Dos veces en mi vida me han pedido que me vaya de restaurantes. Las dos relacionadas con el viajero, nunca turista, Anthony Bourdain.
La primera fue hace siete años, cuando el famoso cocinero vino a Colombia. En aquella ocasión fui invitado a la rueda de prensa en el desaparecido restaurante Bijao. En un salón de grandes ventanales, nos sentamos alrededor del chef. Alto, canoso, cabello recién mojado, jeans desteñidos, botas texanas y con una cerveza en la mano, comenzó a responder las preguntas. Me impresionó el tamaño de su cabeza con relación al cuerpo.
Dos días antes un amigo me informó que presenció cuando a Bourdain lo llevaron a visitar un barrio de Medellín, donde le prepararon un sancocho. La característica de esa cocción fue que a las viandas les agregaron marihuana. No presté atención a ese hecho, la verdad no me gustó, yo habría preferido otra receta. Sé del uso que se le da a la hoja de coca en algunas preparaciones, pero de la marihuana no tenía ni la menor idea. Lo que si me llamó la atención, fue saber si la marihuana es usada como ingrediente en otro país.
Por eso, cuando en la rueda de prensa me dieron la oportunidad, no dudé en preguntar. Señor Bourdain, ¿sabe si en alguna cultura usen la marihuana como ingrediente en la elaboración de platos? El silencio de la sala presagió lo peor. ¿Qué pasa? pensé. Él respondió la pregunta, pero antes pidió apagar las grabadoras. No puedo decir en esta columna todo lo que nos dijo el cocinero neoyorquino, lo que si les puedo contar es lo que vino después.
Al terminar de contestar, encendieron las grabadoras y todo transcurrió normal. Sin embargo una persona del equipo que lo trajo a Medellín me exigió que me retirara del recinto. Me dijo que ya sabían quién me había dado la información y que eso era falso. Que por personas como yo era que la imagen de Colombia estaba tan mal. En fin, me tacharon de lo peor por mi inquietud de aprender de cocina. Luego los organizadores repensaron mi exclusión y con disculpas me invitaron a quedarme. Empero, en privado, me dijeron por dónde salía el sol y de qué me iba a morir. Hoy recuerdo con risas el suceso y no se me olvida que años más tarde, por seguir al mismo Bourdain me rechazaron en otro restaurante de New York, cuando le tomé la foto a un plato. Cocineros, amigos de la fusión, Bourdain dijo que no sabía de algún plato que llevara ese ingrediente.