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Tras casi 60 años, cerrarán las históricas escuelitas Pilsen y Malta de Itagüí

Estos colegios adscritos a la cervecera educaron a casi 11.000 personas. El cierre se da por decisión de la multinacional AB InBev.

  • Con actividades recreativas, los niños se despidieron de sus colegios. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
    Con actividades recreativas, los niños se despidieron de sus colegios. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
  • Así eran los salones de la Escuela Malta, en Itagüí, que hoy enfrenta el cierre tras una decisión corporativa. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
    Así eran los salones de la Escuela Malta, en Itagüí, que hoy enfrenta el cierre tras una decisión corporativa. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
  • Algunos de los mensajes de los niños dejados en las carteleras del colegio. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
    Algunos de los mensajes de los niños dejados en las carteleras del colegio. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
  • La capacidad de los salones era de hasta 20 estudiantes. Por esto, y otros factores como la calidad del profesorado, los niños de las escuelas Pilsen y Malta gozaban de una excelente calidad educativa. Hoy muchos deberán seguir sus estudios en colegios públicos. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
    La capacidad de los salones era de hasta 20 estudiantes. Por esto, y otros factores como la calidad del profesorado, los niños de las escuelas Pilsen y Malta gozaban de una excelente calidad educativa. Hoy muchos deberán seguir sus estudios en colegios públicos. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
hace 7 horas
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A las 12:57 del viernes 21 de noviembre, la campana de la escuela sonó por última vez. A las afueras, los padres esperaban expectantes la salida de sus retoños. Pero, en vez de toparse con una romería de muchachos contentos y alegres por un año más culminado, lo que se encontraron fue una procesión de niños apesadumbrados y llorosos. ¿El motivo de su tristeza? Que sin quererlo, se convirtieron en los últimos alumnos de las escuelas Malta y Pilsen a raíz de su cierre definitivo tras casi 67 años de historia, en los que se formaron casi 11.000 estudiantes de Itagüí y otros rincones del sur.

De a grupos fueron saliendo los niños, con sus ropas pintadas y sucias tras el trajín propio del día de fiesta con el que se buscaba cerrar ese último año escolar. Sin embargo, sus caras eran tristes y el llanto escurría por sus mejillas.

Un pequeño abrazó a un amiguito de forma tan solemne y sincera que a su modo infantil daba cuenta de lo fuerte del adiós. Un abuelo tras recibir a su pequeña, muda de la tristeza, solo alcanzó a terciarse el diminuto morral rosado y atinar a decir: “Qué embarrada...”

Y es que pese a los esfuerzos de acudientes y profesores –que incluyeron plantones en la planta en Itagüí de la empresa Bavaria y hasta una fallida tutela– todo estaría consumado para que las escuelas cerraran tras la decisión de Anheuser-Busch InBev (AB InBev), multinacional dueña de la cervecera y responsable de estos centros educativos.

Así eran los salones de la Escuela Malta, en Itagüí, que hoy enfrenta el cierre tras una decisión corporativa. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
Así eran los salones de la Escuela Malta, en Itagüí, que hoy enfrenta el cierre tras una decisión corporativa. Foto: Julio César Herrera Echeverri.

Según le comentaron a EL COLOMBIANO varios padres de familia, ante lo escandaloso que fue el anuncio de cierre el pasado 17 de octubre –pese a que estaría cantado desde agosto de 2025–, hubo varias reuniones con padres, autoridades educativas de Itagüí y directivos de la compañía. Y si bien en ellas se planteó la posibilidad de dar en comodato las escuelas a los padres (y hasta un proyecto bien estructurado se presentó para tal fin) desde AB InBev nunca se confirmó la entrega.

Ante la falta de respuesta a muchos padres les tocó, en tiempo récord y con muchas afugias económicas, intentar buscar otros colegios para sus hijos, aunque saben que el nivel educativo tal vez no sea igual al de Malta y Pilsen. Por eso los niños debieron dejar de asistir a los privilegiados espacios donde recibían clase de alta calidad en entornos verdes y seguros.

”Hay que agradecer”

El rector Jorge Hernán Piedrahita Gallo, es un hombre que a sus 47 años ha estado 18 años al frente de las escuelas. Si usted se lo toapara en la calle no pensaría que tiene a cargo dichos colegios, aún así ha sido el artífice de mantener el prestigio de ambas instituciones por casi dos décadas.

Desde su oficina, gracias al enorme ventanal que posee, revisa de soslayo cómo avanza ese último día. Ante el cierre, con voz pesada, indicó que hay que agradecer.

