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¿Niquitao se volvió una temida “sucursal” del Bronx de Medellín?

El incremento de habitantes de calle y de venta de drogas causa preocupación.
Un recorrido.

  • El consumo de drogas en el lugar se evidencia a todas horas del día y en plena vía pública. FOTOS jaime pérez
    El consumo de drogas en el lugar se evidencia a todas horas del día y en plena vía pública. FOTOS
    jaime pérez
  • Desde San Juan con la Oriental hay invasión de habitantes de calle. Foto: Jaime Pérez.
    Desde San Juan con la Oriental hay invasión de habitantes de calle. Foto: Jaime Pérez.
¿Niquitao se volvió una temida “sucursal” del Bronx de Medellín?
15 de septiembre de 2022
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Hay un callejón. Al fondo, una tienda; al lado derecho, un muro de ladrillos que encierra un lote baldío; en la acera, hombres harapientos entre dormidos y despiertos; en las manos de los hombres, pipas de metal sucias, repletas de bazuco; hay un jíbaro, de movimientos rápidos, mirada de reptil, que abre una bolsa; en la bolsa, cientos de dosis de bazuco.

La escena, narrada de manera escueta, podría suceder en cualquier parte del Centro de Medellín. Pero hay que agregar un par de detalles para darle un escenario concreto, inequívoco. Las casas del barrio son viejas, de baldosas de colores, muros anchos y están repletas de gente. En sus interiores se arruman familias enteras que, por la necesidad, viven en habitaciones minúsculas, sin luz, sin aire. Hay indígenas, desplazados, extranjeros. No hay espacio para el error: es Niquitao.

Los problemas de este barrio son viejos, de hace décadas, pero hace unos meses se sumó uno más. Como una diáspora, los habitantes de calle se han ido desplazando del Bronx, en Cúcuta con La Paz, hacia otros sectores. Como ya se ha contado en estas páginas, el Parque Bolívar se vio sumido en las dinámicas del Bronx y ahora hay hombres que se pasan en sus bancas el día y la noche, inhalando sacol, ociosos, jugando juegos de azar.

Esos viejos habitantes del Bronx se han ido subiendo unas cuadras más, conquistando nuevos territorios. Jorge Mario Puerta, director de la corporación cívica Corpocentro, advirtió que hay una “gran preocupación” por esa diáspora. Y es que el desmantelamiento del Bronx parece inminente. El Tribunal Administrativo de Antioquia, en segunda instancia, le exigió a la Alcaldía de Medellín dispersar esa olla de vicio y reparar los daños causados. Aunque el plazo era de cuatro meses, y se cumple este septiembre, todavía no se ha acatado, pero un operativo policial podría estar a la vuelta de la esquina.

Desde San Juan con la Oriental hay invasión de habitantes de calle. Foto: Jaime Pérez.
Desde San Juan con la Oriental hay invasión de habitantes de calle. Foto: Jaime Pérez.

“Cuando el Bronx se destape, se va a dispersar y creemos que Niquitao va a ser de los sectores más afectados. La olla de vicio que hay allí ha crecido mucho en los últimos dos años”, comenta Puerta.

Causa-efecto

La llegada de habitantes de calle a Niquitao, casi hasta formar un nuevo Bronx, se debe, en parte, a la instalación de un Centro Día en San Juan con la Oriental. Pero, como en una bola de nieve, una acción lleva a una reacción. Con el arribo de esta población, en Niquitao han instalado nuevas chatarrerías, varias en los últimos meses. Los principales clientes de ellas son los propios habitantes de calle.

Sebastián García, quien dirige la fundación Viento Fresco, que atiende a 80 niños de Niquitao, ha notado el incremento de esa población: “Acá empezaron a robar los espejos de los carros, cosa que no se veía. Llevo ocho años en la fundación y no me había tocado que se robaran la tapa de un contador, como pasó en estos días”.

Y es que, en efecto, las nuevas chatarrerías han llevado más gente a Niquitao. Afuera de estos negocios se arruman montes de basura o reciclaje. Un hombre, mientras espera a que le acopien su chatarra, fuma un grueso cigarrillo de marihuana y exclama: “¡Qué hay pa´ hacer, pues!”.

Muchos de los que llevan la chatarra a los acopios van luego al callejón en que el hombre de mirada de reptil vende bazuco. La demanda es tal que hacen fila, con orden, para comprar una dosis. La invasión de los habitantes de calle comienza bajo el puente de San Juan, en donde hay carpas instaladas y un mueble mugroso. “Qué chimba de ‘poperazo’”, dice un hombre que pasa por allí.

Sofía Ortiz, la directora de la fundación Padre Alberto Ramírez, que desde hace 25 años opera en Niquitao, lamenta la situación del barrio. “Cada vez llegan más. Ya no hay dónde parquear los carros por la basura”, dice. A unas cuadras de la fundación, un mecánico con 38 años en el barrio, que no quiere dar su nombre por seguridad, comenta que en sus casi cuatro de presencia no había visto tal decadencia en el vecindario.

Niquitao es un nuevo Bronx, no hay duda, y el temor es que empeore una vez se disuelva el de Cúcuta con La Paz. Hace décadas, cosa que ya casi todos olvidaron, hizo parte del llamado Guanteros, que comprendía desde San Ignacio hasta el cementerio San Lorenzo. Zona licenciosa, de excesos y desafueros, borracheras infernales, recuerdan los cronistas. Son otros los vicios que hoy aquejan en sus calles .

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