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En estas sutiles frases se esconde violencia contra las mujeres

Por la equidad de género entre mujeres y hombres, no violentarlas psicológicamente es una de las tareas pendientes.

  • “El amor no debería doler”, dice la frase. Aprenda cómo se camufla la violencia psicológica y por qué afecta la integridad de las mujeres: Foto: Sydney Sims vía Unsplash
    “El amor no debería doler”, dice la frase. Aprenda cómo se camufla la violencia psicológica y por qué afecta la integridad de las mujeres: Foto: Sydney Sims vía Unsplash
07 de marzo de 2021
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Aunque este 8 de marzo se cumplen 111 años desde la primera vez que se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, una fecha , según Naciones Unidas, “para reflexionar sobre la igualdad de género, pedir más cambios y celebrar la valentía y la determinación de las mujeres que han jugado un papel clave en la historia de sus países y comunidades”. En la actualidad cientos de ellas no tienen el derecho a vivir una vida libre de violencias. De acuerdo con esta organización, una de cada tres mujeres sufrió violencia de género en 2019.

Una de las más sutiles y que se camufla en la cotidianidad es la psicológica, que se expresa en conductas como revisar el celular de la pareja, no permitirle ver a su familia o descalificar el trabajo de alguien “por ser mujer”. ¿Le suena familiar?

El Sistema Integral de Información de Violencias de Género (Sigive) define la violencia psicológica como “toda acción u omisión destinada a degradar o controlar las acciones, comportamientos, creencias y decisiones de otras personas por medio de cualquier conducta que implique perjuicio, afectaciones en la salud psicológica y mental, la autodeterminación, la percepción de sí mismo o el desarrollo personal”. Ahora bien, esta se puede ejercer no solamente hacia las mujeres o en las relaciones afectivas, sino que puede estar presente en todas las relaciones humanas.

El Observatorio Colombiano de Mujeres (OCM) muestra que el 84 % de víctimas de este tipo de violencia en 2020 fueron mujeres. Y la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, que se aplicó a niñas y mujeres entre los 13 y 49 años en todas las regiones del país en 2015, encontró que este tipo de agresiones son las que más se ejercían en el país: el 64,1% de las encuestadas dijo ser víctima de violencia psicológica. Entonces, ¿hay un problema?

Valeria Mira, abogada y consultora en igualdad de género, explica que este tema “tiende a ser invisibilizado y normalizado al no manifestarse en agresiones físicas o sexuales, pero no por eso es menos reprochable. Son conductas que no generan marcas en el cuerpo de las mujeres, pero que afectan su salud mental y tranquilidad”.

¿En qué escenarios se ve? Los insultos, las descalificaciones, el control de lo que hace y lo que no hace en una relación afectiva, decirle a una mujer que está loca o que se está inventando una situación, opinar de forma agresiva sobre cómo debería lucir su cuerpo, exigirle cómo debería comportarse por ser mujer, fiscalizar su intimidad, redes sociales o revisarle el celular. Esas acciones entran en lo que se conoce como violencia psicológica, indica Mira.

El OCM ha encontrado que estas conductas sí violentan a las mujeres porque “afectan directamente la percepción que tienen las víctimas de sí mismas, debilitando su capacidad de autonomía, toma decisiones y desarrollo de capacidades psicoafectivas y competencias, lo que conlleva a que se naturalicen estas formas de violencias porque en las relaciones con el agresor/res se refuerzan roles y estereotipos sobre lo femenino y masculino”, se lee en su boletín Violencias contra las mujeres (2020).

¿Por qué es tan normal?

Hay dos factores que influyen en que la violencia psicológica suela pasar desapercibida, tanto en quien la ejerce como quien la padece: la educación y la cultura. Paola Duque, magíster en psicología clínica y feminista, indica que, históricamente, “a las mujeres se nos han depositado unas cargas respecto al cuidado y el comportamiento que debemos tener para alcanzar cierto grado de validación en nuestra cultura”.

