Las casas que bordean al río siguen cayendo al abismo. Amanda Ruiz, quien vivía a unas cuadras de distancia del barranco, vio cómo las casas de sus vecinos se fueron quedando vacías tras las primeras órdenes de evacuación. Incluso, su familia tuvo que abandonar, hace dos semanas, la vivienda que fue su hogar durante 90 años. Todos se están yendo y a algunos ya no les queda nada.
En la vereda Ancón 2 de Copacabana las grietas comenzaron a aparecer hace ocho meses, con la temporada invernal de finales de 2018.
Sin embargo, se agravaron en abril de 2019 cuando el movimiento en masa que se presentó en la zona alcanzó los 200.000 metros cuadrados.
Amanda podía atravesar varias de las fisuras de su casa con el puño de su mano. Las puertas, por el desplazamiento de las paredes, dejaron de cerrar.
Hoy la situación es más grave, según Oswaldo Isaza, ingeniero geólogo de la Alcaldía de Copacabana. En conjunto con el Siata instalaron instrumentos de medición para calcular la magnitud del desplazamiento y la intensidad de las lluvias en el sector.
El viernes pasado los medidores emitieron una alerta temprana debido a que el fenómeno se estaba acelerando a causa del invierno, con nuevos desplazamientos de hasta 6 metros. “Las condiciones de estabilidad son muy precarias y podría haber un colapso de la masa”, dijo el ingeniero.
Isaza también precisó que ahora el deslizamiento es de mayor proporción: si bien la primera medición arrojó que eran 20 hectáreas afectadas, un segundo monitoreo mostró que ya cubre 40 hectáreas.
Nuevas grietas rompieron el pavimento, algunas en la Autopista Norte. El río sigue socavando el terreno e, incluso, uno de los muros de cerramiento de Comfama se derrumbó. Los rieles de la antigua estación Ancón del Ferrocarril quedaron expuestos y tambaleándose como ganzúas, por encima de la pendiente.
Sería un caos completo
La Alcaldía de Copacabana reinstaló, tras la nueva alerta, un Puesto de Mando Unificado y citó el domingo pasado a un Consejo Municipal de Gestión del Riesgo.
Por recomendación de los expertos, la administración determinó que era urgente la evacuación del área de influencia directa, un total de 10 hectáreas en donde residían 112 familias.
El ingeniero Isaza recalcó de nuevo en que se trata de una emergencia nacional, puesto que allí se asienta infraestructura de servicios de agua, gas y combustible que proveen al resto del área metropolitana y al sur del país.
“La directriz del Consejo Municipal es suspender el transporte de combustible y gas ante el inminente riesgo. Se vería afectado el Suroccidente del país, pero tenemos que tomar estas medidas”, manifestó.
Hace un mes en la zona se presentó un escape de gas por la afectación en un tubo de acero de 20 pulgadas.
Juan Carlos Gómez Calle, gerente metropolitano de gas de EPM, indicó que el escape fue controlado el 2 de mayo.
Sin embargo, el gerente descartó una interrupción en el servicio. “Eso sería un caos completo. Dejaría a todo el Valle de Aburrá y a Antioquia sin gas, porque ese es el único tubo que transporta. Hoy esa opción no es viable”.
Gómez concluyó que continúan con las excavaciones y el monitoreo para garantizar que el tubo esté en condiciones operativas.
Para los habitantes que dejaron sus casas solo queda desazón. Ayer realizaron un plantón por la vereda a manera de protesta porque, según Ana Isabel Agudelo, vicepresidenta de la Junta de Acción Comunal, cada familia está buscando una vivienda en arriendo, a su suerte, pero no tienen claridades sobre la reubicación. Amanda se pregunta cuándo volverá a respirar tranquila y espera, ojalá, no ver su casa desmoronarse.
10
hectáreas fueron evacuadas en la zona de influencia directa del desplazamiento.