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El cáncer de la princesa Kate, la muestra de que dudar de todo es la nueva religión

En tiempos en que la tecnología pone a prueba los límites de la realidad, la duda ha dejado de ser un método para convertirse en una devoción.

  • Herramientas de diseño hacen que las fantasías se disfracen de hechos de una manera en que antes no era posible. Fotos: Cortesía.
    Herramientas de diseño hacen que las fantasías se disfracen de hechos de una manera en que antes no era posible. Fotos: Cortesía.
26 de marzo de 2024
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Apenas la opinión pública conoció el mensaje que la princesa Kate grabó para contarle al mundo de su tratamiento para el cáncer, las redes sociales se llenaron de los comentarios de los internautas. Hubo de todo, como es usual con noticias de esta naturaleza.

Además de los votos por la recuperación de la esposa de William, hubo un tipo de mensaje que llamó poderosamente la atención de los expertos y de los analistas de datos.

Se trataba del mensaje que tendía un manto de suspicacia en la autenticidad del video, señalando cosas inverosímiles para sostener la idea de que el video había sido modificado con herramientas de Inteligencia Artificial.

No faltó quien dijo que el movimiento del cabello de la princesa no resultaba normal. También hubo quien dijo que su extensión no era la típica de una paciente de cáncer que está en tratamiento. Las teorías conspirativas no necesitan los hechos para funcionar y convencer a sus feligreses. Sin embargo, esta narrativa paranoide estaba reforzada por la noticia reciente de que la misma Kate había modificado una foto en la que aparece con sus tres hijos para publicarla en redes sociales.

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En un ensayo sobre el cuento, el escritor argentino Ricardo Piglia mencionó que todas las historias tienen dos niveles. El primero está a la vista de todo el mundo. Por el contrario, el segundo está oculto y a este nivel solo llegan quienes tienen los códigos para detectar las fisuras en la versión oficial. Esta idea no es nueva, por supuesto. De alguna forma es una adaptación de la historia de Platón sobre la gente que vive en una caverna y confunde las sombras de los objetos con los objetos mismos.

La lección de Platón —y, de paso, de Piglia— es simple: no se puede creer sin examen aquello que los sentidos dicen que es real. En esta óptica, todas las ideas, las percepciones y los relatos deben someterse al escrutinio de la duda y de la razón.

Vistas así las cosas, la duda sobre el video de la princesa Kate no solo es saludable sino también necesaria. Pero —y casi todo tiene un pero—-, el asunto es que hay una enorme diferencia entre la duda metódica y la creencia en las conspiraciones. Todo esto se exacerba en un momento en que la tecnología crea videos sofisticados sobre delfines que montan bicicletas —hechos con el programa Sora— y produce chatbots capaces de sostener conversaciones “humanas” con los usuarios de carne y hueso.

La pregunta sobre la realidad y las formas en las que la mente humana se relaciona con ella es la más antigua de todas. De ella surgen las artes y la filosofía. En líneas generales la humanidad le ha dado dos respuestas a esa incógnita.

Por un lado, están aquellos que dicen que el mundo en sí no puede ser conocido, que los humanos solo conocemos las cosas cuando pasan por el filtro de los sentidos. Y en el otro extremos están aquellos que dicen que la realidad puede ser medida, pesada y aprehendida siempre y cuando se siga un método riguroso de ensayo y prueba. En esta variante interpretativa se ubican los creadores del método científico y de la duda metódica. Estos debates, que hasta hace unos años parecían restringidos a los círculos de la academia, ha cobrado actualidad con los avances de la tecnología y de la ciencia.

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Ahora, este asunto tiene un matiz curioso: muchos de aquellos que buscan el segundo nivel de la realidad, el nivel oculto, están dispuestos a creer a pie juntillas lo que dicen los políticos y los empresarios en sus trinos o en sus conferencias de TikTok. Esto produce un fenómeno peculiar; las audiencias de las redes sociales dudan de todo, incluso de aquello que ha sido comprobado una y otra vez en el pasado. El caso de la utilidad de las vacunas es uno de los más preocupantes. Por ver detrás de cada hecho la sombra del mal se ha llegado a poner en cuestión la importancia cumplir el esquema de vacunación en los niños, provocando que enfermedades que hasta ayer estaban controladas resurjan con nueva fuerza. De alguna forma, la duda deja de ser un método para convertirse en una creencia. La duda metódica hunde sus raíces en la incertidumbre mientras la duda por sí es un nuevo credo.

Al final de cuentas, los internautas no dudan para saber si una afirmación —el video de la princesa, por ejemplo— es cierta o no lo es. Lo hacen —lo hacemos— porque partimos de la creencia que la realidad es un tejido de conspiraciones, hilvanado por los empresarios, los políticos y los poderosos. En realidad, no somos una generación escéptica. Más bien somos una paranoide, conspiranoica.

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