superior al millón de visitantes por año según la Oficina del Bureau, el cerro Nutibara debe sentir la presión sobre sus recursos más preciados: la flora y la fauna, que lo convierten en uno de los pulmones naturales de Medellín, junto a los otros seis cerros tutelares: La Asomadera, El Volador, Picacho, Santo Domingo, El Salvador y el Pan de Azúcar, menos visitados pero no por ello menos sometidos a la afectación humana.

Sin embargo, la pandemia les trajo respiro a estos espacios, que dejaron de ser visitados por gente, que aunque no vaya con la intención de hacer daño, su sola presencia genera afectaciones al ecosistema.

El biólogo y directivo de la fundación Con Vida, Edinson Muñoz Ciro, señala que el mayor factor de incidencia en estos ecosistemas es el antrópico (causado por humanos), que genera alteración al hábitat general, destrucción de los recursos, modificación de los servicios a proveer y hasta la eliminación de la fauna.

“En el caso de los cerros tutelares, al no haber ruido ni basuras ni fogatas, la fauna silvestre siente confianza y se moviliza por sus corredores con más tranquilidad, aunque esta clase de fauna ya se ha metido mucho en la ciudad”, señala. Este aspecto, la movilidad, favorece más a los cuadrúpedos y a los mamíferos, que se mueven con más facilidad que los reptiles y ofidios.

Los cerros tutelares proveen a Medellín de más de 180 hectáreas de espacios verdes donde se cuentan más de 1.000 especies de escarabajos, mariposas y hormigas, 31 especies de murciélagos, 18 de roedores, 6 de marsupiales, 4 perros de monte y coatíes, además de micos, tigrillos, pumas y otros mamíferos.

Juan David Sánchez, profesor de Ecología de la Universidad CES, señala que si bien puede ser positivo que estos lugares no tengan presencia de humanos, a corto plazo estos efectos puede que no sean muy visibles, pues de alguna manera la fauna silvestre que habita estos cerros ya está inmersa en la matriz urbana, en los espacios de ciudad.

“A nivel de las laderas sí se facilita que los individuos se muevan con mayor facilidad y que busquen otros sitios para habitar. Saber si habrá cambios de fondo cuando los visitantes regresen requerirá de una medición”, advierte.

Aspectos como el ruido, el olor y la no presencia de mascotas juega a favor de la fauna silvestre. Aunque señala que algunas especies, como las ratas, zarigüeyas y palomas, que reciben mucha provisión de los humanos por los desechos que arrojan, pueden verse afectadas en su dieta diaria.

Su colega también del CES, Estela Quintero, indica que la flora reverdece mejor cuando no hay caminantes, “porque estos al pisar el suelo lo endurecen y en esa capa no crece nada, además de que van cortando hojas y flores y así esta puede crecer más tranquila”.

La ciudad los añora

Desde su apartamento en Belén, la joven Farsury Gallego, que tiene como hábito visitar todos los días el cerro las Tres Cruces, extraña este lugar. Afirma que lo más duro de la cuarentena es no haber podido regresar a este lugar, por el que lloró el año pasado cuando se presentaron dos incendios que quemaron casi diez hectáreas de su bosque.

De este cerro, aunque aún no está integrado a la cadena de cerros tutelares, la alcaldía compró varias de sus hectáreas y lo considera uno de los principales pulmones para el occidente y el sur de la ciudad.

“Para mí es salud, vida, extraño su naturaleza, el deporte al aire libre, y más verlo desde mi apartamento y saber que no puedo ir, me llena de nostalgia”, dice Farsury.

La Secretaria del Medio Ambiente de Medellín, Diana Montoya, expresa que al bajar la carga de personas, con menos ruido de pasos, vehículos y voces, la fauna transita con mayor libertad y “también se pueden favorecer procesos de apareamiento”.

En los cerros, dice, laboran por estos días algunos jardineros y guardabosques que controlan la llegada de personas, en asocio con la Policía y la Secretaría de Seguridad.

El director del Área Metropolitana, Juan David Palacio, aclara que los planes de manejo de las áreas protegidas, entre las que están los cerros tutelares, son coordinados desde las alcaldías. Señala, sin embargo, que “la ausencia humana en estos lugares favorece la restauración de los ecosistemas, pero es un proceso lento, que necesita de muchos años” para verse el beneficio.

Por un lado, la flora se beneficia con una regeneración espontánea y natural de plantas que renuevan el paisaje.

En el caso de la fauna silvestre, “las poblaciones naturales pueden presentar un crecimiento algorítmico, es decir, que según la tasa de crecimiento de cada especie y las alteraciones presa-depredador, regulan su crecimiento poblacional, evitando (incluso) que el tamaño de las poblaciones se desborde” .

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especies de aves tienen presencia en la ciudad: Sría de Medio Ambiente.
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