“Primero, agradecer, porque acá se formaron miles de personas, y segundo, porque muchos de nosotros tuvimos un trabajo decente y estable que nos permitió hasta hoy llevar una vida digna. También hay que agradecer que el cierre no se debe una mala gestión por parte nuestra o por un asunto académico. Son otros motivos y pues... los ciclos se cumplen”, señaló pesaroso.

Pese a la labor destacable, Piedrahita admitió la frustración de que las cosas hayan terminado de forma tan abrupta y aunque él no lo dice, los padres sí: tan burda.

“Me duele porque sé que se pierden talentos y un modelo educativo muy humano. Es que acá hay mucha cercanía y un enfoque social muy fuerte. La inclusión siempre fue prioridad y acomodamos el pensum a cada niño, incluso a los neurodivergentes. Es más, aquí no hay bullying. Esa mezcla de ética, amor y personalización es difícil de encontrar en otro lugar. El cierre me frustra, pero también sé que dimos lo mejor”, recalcó.

Frente a su futuro laboral, el rector es realista, pues si bien se pensaría que ser la cabeza de dos colegios que siempre estuvieron en el “top” 3 de los mejores de Itagüí le abriría fácilmente las puertas en otro colegio, la realidad para él y el personal es otra.

Algunos de los mensajes de los niños dejados en las carteleras del colegio. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
Algunos de los mensajes de los niños dejados en las carteleras del colegio. Foto: Julio César Herrera Echeverri.

“Yo tampoco me he podido ubicar laboralmente. Sobre el personal de apoyo... tenemos dos vigilantes ad portas de jubilarse, e incluso un señor de mantenimiento le faltan seis meses. A eso sume que apenas uno de los 17 profes ya consiguió trabajo. Los demás están en total incertidumbre. Vamos a empezar el 2026 sin saber qué va a pasar” detalló.

Uno de esos maestros es el profesor David Medina Ramírez, quien lleva 25 años de sus 47 de vida enseñando Educación Física en ambas escuelas. Su historia es bastante peculiar pues aparte de ser uno de sus empleados más antiguos, también es egresado de Malta y Pilsen. Además, sus hijas también se formaron allí.

Como buen profe de esa disciplina, Medina es un tipo fornido, y tal vez por ello impacta mucho notar el esfuerzo titánico que hace para que no se le quiebre la voz y le afloren las lágrimas ante la situación que lo lleva a empezar de cero.

“Cuando nos dijeron que la escuela cerraba, prácticamente, como dicen, nos ‘cogieron con los calzones abajo’. Para mí ha sido muy difícil ver a más de 230 niños derrumbados. Ver cómo nos escriben cartas y nos dan abrazos de despedida diciendo que nos van a extrañar parte el alma porque es saber que esas sonrisas y abrazos en las mañanas ya no volverán”, comentó.

Medina reconoció que es duro pensar cómo van a hacer sus estudiantes en los nuevos colegios, ya alejados de los cuidados que les daban en ambas escuelas. “Para mí estas escuelas siempre fueron un segundo hogar, y quisimos que fueran lo mismo para los niños. Hemos acompañado a las familias por años, siendo parte de su formación. Ver que se tienen que ir de su segunda casa por temas administrativos es desgarrador”, añadió.

”No va a ser lo mismo”

Y si los profes y sus alumnos sienten el cierre en el corazón, qué decir de los padres, como Adriana Villegas, quien califica a la Pilsen y a la Malta como toda una familia donde uno se entrega de verdad.

“Es muy triste saber que no seguimos por decisión de los dueños; no entendemos por qué decidieron eso, pero bueno. Mi hijo no entiende por qué sus primitos ya no podrán estar acá y jugar con sus profes como siempre lo hacían. Eso lo tiene muy triste”, dijo.

Adriana también detalló cómo es tener que salir a buscar colegio luego del abrupto anuncio del cierre de las escuelas y más teniendo en cuenta la falta de buenas ofertas educativas, según detallo.

“Es que, duro, pero hay que decirlo: lo que ofrece la Alcaldía con los colegios públicos no es igual a lo que teníamos acá. Y no es que uno sea caprichoso, sino que es una verdad. Más allá del tema académico, acá había una educación muy enfocada en los valores y en la cercanía entre los niños. Y eso no se consigue fácil”, añadió.

Lea también: Las cuentas que encendieron el debate por las finanzas de la U. de A., ¿un estudiante cuesta 52 millones?

