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¿A qué suena el mar del Golfo de Tribugá? Estas científicas lo pueden escuchar

Identificar los sonidos del océano permite conservar el ecosistema. Así lo hace este grupo de científicas colombianas de varias instituciones.

  • El proyecto se realiza entre PHySIC Project, la Fundación Macuáticos, la Pontificia Universidad Javeriana y la Comisión Fulbright. FOTO Instagram PHySIColombia-Kakiri estación de buceo
    El proyecto se realiza entre PHySIC Project, la Fundación Macuáticos, la Pontificia Universidad Javeriana y la Comisión Fulbright. FOTO Instagram PHySIColombia-Kakiri estación de buceo
24 de junio de 2022
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¿Qué hay bajo las aguas de los océanos de Colombia? Si pudiéramos enviar una cámara a recorrer los mares, seguramente captaría a cientos y miles de animales, desde los más comunes hasta los más extraños, y podríamos tener conocimiento más amplio sobre los secretos del mar. En cambio, los secretos siguen ocultos porque poco pueden hacer las cámaras cuando más profundo y menos luz hay.

Allá adentro, donde los ojos no sirven para mucho, ni los de los animales ni los de los humanos, los oídos son la clave. Y eso lo tienen claro los científicos. De hecho, un equipo de investigadoras colombianas utiliza herramientas para escuchar bajo el mar del Golfo de Tribugá, en el Pacífico colombiano, y determinar qué animales lo habitan y en qué condiciones están, teniendo en cuenta que muchos utilizan sonidos para ubicarse y comunicarse. Identifican los cantos de las ballenas, los sonidos de peces y camarones o los ruidos de lanchas y pesqueros; ven imágenes en los sonidos.

Es un trabajo pionero, poco desarrollado a nivel global y “en Colombia innovador”, según explica la investigadora de la Universidad Javeriana, Andrea Luna, en un artículo publicado por la universidad, que busca tener más conocimiento sobre esta región y sus animales para poder conservar el ecosistema completo del Golfo.

La investigación se viene desarrollando entre el proyecto PHySIC Project (en español Puertos, Ballenas Jorobadas y Sonido en Colombia), la Fundación Macuáticos Colombia, la Pontificia Universidad Javeriana y la Comisión Fulbright Colombia. Buscan el monitoreo acústico de Tribugá para establecer una línea base de sonidos que permitan luego realizar otras actividades y trabajos de conservación y protección en la zona.

¿Por qué hay que escuchar?

Andrea Luna lo dejó claro en el artículo: “aporta al conocimiento general de cómo se comunican los animales bajo el agua y cuáles son las dinámicas temporales y espaciales entre ellos; y permite medir el impacto de los seres humanos en el paisaje acústico para proponer medidas de gestión del ruido y evitar afectaciones en los ciclos biológicos naturales de los animales, como lo podría producir la construcción de un puerto”. (Ver recuadro para más información).

En palabras más simples, permite entender qué animales habitan la zona, cuáles son sus dinámicas y cómo se mueven y comportan para tener una línea base como punto de partida para analizar el impacto humano. Al ser una zona donde hay (y podría haber más) intervención humana, se debe poder medir el impacto para mitigar los daños y tomar decisiones informadas: “Generalmente se evalúan los efectos a través de predicciones, pero en este caso buscamos contribuir con la construcción de esta línea base sonora”, añade Luna.

¿Cómo se logró el proyecto?

María Paula Rey, ecóloga y estudiante de la Maestría en Uso y Conservación de la Biodiversidad de la Universidad Javeriana, le explicó a EL COLOMBIANO que el proyecto comenzó en 2018 con las organizaciones anteriormente mencionadas, en búsqueda de datos y patrones.

“En ecosistemas marinos, este paisaje acústico, los sonidos, son más importantes para los animales porque en el mar, a diferencia de la tierra o el aire, los sonidos se propagan más rápido, lo que es más efectivo para ellos al enviar señales”, dice Rey como explicación de la motivación, porque “si hay mucha contaminación acústica, se puede interferir en esas señales”.

