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Todo pasa y nada cambia

Se presentaron varios fenómenos que socavan el entusiasmo. Se quemaron candidatos ya probados por su gran aporte al Congreso, mientras que a un grupo de cuestionados le fue bien.

15 de marzo de 2022
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Cuando Fabio Valencia Cossio asumió como presidente del Congreso de la República, a finales del siglo XX, lanzó una frase que todavía hoy resuena como un eco en el Capitolio: “¡O cambiamos o nos cambian!”, dijo refiriéndose al trabajo de los legisladores que para ese momento ya sufría un gran desgaste ante la opinión pública.

Los resultados de las elecciones de este domingo muestran que en los veinticinco años que han pasado desde entonces el Congreso no cambió y, por el contrario, lo que ha demostrado es que “cualquier situación por mala que sea es susceptible de empeorar”, para seguir con las frases populares.

Una primera lectura a la conformación del nuevo Congreso no produce entusiasmo. Al menos entre los elegidos hace cuatro años, a pesar del descrédito que ya sufría el legislativo, estaban políticos de grandes ligas, como Álvaro Uribe, Antanas Mockus y Gustavo Petro. Que más allá de los amores y odios que puedan despertar, cada uno de ellos había construido, a lo largo de muchos años, un proyecto político claro o representaba a un gran sector de la sociedad. Por no hablar de otros personajes, como Jorge Enrique Robledo, del Polo; Germán Varón, de Cambio Radical; Juan Manuel Galán, Liberal, o David Barguil, del Partido Conservador, quienes aportaban un trabajo serio desde sus distintas orillas ideológicas.

Ahora no queda ninguno de ellos. De los elegidos el domingo tal vez el único con esa estatura política sea Humberto de la Calle. También se puede destacar la llegada de nuevas figuras, por ejemplo: Miguel Uribe, del Centro Democrático; el exgobernador de Caldas Guido Echeverri, del Centro Esperanza; y una mujer joven como Andrea Padilla, del Pacto Histórico. Pero los nuevos y prometedores refuerzos son más una lista corta que larga.

Se presentaron varias fenómenos que socavan el entusiasmo. Se quemaron candidatos ya probados por su aporte al Congreso, como Iván Marulanda, del Partido Verde, y otros que querían estrenarse en el control político, como Gilberto Tobón. Así como toda la lista del Nuevo Liberalismo, que había hecho un intento por incorporar figuras refrescantes a la política. Más triste aún es constatar que se quemó toda una bancada de jóvenes, una especie de generación de relevo, que habían logrado ser reconocidos por su labor legislativa, como los representantes a la Cámara José Daniel López, Mauricio Toro y Gabriel Santos. Además de Juanita Goebertus, que no quiso presentarse de nuevo.

En cambio, a la bancada de los cuestionados le fue bien. Mario Castaño, señalado por la Fiscalía de ser el presunto líder de una red de corrupción en contratos estatales, sacó casi setenta mil votos. Si la Justicia funciona, esa debe ser la primera silla vacía de este Congreso. Por mencionar solo uno de una larga lista.

También llegó otro tipo de nuevos congresistas, que no sabemos si son buenos o malos, pero que, por ahora, podemos ubicarlos en la bancada de los quince minutos de fama. Entre ellos se podría mencionar a Jota Pe Hernández, el youtuber que sacó la tercera votación del Senado, y a Susana Boreal, a quien un video de un minuto dirigiendo una orquesta en pleno paro la lanzó a la fama. A los dos se les conoce por los nombres con los que se hicieron famosos en la redes.

Pero como todo no puede ser malo es justo destacar que la mejor noticia de este nuevo Congreso es el aumento significativo del número de mujeres. Fueron elegidas 81, de un total de 296 curules (33 mujeres en el Senado, de 108 curules, y 48 en la Cámara, de 188).

Se trata del número más alto en la historia: en 2014 se había dado la mayor participación y solo se llegó a 56 congresistas. En ese entonces equivalía al 20,9 % del Congreso y ahora la mujer saltó a tener el 27,3 % de todo el parlamento y el 30 % del Senado. Y la segunda lectura es que, prácticamente, Colombia se pone a la par del promedio de los países de América en lo que a inclusión se refiere. Ojalá un mayor porcentaje de mujeres se traduzca en un mejor Congreso; al menos, por ahora lo hace más diverso e incluyente.

La otra gran diferencia de este nuevo Congreso es el terreno que ganó la izquierda. Hay quienes dicen que, en la práctica, el Senado quedó con 55 congresistas de derecha y 53 de izquierda. Pero todavía le falta un hervor a esas cuentas: los 15 senadores que logró el Partido Liberal, y que están allí incluidos, no son necesariamente de izquierda, y tendría que mediar una negociación política para etiquetarlos de esa manera.

Veremos, con el transcurrir de los meses y los años, si en las elecciones de 2022 se dio algún cambio real en el Congreso. Y si fue para bien o para mal.

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