¿Cuántos M. Night Shyamalan existen? Está el tipo genial que escribió y dirigió dos excelentes películas (Sexto sentido y El protegido) en dos años como, si escribir y filmar un buen guión fuera tan simple como sentarse a desayunar. También tenemos al tipo que creyó que era el nuevo Spielberg, se embarcó en proyectos casi ridículos como El incidente y After Earth, y jamás fue capaz de reconocer las fallas evidentes de sus propias cintas. Y está el director desesperado por la fama que patrocinó un falso documental para autopublicitarse y escribió un libro en el que hablaba mal de quienes le habían permitido financiar sus primeras historias. Eso sin contar al imitador irracional de la costumbre de Hitchcock de aparecer en sus propias películas, incluso a costa de incluir escenas innecesarias para la trama. Todos esos son el mismo M. Night Shyamalan y sin embargo lo único que importa al ver Fragmentado es que el primero del que hablamos en este párrafo por fin vuelve a estar al mando.
Fragmentado es varios tipos de película al mismo tiempo. Es una cinta de rehenes, con las consabidas relaciones complicadas entre los secuestrados y en este caso, una variante inquietante: el secuestrador posee un desorden de personalidad múltiple, lo que hace que cada vez que entra al cuarto donde están presas las chicas protagonistas, sea una persona distinta. Esta premisa podría haber terminado resultando ridícula, pero James McAvoy se echa al hombro la responsabilidad y asume con entereza todas las “presentaciones” de su personaje. Fragmentado también es una historia de misterio, donde los espectadores nos preguntamos qué va a hacer la doctora Fletcher cuando ese paciente extraño que atiende en las tardes, comienza a dar señales de que algo más pasa en su vida y para qué diablos Shyamalan decide alternar esta trama con la presentación de los recuerdos de una de las jovencitas atrapadas, Casey, que parece haber conocido en otra parte a su secuestrador, o a alguien que se le parece. Y es también una cinta sobrenatural, que se vincula (y no sólo temáticamente) a esa Philadelphia que el director ha convertido en el escenario de su propio universo, que combina en partes iguales candidez y crueldad.
Shyamalan triunfa en la mezcla, gracias a que el guion dosifica sus distintas personalidades estratégicamente, dejando para el final una revelación (marca de estilo donde el escritor tramposo le gana siempre el pulso al director meticuloso) que en este caso no es tan impresionante como en Sexto sentido, pero no se siente tonta, como en otros de sus títulos. A pesar de las bifurcaciones en el camino, Fragmentado recorre su camino narrativo sin tropezarse, dejando en el espectador el sabor de una película coherente consigo misma. Paradójicamente una película sobre un desorden de personalidad es la cinta con más personalidad de este autor en décadas. Ojalá sea capaz de ser este Shyamalan más seguido.