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Hace más de tres décadas había en Medellín una avenida que parecía que se hubiera escapado de Argentina. El lugar rebosaba de personas y de vida, y el tango, su música y baile, eran los protagonistas. En esas calles hoy solo quedan recuerdos, historias por contar y una nostalgia que la mantiene viva.
Y no se trata de una nostalgia causada por la pandemia, porque basta con pasearse por las calles, observar las dinámicas y conversar con las personas para saber que allí no hubo aislamiento. Cinco meses después de la llegada del virus se han confirmado 2.810 casos y hay todavía 201 activos y 60 fallecidos en esa comuna.
La melancolía se debe más bien a un deseo de aferrarse a un pasado que hace muchos años se marchó, como se marcharon las cantinas, las tangovías y el género musical que convirtió a la carrera 45 en la avenida Carlos Gardel.
Según Evelyn Patiño, arquitecta restauradora de la unidad de Memoria y Patrimonio de Secretaría de Cultura, “la memoria de los lugares siempre permanecerá a través del tiempo, sin importar cambios o transformaciones ”.
Ahora, de los bares de tango que quedan, solo Alaska parece tener peso histórico y todos están en riesgo de no sobrevivir al coronavirus y al olvido de las nuevas generaciones. Pero, para Patiño, “la 45 siempre será un referente patrimonial para la ciudad por ser el sustrato de manifestaciones inmateriales”.
Los demás establecimientos de comercio están también en riesgo, esta vez por el coronavirus más que por el olvido, pues según un estudio publicado por Proantioquia en abril, el comercio, la construcción y las actividades inmobiliarias están en el top 3 de los sectores económicos del Valle de Aburrá con mayores pérdidas por el aislamiento.
Con los años, e impulsado por la construcción del Metroplús, la vía arteria tomó otra naturaleza. “Perdió protagonismo urbano y sociabilidad y dejó de ser la calle alucinante y atractiva que vivía de fiesta”, explicó Spitaletta. “Así se llame Carlos Gardel, ya no tiene que ver con el tango”.
Lo que queda del pasado es la estatua del cantante argentino, a la que todavía, incluso con pandemia, uno que otro abuelo visita con un cigarrillo o un café en mano y un tapabocas mal puesto. “Queda la nostalgia, más que la realidad misma”, afirma Spitaletta.
La Casa Gardeliana, en el mismo lugar de siempre, está cerrada. Quienes pasan por allí parecen no verla. Se ha convertido en paisaje.
Después de varias reformas y 80 años de historia, el café Alaska, que todavía está ubicado en la icónica esquina de la calle 79, pero ahora en el segundo piso, conserva fotografías de Carlos Gardel, relojes que dan todos una hora diferente, una radio en la que suenan tangos y uno que otro fiel visitante de antaño.
Para conservar la memoria del tango, Gustavo Rojas, su actual dueño, se aferra al bar, conserva sus fotografías y recuerda sus historias. Rojas muestra los retratos en la pared de quienes lo han visitado, como Teresita Gómez, la orquesta La Reducida, Oscar Domínguez, Orlando Ramírez Casas y otros que no ha logrado honrar con fotos.
Rojas cree que el bar no acabará. Tiene la esperanza de abrir en noviembre cuando el Gobierno lo autorice y se ha mantenido ya que “el dueño del local me dijo que después cuadrábamos el pago”.
Es una calle de vecinos y comercio informal a la que visitan personas de clase media baja, que necesitan de estas tiendas para abastecerse y sobrevivir. Eso explicaría, según el historiador, las aglomeraciones y el poco acatamiento a las medidas de bioseguridad.
En el mismo estudio de Proantioquia calculan que la cuarentena tiene un costo en términos de producción para Antioquia de cerca de 166.000 millones diarios, de los cuales 84.000 millones corresponden a Medellín.
En el caso de la 45, aunque todos los comercios formales e informales han tenido pérdidas, los más afectados fueron los bares y las discotecas que desde los 90 se multiplicaron y reemplazaron el tango por la salsa y la música urbana.
Richard Henao, dueño de las discotecas Zouk disco, El balcón de Zouk y Santeo Salsa Bar ha logrado mantenerse pagando el 50 % del arriendo que sobrepasa ya los $ 15 millones, tuvo que despedir a sus casi 20 empleados, pero espera reactivar sus ingresos en noviembre y recontratar a los trabajadores.