Pasaron 81 años desde el inicio de la entrega de los Premios Nobel para que un colombiano recibiera por primera vez uno, y 34 más para que un segundo obtuviera otro de los galardones que se otorgan como última voluntad del inventor de la dinamita, Alfred Nobel, y cuya entrega genera un aspaviento como de estallido de uno de esos artefactos explosivos.
Esos tiempos de espera los sumamos sin descontar los años en los cuales no se entregaron galardones, unas veces porque coincidían con las dos guerras mundiales; otras, por haber sido declarados desiertos (¿nadie se los merecía?).
Los dos premios recibidos por los paisanos Gabriel García Márquez, de Literatura, en 1982, y Juan Manuel Santos, de Paz, en 2016, hacen parte de los que el fabricante de armas dejó estipulados en su testamento, el único legado de mortal que se lee cada año en el mundo entero.
Sin embargo, estos dos reconocimientos son entregados por comités diferentes. El de letras, por la Academia Sueca; el de paz, por la de Noruega. Alfred nunca explicó por qué quiso que este premio fuera entregado en Oslo. Se dice que con esto, el industrial rendía homenaje a la tierra de su esposa. Otros, que él creía que el parlamento noruego, que solo era responsable de la política interior, estaría menos expuesto a manipulaciones por parte del gobierno. También hay quienes explican este hecho diciendo que Alfred Nobel apreciaba al escritor noruego Bjornstjerne Bjornson.
De cualquier modo, los dos premios, el de Paz y el de Literatura, constituyen reconocimientos importantes para los colombianos galardonados y para la nación, porque ambos ponen el nombre del país en boca de gente de todo el mundo. Y lo más importante: mencionan el nombre de Colombia asociándolo con asuntos positivos, que engrandecen el espíritu humano.
Reconoce el esfuerzo
De acuerdo con el escritor Memo Ánjel, “el Premio Nobel de Paz anunciado para el presidente Juan Manuel Santos me parece importante, porque introduce el concepto de la paz entre nosotros. Esta idea, la paz, que aparece en el nombre del premio, comienza a existir entre nosotros y a aparecer en nuestras conversaciones”.
El escritor y periodista cree que la reconciliación que estamos buscando, con este galardón, ahora está avalada por la comunidad internacional. Es muy simbólico. “Eso ayuda metérnoslo en la cabeza”.
De manera semejante opina el periodista Javier Darío Restrepo. Considera que tiene razón el presidente Santos al expresar que más que en él, el premio recae sobre un pueblo que ha afrontado el proceso de paz.
“Nuestro pueblo es una especie de enfermo y está tratando de aliviarse mediante un proceso que intenta acabar con una enfermedad de más de 50 años. A pesar del desaliento, la rabia y el afán de venganza de algunas partes, el pueblo apoyó al Presidente en el proceso”.
Restrepo comenta que el acuerdo de paz entre la guerrilla de las Farc y el Estado colombiano es un ejemplo para el mundo.
“Si se miran otros procesos de paz en el planeta —dice Restrepo— en este hubo creatividad para sortear las dificultades que ponía la guerrilla y las que ponía el pueblo mismo para llegar a la armonía”.
Otro que entra a terciar en estos comentarios es Luis Fernando Quijano, director de la Corporación para la Paz y el Desarrollo. Experto en el conflicto urbano, menciona que el anuncio de ese premio, en la madrugada del viernes, le dio “un respiro al país, que quedó en el limbo” después del triunfo del No en el plebiscito de apoyo al proceso de paz, el domingo pasado y sorprendido con “la revelación de las estrategias con las que adelantaron la campaña del No, hechas por el gerente de la misma, Juan Carlos Vélez”.
Quijano cree que “muestra que la comunidad internacional se la está jugado por completo por la paz de Colombia. Y que mientras nosotros todavía discutimos si queremos la paz o no, el mundo dice sí”.
Y coincide con los otros dos, cuando dice: “no tanto a Santos: ese premio lo entregan, en cabeza suya, a la paz en Colombia”.
Gabo y Santos
Memo Ángel cree que son importantes esos reconocimientos de Gabo y Santos. Los comités que los otorgan están poniendo el país en manos de gente que ha hecho un gran esfuerzo, dice. Porque en últimas, eso es lo que valoran esos dos premios Nobel: a uno, el esfuerzo por contar nuestra realidad; al otro, por intentar parar un conflicto que nos agobia.
Javier Darío, por su parte, al tiempo que encuentra diferencias en los premios, también les halla una similitud. La diferencia, que mientras el de Santos es más colectivo, otorgado a un proceso, a un pueblo, en el nombre de una persona, el de Gabo es más individual y premia la genialidad. La semejanza, que el de Gabo también es, indirectamente, colectivo, porque logró reflejar la cultura y el modo de ser de un pueblo entero en sus obras.
En cuando a este asunto, Quijano recuerda que Gabo impulsó los procesos de paz y los diálogos entre el Estado y las guerrillas.
Recuerda que el momento en el cual ganó el Nobel de Literatura, a finales de 1982, el país estaba muy convulsionado. El narcotráfico florecía, las guerrillas crecían y se extendían por toda Colombia, y había un Estado violento, en el gobierno de Julio César Turbay Ayala, con su famoso estatuto de seguridad y la persecución a líderes sociales.
“El propio Gabriel García Márquez tuvo que salir exiliado, a refugiarse en otro país, desde donde denunció la persecución en su contra”, recuerda Quijano.
El director de Corpades dice que el país, a comienzos de los ochenta, durante el Nobel de Gabo, vivía una etapa difícil del conflicto armado. Ahora, durante el Nobel de Santos, el país, en medio de dificultades, intenta salir adelante y solucionar sus conflictos armados.