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Una cuadrilla, de más de cinco empleados, avanza en la reubicación del cableado eléctrico para la casa que seguirá siendo casa, pero con cuatro metros menos, y ya no sobre el carril sur-norte de Las Vegas, a la altura de la calle 70 sur, en Sabaneta. Un hombre, sobre peldaños, revoca la pared nueva que se levantó en ladrillo. Adentro, un matrimonio, con dos de sus cuatro hijos, seguirá viendo pasar la vida en la última casa que se le atravesaba a esa arteria amplia que es Las Vegas.
No se sabe si la nueva fachada recobrará el color amarillo de su puerta de antes o si los vidrios que se abrían como persianas, en la única ventana que allí había empotrada, serán usados de nuevo. Lo claro es que, por ese punto, que hasta hace poco fue cocina y, en su momento, habitación de uno de los Colorado Acevedo, pasarán automotores y ciclistas, o ciudadanos con sus perros.
Jorge Mario Colorado y Adelaida Acevedo han habitado esa casa por casi 46 años. Pese a ver caer parte de su “nido de amor” no permiten que atraque la nostalgia. Ambos explicaron que la intervención se veía venir, pues la construcción ya había sido declarada como de alto riesgo por parte de la Alcaldía de Sabaneta.
La casa de los Colorado Acevedo era, desde hace años, un obstáculo para el tráfico y los transeúntes de la zona. En 2017, Héctor Yepes, entonces secretario General de Sabaneta, le confirmó a este diario que la casa interrumpía el curso de la avenida y que por ello, desde que nació el proyecto de ampliación, se pensó en comprar ese terreno.
Su adquisición, sin embargo, no fue -ni ha sido- posible. Un proceso de pertenencia del lote tenía a Jorge Mario en los juzgados. “Hay un conflicto. Inicialmente, parece que pertenecía al Ferrocarril de Antioquia, pero luego fue de particulares y tenemos entendido que hay un pleito de sucesión, pendiente de fallo”, aclaró Yepes, en su momento.
De la franja de la casa que se interponía en el carril ya no queda nada. Lo único que rememora esa parte de la construcción son las marcas que esta dejó en el suelo y que, próximamente, serán remediadas. La cuestión es que el pleito de pertenencia sigue en vilo. Entonces, ¿cómo se logró tumbarla?
Para derribar esos cuatro metros que obstruían el flujo en Las Vegas, los Colorado Acevedo llegaron a un acuerdo con el alcalde de Sabaneta, Santiago Montoya, quien, según Carlos de la Torre, representante legal de la familia en este proceso, se apersonó de la situación y la llevó a buen término, tras las gestiones hasta hace días inertes de otras administraciones.
De la Torre aclaró que la familia aceptó ceder esa franja para tumbarla, con el compromiso de que el municipio les arreglara el resto de la casa. “Se tumbó una habitación, y un pedacito de la cocina, para poder dar vía a ese carril y retirarlos de la vía por el riesgo. No se atropelló ni ultrajó. Nada de esas cosas. Se hizo una labor de acuerdo, con el señor que tiene una posesión de más de 60 años”, detalló.
El proceso de pertenencia del predio en contra de Ferrocarriles Nacionales, el cual paró las pretensiones de compra de la alcaldía en varias oportunidades, sigue igual, acotó la Torre. Con este se espera que, por fin, se le otorgue a Jorge Mario la escritura que lo certifique, por escrito, como dueño de ese predio (ver Paréntesis).
Pese a esto, el abogado sostuvo que no tener el trámite resuelto no afectó el acuerdo entre las partes: “Lo que se hizo fue un compromiso contractual, entre el alcalde y el señor Colorado, donde este último cedía, voluntariamente, un espacio de su casa (que él mismo construyó) y el alcalde, en contraprestación, le arreglaba la casita”.
Al respecto, Montoya, alcalde de Sabaneta, expresó ayer que, desde hace mucho tiempo, la familia estaba en riesgo, pues en la vía se transita a una velocidad de 60 kilómetros. “En una conciliación se llegó a este arreglo. Definimos con ellos que si se corrían (...), nosotros nos encargábamos de la adecuación de la vivienda para mitigar 100% el riesgo”, declaró.
Con este hecho, las obras para culminar la ampliación del tercer carril de la avenida podrían estar listas en un mes, apenas se pavimente y restablezca el paso peatonal, añadió.
Jorge Mario y Adelaida reconocieron que tumbar parte de su casa era necesario, aunque ese reconocimiento no mengüe lo difícil: “Hay nostalgia, sentimientos, tanto tiempo de vivir aquí... Tener uno los hijos. Pero las cosas se necesitan, más para una obra que significa el desarrollo del pueblo. Es mejor así”.
Se convencen, juntos, de lo que está mejor, con un par de recuerdos, que les ayudan a ellos, a las autoridades y a la ciudadanía que por allí transita a evitar remordimientos por la caída de parte de la propiedad.
En el lugar, una moto llegó a estrellarse contra el muro de la habitación de Jorge Enrique, uno de los hijos del matrimonio. En otra ocasión, un carro casi les tumba la casa, por estar tan pegados a la vía, “casi se nos lleva el techo”, relataron.
José Vidal, extranjero de esa casa pero habitante de Sabaneta, pasó frente a su fachada por más de 10 años. Para avanzar, tenía que salirse hacia la vía, y así rodear la casa. Con la mirada fija en los escombros que allí todavía se advierten, también calificó la intervención como algo necesario: “Esto es un beneficio colectivo, porque evitará que los carros y las personas esquiven la casa. Se reducirán peligros y accidentes”.
El papá de Colorado lo llevó a vivir a ese punto cuando por allá todavía pasaba el ferrocarril, hace más de 60 años. Al principio, vivían en una casa pequeña. Este último, más tarde, se encargó de construir de afuera hacia adentro: lo que puede verse hoy, y el frente que hasta hace poco estaba, lo levantó en 1977, según sus recuerdos.
Aunque su padre ya no está, y tampoco uno de sus cuatro hijos, las raíces de sus progenitores, oriundos de Amagá, permanecen en ese predio que primero fue zona de fincas, después ruta del ferrocarril y más tarde obstáculo de una troncal para carros.
Los Colorado Acevedo esperan que las obras en su vivienda estén listas lo más pronto posible. Entre tanto, la tercera hija del matrimonio, que está del otro lado del mundo, en Inglaterra, confía en que ceder un pedazo, y hacer cuatro metros más pequeña la casa en la cual creció, sirva para salvaguardar la vida de todo un “pueblo”