Así, se unieron varios proyectos y tesis de maestrías con lo que ya estaban haciendo las organizaciones y unas buscaron hacer la línea base con las proporciones de sonidos que había y sus dinámicas, otras identificaron los animales y las diferencias en sus sonidos, otras cuáles eran los producidos por humanos... “Encontramos peces, ballenas jorobadas, lanchas a pequeña escala, camarones, entre otros”.

Kerri Seger, doctora en Oceanografía Biológica de la Universidad de California en San Diego e investigadora de la organización Applied Ocean Sciences con afiliaciones en la Universidad New Hampshire y la Universidad Javeriana, fue clave para el desarrollo del proyecto. Ella ha estudiado las modificaciones que los ruidos humanos tienen en el comportamiento animal y fue ella la que, con la Comisión Fulbright Colombia y la Universidad Javeriana, capacitó a varias de las estudiantes del semillero de Investigación Aquasistemas. Seger dijo a EL COLOMBIANO que era la primera vez que esa misma investigación se hacía en la costa oeste de Colombia, donde también es importante “entender los sonidos y sus niveles”.

¿Cómo lo hicieron?

Se usaron hidrófonos, explica Rey, que son como micrófonos que se pueden sumergir, y se ubicaron a 25 metros en el Morro Mico, al norte del Golfo de Tribugá, en 2018 y 2019; otro en Nuquí, al sur, en 2019; y el año pasado uno más en Piedra Bonita. Los dispositivos grabaron intervalos de 10 minutos con pausas de 20 minutos durante un mes y medio y consiguieron más de 1.300 horas de grabaciones.

Una de las encargadas de procesar estas horas fue Rey: “Se hizo monitoreo pasivo, que implica dejar el hidrófono en el fondo, sumergido, para luego recogerlo y tomar los datos para procesarlos. Los hemos escuchado cada seis horas, porque encontré que en ese tiempo se ven patrones”. Ella, con ayuda del programa Raven Pro, interpretaba los sonidos como imágenes para identificar las fuentes y saber si eran ballenas, lanchas o camarones, por ejemplo. “Se hace manualmente, escuchamos, vemos las imágenes como espectrogramas, y vamos clasificando, me lo enseñó Kerri. Uno escucha y va marcando presencia o ausencia”.

¿Qué suena en Colombia?

En el país, para sorpresa de muchos, había sonidos pocos y bajos causados por humanos, sobre todo por pesca artesanal y pequeñas embarcaciones de avistamiento, escucharon además ballenas, cinco tipos de peces, camarones, sonidos de lluvia y viento, y aunque no saben a qué medida se ven afectados los organismos por estos ruidos, “sí sabemos que hay enmascaramiento, que significa que el ruido de la lancha cubre o se superponen al del animal, no permitiendo que se comuniquen con otros”, dice Rey. Seger añade que ella ha realizado investigaciones en México y Alaska en zonas protegidas y que encontraron que en Colombia los niveles de ruido son más suaves, más bajos, “lo que nos permite analizar cómo se comunican los animales cuando no hay mucho ruido de los humanos”.

Además, encontraron que las canciones que las ballenas jorobadas cantan durante la media noche en Hawaii y México, las cantan en Colombia a las 6:00 de la tarde, lo que implica que estos mamíferos gigantes “no son robots, sino que pueden tener comportamientos diferentes dependiendo del lugar o el ambiente, o no sabemos de qué, pero se puede investigar ahora”.

Profundizar en el mar

Este trabajo es innovador en el país y pocos hay en el mundo. Es difícil porque, como explica Seger, “a diferencia de los ecosistemas terrestres, tener información de los océanos es más complejo por temas logísticos y porque se deben manipular organismos”, por lo que este tipo de proyectos representan más facilidad y una herramienta no invasiva que se debe potenciar.

Los sonidos dan una idea de lo que hay debajo del mar, pero es diferente a tener una imagen pues se debe primero aprender a identificar qué tipo de sonido corresponde con cada animal; sería ideal tener un catálogo, pero este apenas se está creando a medida que van investigando. Otra limitante es que los datos se deben procesar de forma manual: “Hay quienes investigan para usar machine learning y otros procesos automáticos en la computadora para identificar y clasificar sonidos, pero por ahora son mejor los humanos en esta clasificación”. Entonces es un trabajo arduo que toma tiempo y que se puede impulsar con programas y máquinas, pero que depende del humano.

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