Un acto de justicia social y ejemplo de lo que podría hacerse con numerosas poblaciones, que viven en mitad de la nada, arrinconadas por la miseria y los fenómenos naturales, es el proyecto integral de traslado del casco urbano de Murindó, Atrato Medio de Antioquia, a un lugar más seguro, con mejores oportunidades de desarrollo y donde las crecientes del río dejen de ser una pesadilla para sus habitantes.
Su gran biodiversidad, sus extensas selvas, sus vastas extensiones de aguas cristalinas, abundantes en peces, aves y sus caminos que van a uno y otro lado del territorio, hacen pensar en este municipio del Urabá antioqueño, como un santuario para la vida y la prosperidad. Pero la realidad es bien distinta.
En la población la pobreza extrema impacta al 95 por ciento de sus 5.600 habitantes y el índice de necesidades básicas insatisfechas es del 98 por ciento. Por ello, el traslado debe ser un proyecto de desarrollo sostenible, amigable con el medio ambiente y, ante todo, una opción de redención social para toda la comunidad.
Acompañamos la decisión del Consejo Comunitario por el Desarrollo Integral de Murindó, el cual dijo sí, el pasado fin de semana, a la reubicación del pueblo, a través de una consulta previa realizada por el Ministerio del Interior.
A Murindó, al menos, en cuatro oportunidades, le ha tocado resurgir de la nada. La última en 1992, luego de dos terremotos, los días 17 y 18 de octubre, y una avalancha, tres meses después, enero de 1993, la cual no dejó ni las grietas de los sismos. Ante esta situación, expertos de los gobiernos nacional y departamental de entonces, tomaron la peor de las decisiones: mover el pueblo, de manera provisional, a orillas del Atrato, en un zona que permanece inundada, en promedio, ocho meses al año.
Y allí lleva 25 años esperando que el Gobierno cumpla con su compromiso de reubicación. Por eso, es clave que el actual proceso cuente con acompañamiento y veeduría permanente para que los plazos y condiciones fijadas para el traslado se cumplan.
Un terruño no es solo una posesión, es también una tradición, una cultura y unos íconos que a lo largo del tiempo van dando sentido a una comunidad, la cual se cohesiona en torno a su pasado, su presente y su vocación de futuro.
Valoramos el consenso para la creación del nuevo casco urbano, que contó con la asesoría y compromiso de recursos de los gobiernos nacional y departamental.
El pueblo, así está definido en los planos que se conocen, se levantará a 13 km de la ribera del Atrato, en un lugar seguro, con sus respectivos planes de ordenamiento territorial y parcial. Tendrá acueducto y alcantarillado; hospital, iglesias, sede comunal, centro infantil, parques, estación de policía, institución educativa, casa de gobierno y una carretera que lo comunicará con el río Atrato, principal vía de comunicación de la región con el resto del país. Beneficiará a 580 familias, en su mayoría afrodescendientes, tendrá un plazo de construcción, en su primera etapa, de dos años y una inversión inicial de $25.000 millones.
De acuerdo, trasladar Murindó debe ir más allá de mover de lugar su pobreza o solucionar los problemas de inundación. Se trata de buscar alternativas para que esta población, en condiciones de carencias severas, pueda encontrar una ruta que le permita desarrollar todas sus potencialidades económicas, culturales y sociales.