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Francisco: 10 años de
una revolución espiritual

Su valor máximo reside en la coherencia entre su vida privada y su vida pública, en donde realmente ha predicado con el ejemplo. Su estilo de liderazgo, humilde, contemporáneo e inclusivo es fuente de inspiración”.

15 de marzo de 2023
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Hace diez años, cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido obispo de Roma para llenar el vacío que la renuncia de Benedicto XVI había generado en la Iglesia, comenzó una andadura hacia el reformismo, teniendo como insignias la esencialidad y la pobreza. Pero lo más importante, cientos de miles de fieles encontraron en este líder espiritual venido del “fin del mundo” un mensaje lleno de humanidad, de sencillez y bondad que les tocó la fibra de una fe en cierto sentido adormecida. Desde el primer minuto tras ser elegido dio claras muestras de que lo suyo no era ni el boato ni el orgullo y así lo ha confirmado con cada uno de sus gestos a lo largo de estos años.

En su camino ha encontrado distintas dificultades dentro y fuera de la comunidad eclesial, pero si algo caracteriza a este papa es el valor y el coraje que le ha echado a cada reto que se le plantea. El papa Francisco ha conseguido que su voz represente a los humildes, a los que a veces sienten que ya no tienen más fuerzas para luchar o a los que simplemente no son escuchados. Y a la vez ha encontrado un lenguaje cercano, afable y auténtico con el que se dirige a millones de católicos de todo el mundo para recordar que solo la espiritualidad puede salvarnos en momentos de desesperación. A eso se refería cuando dijo que “el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”

Francisco es el primer pontífice latinoamericano, y el primer jesuita, que conduce a su iglesia. Y es tal vez esa Argentina de la que viene, con sus grandes dificultades y diferencias sociales la que ha marcado su forma de contemplar el sacerdocio, como un pastor que “debe oler a oveja”. Su opción por los pobres ha sido una elección de vida que ha ido concretando su teología y su personalidad franciscana. Tiene marcadas las palabras del cardenal Hummes que le dijo apenas fue elegido papa: no te olvides de los pobres. De ahí el nombre que eligió, Francisco, en honor al inolvidable monje y santo que abandonó familia y riquezas para servir a los rechazados por la sociedad y para proteger la naturaleza.

El papado de Francisco ha sido en muchos sentidos revolucionario. No le ha rehuido a los temas que preocupan a la sociedad contemporánea. Es un líder espiritual de aquí y de ahora. Le importan esos grupos humanos que sufren presiones sociales, que soportan realidades políticas de evidente injusticia, que fueron descartados y necesitan entrar de nuevo al ruedo de la vida plena. Ha sorprendido a muchos al pedir perdón en nombre de la iglesia “no sólo a esta persona que es homosexual a quien se ha ofendido, sino a los pobres, a las mujeres explotadas, a los niños explotados por su mano de obra, al haber bendecido muchas armas”. Este acto de contrición genuino ha llegado al alma de muchos que sentían que los jerarcas de la iglesia habían empezado a gravitar en una órbita diferente a la de la sociedad. Y en uno de los temas más delicados y dolorosos, el de los abusos por parte del clero, se dirigió a las familias y les dijo: “lamento profundamente las veces en que ustedes o sus familias denunciaron abusos pero no fueron escuchados o creídos. Sepan que el Santo padre les escucha y les cree”. Eso era lo que tantas víctimas necesitaban escuchar: que la iglesia les creía.

En estos diez años ha sabido dar respuesta a las inquietudes de tantos que se sentían excluidos. Solo pensar en lo que sus palabras sobre la comunidad gay han significado para millones de personas es admirable: “Las personas homosexuales tienen derecho a estar en la familia. Son hijos de Dios, tienen derecho a tener una familia. No se puede echar de la familia a nadie, ni hacer la vida imposible por ello”. Más claro imposible.

El papa se ha convertido en líder político y social en cuestiones como la migración, el ecologismo o la lucha contra las guerras. Para sus visitas se ha centrado en la periferia de la iglesia, en lugares donde el catolicismo es perseguido o donde la pobreza dificulta el mero hecho de existir. Y ha repetido que aunque a algunas personas dentro de la iglesia católica les molesta su insistencia en temas de justicia social, “persisto en mi fastidio...la globalización de la esperanza debe sustituir a la globalización de la exclusión y la indiferencia”.

Esta década de Francisco como papa han sido una búsqueda constante de todo aquello que representa justicia, desde el reparto equitativo de los bienes, pasando por su rechazo a los despilfarros e indignidades o exigiendo cuidado, respeto y conciencia sobre el planeta. Un reconocimiento de la periferia y una invitación a soñar con grandeza y actuar con humildad. Bergoglio busca la unidad en la diversidad.

Pero más allá de todos los hitos alcanzados en materia de transparencia, credibilidad, respeto e integración que el papa Francisco ha alcanzado - esa primavera de la iglesia que ha traído - hay que decir que su valor máximo reside en la coherencia que ha demostrado entre su vida privada y su vida pública, en donde realmente ha predicado con el ejemplo. Ha llamado al pan pan y al vino vino, pero también ha demostrado que puede escuchar con el corazón a sus feligreses, que está en sintonía con ellos, que entiende sus necesidades y que sabe que la solución está aquí y ahora si todos actuamos con sinceridad y amor por los demás. Su estilo de liderazgo, humilde, contemporáneo e inclusivo es fuente de inspiración .

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