Un fenómeno acentuado por la pandemia es la inequidad: la injusta diferencia en las oportunidades para acceder a bienes y servicios, tales como las vacunas y otros insumos básicos para el bienestar y la salud. Mientras en algunos países las vacunas sobran, en otros el acceso es escaso y difícil. Muchos centros de investigación han tenido dificultades para cumplir con sus objetivos por falta de suministros. Las asimetrías de poder se han pronunciado más de lo que los eufemismos no logran disimularlas. Todo lo cual es un reflejo de la magnitud y complejidad de la pandemia, así como de la falta de lecciones que debieron ser aprendidas.
La iniciativa Covax ha buscado resolver, infructuosamente, el problema del acceso y distribución desigual de vacunas a nivel mundial. Las donaciones hechas por países a los que les sobran vacunas a otros con dificultad de acceso tampoco han logrado suplir la falta de dosis necesarias para alcanzar la esquiva inmunidad colectiva. Así las cosas, habrá pandemia para rato.
Ante esta situación desoladora, la moraleja es evidente. Es hora de que Colombia se crea capaz. No más oportunidades perdidas. Una hoja de ruta fue trazada por la Misión de Sabios, que incluyó el fortalecimiento del ecosistema científico, un modelo de salud basado en el conocimiento y, por supuesto, una agenda para la producción de biotecnológicos y la seguridad e independencia farmacéuticas. Su implementación nunca será demasiado tarde