Se comienzan a conocer los primeros balances acerca del comportamiento en Colombia de la matrícula escolar en medio de la pandemia. Se ha hecho un esfuerzo para ponerle números a esa situación por la preocupación de que el cierre obligado de escuelas, colegios y universidades para prevenir el contagio pueda provocar una verdadera catástrofe generacional que produzca el desperdicio del potencial humano del país, mine décadas de progreso social y exacerbe las desigualdades.
Las cifras, en principio, parecen menos malas de lo que se esperaba, aunque no por eso dejan de ser preocupantes, sobre todo si se tiene en cuenta que son parciales. Según los datos que dio a conocer el Ministerio de Educación, en el país, hasta antes de la pandemia la matrícula en escuelas y colegios fue de 9’395.018 estudiantes, de los cuales un poco más de cien mil niños se retiraron entre marzo y agosto de este año. Esa cifra representa una tasa de deserción de 1,1 %.
Esa tasa es menor que la observada en 2019 (2,99 %), pero hay que tener en cuenta que corresponde solamente a unos meses de 2020 y que el efecto final sobre la deserción solo se conocerá a principios del año entrante. Cabe esperar que este sea mayor al 3 %, lo que representa un retroceso frente a la tendencia descendente que se observaba en los años anteriores.
Hay que tener en cuenta que las cifras no están midiendo la calidad de la educación que están recibiendo los estudiantes, que es uno de los temores que tienen los padres frente a lo que está sucediendo. El problema es que la educación virtual, a la que se acudió por parte de los establecimientos escolares, debió montarse sobre la marcha. Muchos docentes no conocían el recurso y, para empeorar las cosas, había estudiantes que no tenían acceso a internet o el que tenían era de regular calidad, y esa fue una de las principales razones que llevó a los padres a retirar a sus hijos de los establecimientos educativos.
Las universidades, por su parte, pudieron encajar el golpe por medio de rebajas al costo de la matrícula para contener la deserción, aunque no lo lograron completamente. En efecto, según las cifras del Ministerio, la deserción para el segundo semestre fue inferior al 10 %, bastante más baja que el 25 % que había proyectado originalmente la Asociación Colombiana de Universidades (Ascún).
Sin embargo, la reducción de las matrículas y un flujo menor de estudiantes hacen temer un deterioro de la calidad de la educación superior. Ya se conoce que muchas universidades están despidiendo a profesores de planta con doctorado y acudiendo a los profesores de cátedra, menos costosos; una práctica que se quería dejar atrás para tener un grupo estable de profesores que beneficia, en mayor medida, a los programas universitarios.
En Colombia la crisis generada por el virus Sars-Cov-2 está golpeando los procesos de educación y por esa vía puede ahondar la brecha de la desigualdad social. Los números que se conocen son parciales y menos malos de lo esperado, pero lo cierto es que la crisis está lejos de resolverse y el sistema educativo se puede resentir más. Hay que trabajar de manera sensible y empática para tratar de evitar la deserción escolar y el deterioro de la calidad de la educación. No hay que olvidar que el éxito de un estudiante representa la superación de su familia entera.