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Ocho países por la Amazonia

Un panel de 150 científicos está convencido de que puede aprovechar mejor esta región. Valorarla desde una bioeconomía basada en ciencia, podría ayudar.

  • Comunidad ticuna de San Pedro de los Lagos en el Amazonas colombiano, a una hora en lancha de Leticia. Foto Santiago Mesa Rico
    Comunidad ticuna de San Pedro de los Lagos en el Amazonas colombiano, a una hora en lancha de Leticia.
    Foto
    Santiago Mesa Rico
03 de agosto de 2020
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En los primeros ocho meses de 2019 hubo más de 45.000 incendios en la Amazonia brasileña. Solo en julio de 2019 se quemó un área de bosque del tamaño de Luxemburgo.

La selva se está perdiendo. Un grupo de 150 científicos, entre los que hay investigadores de las ciencias sociales, habitantes de las comunidades originarias de ocho países amazónicos, la Guayana Francesa y otros socios globales, lanzaron una iniciativa para repensar este territorio.

El panel científico The Amazon We Want (La Amazonia que queremos) realizará la primera revisión conjunta de sus biomas (condiciones ecológicas para que un lugar sea habitado) para entregar en 2021, por primera vez, una evaluación científica unida del estado de la cuenca.

EL COLOMBIANO habló sobre su importancia con Germán Poveda, antioqueño que hace parte del panel, ingeniero civil y doctor de la Universidad Nacional, quien ha investigado sobre la hidrología y el clima de la cuenca amazónica desde hace 30 años (ver recuadro).

Los científicos quieren hacer algo para detener la pérdida de bosque primario, que en Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador y Perú se calcula en más de 1,7 millones de hectáreas según cifras de MAAP, que monitorea una gran área de la Amazonia.

Poveda asegura que la meta de deforestación en el país debe ser cero.

Un mundo interconectado

El científico está de acuerdo en llamar esta región el corazón del mundo, más que su pulmón. “La cuenca amazónica irriga entre 35 y 50 % de la lluvia que la moja. El agua transportada por los vientos desde la baja Amazonia hasta los Andes es la que llega al Páramo de Chingaza y luego a Bogotá. Lo mismo el agua del acueducto de Quito o de la Paz, que provienen de glaciares andinos. La que llega a Buenos Aires y la de São Paulo nace en este territorio y es transportada por los vientos”, a través de unos circuitos llamados ríos aéreos.

En la serie documental One Strange Rock (Una roca extraña), de National Geographic, y producida por Darren Aronofsky, se ve en todo su esplendor en el primer capítulo.

La climatóloga Rosa María dos Santos cuenta en el programa que la torre Atto –la más alta de América del Sur con 325 metros de altura, alojada en medio de la selva tropical– ayuda a entender cómo esta región impacta al planeta.

Ella expone que los árboles y las plantas succionan el agua del suelo y, al llegar al punto más alto, la combinación del sol y el viento se convierten en un río caudaloso y volador. Con la torre Atto se mide con exactitud. Si estuviese en los suelos sería el más grande del planeta, incluso más que el Amazonas debajo de él.

A través de un comunicado compartido por el equipo científico The Amazon We Want, el panel asegura que vivimos en un momento crítico y que la deforestación a nivel mundial está ahora en un 17 %, pero si excede el 25 % la Tierra cruzará el punto de inflexión.

Frenar el ataque

Poveda visita colegios, ofrece charlas divulgativas en cualquier espacio que quiera hablar de estos temas, por lo que no quiere ser pesimista. Pero sí está convencido de que la economía no está siendo honesta con el ambiente: “Un campesino no va a deforestar un bosque por hacer daño a la mamá naturaleza sino porque tiene que alimentar a su familia. El tema pasa por las fuerzas de la economía, y si alguien le ofrece dinero por tumbar el bosque, la hará”.

El investigador tiene presente que es un asunto tan complejo que hasta se manifiesta desde el lenguaje. “Acá en Antioquia se dice ‘limpiar el potrero’ como una expresión que indica despejarlo para volverlo a usar, y se dice como si estuviera sucio y como si deshacerse de su bosque natural (a veces quemándolo) fuese a limpiarlo. Esto pasa porque la economía, como ciencia y modelo de desarrollo, premia o da créditos económicos a quien tumba un bosque ampliando la frontera ganadera, muchas veces de manera ineficiente, pero no a quien la cuida”.

Al igual que el panel, cree que el modelo de desarrollo actual que alimenta la deforestación se transformar para generar beneficios económicos y ambientales. Se pregunta ¿por qué valora más un bosque tumbado que en tierra?

Recuerda que “en términos teóricos, la economía ambiental existe, está construida como ciencia. El problema es que los gobiernos no la aplican. Plantea que es ahora que se debe redefinir la relación de los humanos con la naturaleza, y más si se vive en escenarios privilegiados como los de Colombia”.

Esta esperanzado en que el circuito que promueve que la deforestación dé más dinero que su cuidado, se romperá. Por eso participa en el panel, porque cree que se puede proponer un modelo de desarrollo basado en la bioeconomía como un nuevo paradigma para el Amazonas, que conserve su biodiversidad y que a la vez proporcione bienestar económico y calidad de vida para las poblaciones que viven allí.

¿Y la política?

El ingeniero asegura que los tomadores de decisiones dependen de las perspectivas económicas. “Un gobernador o alguien que tome decisiones de ese estilo sabe que tiene un mandato de cuatro años y que lo van a medir por los empleos que cree. Pero la economía solamente juzga esos beneficios en términos del Producto Interno Bruto (PIB), un indicador espurio de desarrollo porque solo mide un número de transacciones financieras... Como indicador de desarrollo es falso. Este no incluye los servicios ecosistémicos. Por ejemplo, no creo que haya en la sociedad, trabajo más ingrato, que el de las amas de casa, y ¿dónde está reconocido esto en el PIB?”

Es optimista aunque quiere tener el coraje de decir cosas importantes, como que ante frenéticos ritmos de deforestación, el bosque de la Amazonia puede colapsar y convertirse en un clima mucho más seco, y caliente, como una sabana.

28

veces el tamaño de Italia tiene la Amazonia: 7,5

millones de km2.

5,5
millones de km 2 de su territorio está cubierto por bosques.
11.000
años ha estado habitada por pueblos indígenas (se formó hace 30 millones de años).
26 %
en comparación con 2019, aumentó la deforestación en Brasil: The Amazon We Want
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