Si bien los efectos de la inseguridad alimentaria en Venezuela se verán cuando la generación actual sea adulta, ya se vislumbran algunos de sus impactos. El 30 % de los venezolanos es de talla baja, el peor nivel de Latinoamérica, seguido por Ecuador 23,9 % y Haití, 22 %. Pero la consecuencia negativa inmediata de esta problemática se refleja en el deterioro nutricional.
Dependiendo del estado y la fase de la vida de las personas habrá un mayor o menor compromiso. Mujeres embarazadas y lactantes, niños recién nacidos, menores de cinco años y adultos mayores son las primeras víctimas.
La población general puede tardar un poco más en sufrir su impacto, pero igual observaremos dificultades por desarrollo cognitivo alterado, caso escolares que logran aprender a escribir o leer y hombres con una espermatogénesis alterada por hambre.
El hambre que experimenta una pareja en su edad fértil y que procrea un nuevo ser tendrá una impronta negativa en su hijo, si continúa ese entorno adverso.
Entonces, tendremos gente más pequeña, problemas de desarrollo cerebral, personas que no podrán superar niveles escolares mínimos y tampoco entenderán lo que leen. Esta crisis incidirá en el hogar, el individuo y el futuro de la sociedad.