De destacar la decisión del Gobierno Nacional, a través del Ministerio del Medio Ambiente, de blindar seis áreas de la geografía colombiana contra la minería legal e ilegal y otras formas de depredación del medio ambiente, para iniciar así un proceso de creación de nuevos parques naturales.
La medida demarca un territorio de 1.666.244 hectáreas, que albergan una herencia invaluable por su gran biodiversidad para el país y la humanidad. Con ello, el país sumaría 67 áreas nacionales protegidas, a cargo del Sistema Nacional de Parques Naturales de Colombia.
Las áreas representan zonas de los departamentos de Antioquia, Bolívar, Cauca, Meta, Cesar, La Guajira, Arauca y Vichada.
Las demarcaciones encierran auténticos santuarios de flora, fauna, estrellas hidrográficas, minerales, pisos térmicos y protegerían numerosos pueblos aborígenes, sus culturas, su relación con la tierra, sus animales y visiones de la vida y el Universo.
Si bien la decisión es clave para multiplicar las áreas naturales protegidas del país, el gran reto sigue siendo la protección, manejo ambiental y conservación de los recursos de los actuales parques, sobre los que tenemos una enorme deuda en esa materia, toda vez que en amplias zonas de los mismos campean la guerrilla, el narcotráfico y la minería ilegal, que arrasan bosques ancestrales para multiplicar sus cultivos de coca, marihuana y amapola; destruyen y envenenan, sin miramiento alguno, numerosos ecosistemas en los que vierten toneladas de residuos químicos, utilizados en la producción de clorhidrato de cocaína.
Lo otro es que en esas mismas áreas también habitan o hacen patria, desde hace décadas, miles de familias campesinas, que tienen hijos para alimentar, educar y garantizarles un futuro digno. Todas esas familias derivan su sustento de cultivos de pancoger, minería informal, no ilegal; ganadería, pesca, cacería. El Gobierno debe protegerlas y no afectarlas a rajatabla con sus decisiones.
El compromiso con la creación de nuevos parques también debe llevar a la multiplicación de acciones que garanticen su conservación y restauración del patrimonio natural, que haya sido degradado, para lo que se necesitan verdaderos instrumentos de planificación ambiental y funcionarios con la suficiente formación profesional, que puedan generar criterios científicos sobre si se pueden o no desarrollar distintos proyectos de aprovechamiento de los territorios protegidos.
Las investigaciones científicas han probado que los ecosistemas no son islas, sino entes que se interrelacionan. Así una línea de zonificación no solo sirve para determinar que aquí comienza o termina el parque, lo que no puede interpretarse como que desde ese punto queda abierto el espacio para grandes explotaciones mineras, de hidrocarburos o de producción agropecuaria.
Todo lo que se haga por fuera del territorio protegido debe hacerse con estricto cumplimiento de las normas ambientales nacionales e internacionales, e incluso debe rechazarse, si el concepto científico así lo determina.
Por su ubicación geográfica, Colombia es centro mundial de la biodiversidad. Tiene la mayor cantidad de aves y anfibios del planeta; ríos multicolores, grandes humedales, ecosistemas variadísimos, bosques de niebla, bosques secos, nieves perpetuas, ríos infinitos y cristalinos, cadenas rocosas estancadas en las formaciones del Precámbrica y el Paleozoico, pueblos aborígenes inexplorados, mares cálidos que sirven de incubadoras a las ballenas jorobadas y las tortugas más grandes del mundo y otras bellezas naturales alucinantes que todo el país y el mundo merecen conocer de manera responsable.
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