Pone como ejemplo la historia de una mujer que contó su caso en un grupo de apoyo: tenía una pareja maltratadora y su mamá le decía: “Mijita, quédese callada” o “no sea mimada”, haciendo énfasis en que las mujeres deben ser abnegadas o someterse a su pareja. “Son estereotipos impuestos a las mujeres”, dice Duque. O “eso que se espera social y culturalmente de la otra. Cuestionamos ese rol que no está siendo satisfecho”, menciona Antia Mendoza, psicóloga especialista en victimología.

En la estructura de la sociedad, continúa Duque, hay un mandato sobre las actividades a las que debería limitarse el rol de la mujer, “por eso está tan naturalizado y los hombres se sienten autorizados para utilizar expresiones como rasero para evaluar bajo esos criterios la dignidad de una mujer”.

Desde la perspectiva de Mendoza, directora de la ONG Seguridad y Paz Ciudadana, “la violencia psicológica es la más sutil y difícilmente se va a considerar violencia al menos que la persona conozca el efecto que tienen las palabras y los cuestionamientos que buscan ejercer un poder y controlar al otro. Por medio de un chiste, por ejemplo, se puede descalificar a las mujeres, minimizar su rol en la sociedad o humillar”.

Sobre los efectos que tienen estas acciones, la victimóloga señala que la primera capa afectada es la autoestima. Pero ese es solo el comienzo: “En el largo plazo se genera una sensación de odio hacia uno mismo, de sentir que uno no se merece las cosas, lo cual es devastador para la vida de las mujeres”, enfatiza Duque, quien lleva 12 años atendiendo a mujeres víctimas de violencias de género.

Otra consecuencia que mencionan las psicólogas es la distorsión de la propia imagen y una pérdida de la autodeterminación. “Finalmente todas estas frases lo que buscan es mantener esa idea de que las mujeres estamos subordinadas frente a los hombres en la sociedad, reforzar la idea de que somos unas eternas menores de edad, que no tenemos agencia propia, no podemos hacernos cargo de nosotras mismas y que necesitamos estar bajo la tutela de alguien”, recalca la abogada Valeria Mira.

Deslice hacia la derecha la siguiente presentación para leer algunas frases que se consideran violencia psicológica, destacadas por las fuentes consultadas, y que comunes en la cultura colombiana.

Entonces, ¿qué hacer?

En Colombia hay mecanismos jurídicos para denunciar la violencia psicológica. La ley 1257 de 2008, que busca la erradicación de violencias contra las mujeres, contempla en el artículo 30 el concepto de daño psicológico causado por “intimidación, manipulación, amenaza, directa o indirecta, humillación, aislamiento o cualquier otra conducta que implique un perjuicio en la salud psicológica, la autodeterminación o el desarrollo personal”.

Pero antes de la vía legal, vale la pena recordar que es en la cotidianidad, y en las conversaciones del día a día, donde se camuflan este tipo de acciones. Hay tres recomendaciones que puede poner en práctica para evitar ejercer este tipo de violencia o encontrar ayuda si está siendo víctima de ella. La primera es evitar cuestionar, sin su consentimiento, las decisiones de las otras mujeres sobre sus vidas.

La segunda es acompañar. Crear relaciones significativas con otras y tejer vínculos para escucharse, apoyarse, llenarse de fuerza y deconstruir estereotipos de género. “Hay mujeres que se sienten orgullosas de decir que no tienen amigas, pero una estrategia de violencia que ejercen las parejas es cortar los vínculos afectivos de la mujer con su familia y amigos. De esa manera es más difícil pedir ayuda”, asegura Paola Duque.

Otro consejo es hablar, no quedarse callada frente al hostigamiento, hacer las denuncias de forma pública, sacar el tema a la luz y hacerlo visible. “Hay que hacer responsables a las autoridades y a quienes ejercen la violencia y eso lo logramos a través de las denuncias”, agrega Mira.

La cuarta: buscar ayuda psicológica para no procesar sola el trauma que pudo ocasionar la violencia. Lo ideal en este punto es que la atienda una profesional y es clave que la terapia tenga enfoque de género, para no revictimizarse o sentirse culpable por lo que vivió.

Y la última recomendación es poner límites. Por medio de la conversación, de las acciones, de la presencia como mujer en el mundo, rechazar y oponerse a la violencia psicológica contra las mujeres.

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