En misma línea opinó Sandra Piedrahita Flórez, una de las lideresas de la Asociación de Padres y la mujer que hizo un gran esfuerzo por evitar la debacle. Ella llamó la atención no solo del hecho de que niños acostumbrados a salones de hasta 20 alumnos ahora deban enfrentarse a aulas de hasta 45 estudiantes en colegios públicos.

“Estos pequeños van a tener que salir a ‘la calle’, a colegios atestados. Además, acá hay casi 40 niños con necesidades especiales que difícilmente en un colegio público se las van a suplir como acá. Conozco una madre con dos niños neurodivergentes que hoy no sabe qué hacer porque no tiene como pagar un colegio privado. Pero como nos dijo con sorna un directivo de esa empresa: que nosotros ‘pecamos’ porque le habíamos metido corazón a la escuela y según él ‘a los negocios no se les mete corazón’”, detalló.

La capacidad de los salones era de hasta 20 estudiantes. Por esto, y otros factores como la calidad del profesorado, los niños de las escuelas Pilsen y Malta gozaban de una excelente calidad educativa. Hoy muchos deberán seguir sus estudios en colegios públicos. Foto: Julio César Herrera Echeverri.
La capacidad de los salones era de hasta 20 estudiantes. Por esto, y otros factores como la calidad del profesorado, los niños de las escuelas Pilsen y Malta gozaban de una excelente calidad educativa. Hoy muchos deberán seguir sus estudios en colegios públicos. Foto: Julio César Herrera Echeverri.

Y justamente ese desborde de cariño que se vivía en las escueles tiene impactados a otros profes, como por ejemplo a Katerine Hincapié Arrubla, docente de Lengua Castellana, con 15 años de trayectoria en Malta y Pilsen, y quien admitió que todavía no asimilaba el cierre.

“Vi a niños de 8 y 9 años llorando porque no quieren que la escuela se acabe. Uno cree que no, pero ellos entienden la situación y tienen un gran apego por este lugar. Aquí han sido felices, por eso no aceptan tan fácil la noticia. Su dolor me parte el alma”, dijo, con ojos húmedos.

De otro lado, para Hincapié –al igual que muchos de sus colegas– sus 15 años allí han sido la experiencia más linda de su vida profesional pues en ambas escuelas corroboró el potencial del enfoque humano en la educación para atender con cariño a los pequeños.

“Acá cuidamos a los niños como si fueran nuestros; nos volvemos ‘médicos’, ‘odontólogos’ y hasta mamás cuando toca. Recuerdo mucho a un alumno, Jacob, que en un paseo se nos enfermó. Fue muy curioso cuando en medio de la noche me buscó. Ahí entendí que en esos momentos tan duros donde además están lejos de sus padres, los niños buscan la protección y el cariño que puede dar una mamá. Yo comprendí que en ese momento era lo más cercano a esa figura tan importante Y por lo mismo lo cuidé toda la noche como si fuera mi propio hijo. Es que ese nivel de cercanía no se vive en cualquier institución”, recordó.

Al preguntarle a los profesores por el legado que creían que les dejaban a sus estudiantes tras el cierre de la escuela, la respuesta fue prácticamente unánime.

“Nuestro legado está en cada estudiante que vuelve y nos abraza diciendo que aquí fueron felices. Está en esos exalumnos, ya hombres y mujeres hechos y derechos que nos reconocen y nos saludan con alegría. Está en esos papás que nos preguntan qué va a pasar con nosotros o que nos piden que vayamos a dar clase a los colegios para donde van sus niños. Ese reconocimiento llena el corazón y confirma que trabajar acá nos hizo sentir especiales, fuertes y felices. Nos vamos tranquilos y agradecidos”, detallaron.

El adiós

Cerca de la 1:00 p.m., los profes iban dando sus despedidas por micrófono. Eran notables los esfuerzos por no quebrarse la voz.

“De parte de las escuelas Malta y Pilsen... les enviamos bendiciones a todos... Los queremos mucho... Los vamos a extrañar bastante...”, decía un profe por un altavoz casi al borde del llanto.

La salida de niños apesadumbrados continuaba, mientras una profesora los iba llamando por nombre propio para que se presentaran en la portería. En ese instante, alguien de fondo “oportunamente” puso en un bafle del colegio la canción La Despedida, de Ana Gabriel.

“Dicen que no se siente la despedida / Dile a quien te lo dijo, que se despida / Al decir sus adioses a quien se adora / sabrá lo que se sufre, lo que se llora”, entonaba la ronca voz mientras los pequeños salían llorosos y compungidos a la vez que trataban de entender por qué por temas corporativos –decididos en fríos escritorios– ya no podrán volver a sus amadas y calidas escuelas Pilsen y Malta.

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