Es más fácil cuando las víctimas te simpatizan. Por eso las películas suelen evadir lo compleja que puede ser la realidad, enfocándose sólo en la parte que sea más fácil de “vender”. Si a quien vemos llorando es a un niño que mendiga en las calles de Bangladesh, no tardaremos en querer defenderlo. ¿Pero quién puede compadecerse de un multimillonario? Ese riesgo lo asume “Escándalo” y en ello radica su valentía. Porque las víctimas en este caso no sólo son millonarias sino que además trabajaban “para el enemigo”, es decir, para Fox News, que durante las últimas dos décadas pervirtió el concepto de noticia, y se convirtió en la estación televisiva con más audiencia de Estados Unidos, gracias a su combinación de información tendenciosa y derechísima posición política. Y el cerebro de esa exitosa operación mediática fue justamente el villano de esta historia, el temible Roger Ailes, quien gobernaba con mano de hierro su reino particular, hasta que finalmente algunas de las mujeres más reconocidas de la cadena, dos de sus presentadoras principales, se atrevieron a denunciarlo por abuso y acoso sexual, y de paso lograron develar la cultura machista que allí reinaba.
Charles Randolph escribe un guion muy astuto, que nos hace creer desde el comienzo, con una especie de excursión que nos da Megyn Kelly por las instalaciones de Fox News y del edificio en el que se ubica, que somos sus confidentes. En el recorrido, Randolph y el director, Jay Roach, van dejándonos ver la presión constante a la que se veían sometidas las mujeres que allí trabajaban, teniendo que soportar chistes procaces, cumplidos poco respetuosos y abiertas insinuaciones sexuales, por parte de casi cualquier hombre que tuviera el mínimo poder. El clímax de esta sensación, sin embargo, lo viviremos más allá de la mitad de la película, en medio de una sala de vestuario llena de fajas, minifaldas, pestañas postizas y tacones, donde tendremos que hacernos la pregunta temible: ¿no seremos todos cómplices de este crimen? ¿Al exigirles a las mujeres unos estándares imposibles o al fomentar prácticas que explotan su físico (recuerden “las piernas de Viena” que nos vendió Yamid Amat alguna vez, como si fuera una idea genial), no fomentamos la permanencia del abuso?
Plantear esa pregunta, dejarla en el aire, es una de las cualidades de “Escándalo”, que también logrará mostrarnos a unas mujeres que no tienen que ser amigas para defenderse entre ellas. El guion cojea en ocasiones, pues un par de personajes aparecen sin un sentido claro en la trama, mientras que otros deberían tener más peso en la historia. Pero las transformaciones físicas de sus protagonistas, que apoyan actuaciones intensas e irreprochables de Charlize Theron, Nicole Kidman y John Lithgow, consiguen el milagro de trascender la anécdota para construir un relato poderoso sobre un cambio en la sociedad occidental que apenas está empezando y que deberemos aprender a apoyar. Porque por desgracia, si sintonizan Fox News, verán que las minifaldas y los tacones siguen ahí.