Este tranvía está sobredimensionado desde los medios, los gobernantes y los ciudadanos. Primero, no es nada nuevo en términos de ingeniería de movilidad urbana (existía aquí desde 1921). Segundo, es resultado de una imposición del Municipio a la Empresa Metro y, tercero, por ello mismo no es parte de una elección consensuada y licitada para escoger la mejor opción, sino que además estuvo amarrado a un empréstito con el gobierno francés.
El tranvía monopolizó la calle Ayacucho y redujo su tráfico solo a este sistema. Un monorriel, unos coches elevados, hubiesen dejado habilitada la superficie al uso por parte de autobuses, taxis, autos particulares y motos. ¿Cómo llegar a la puerta de la casa en un taxi o sacar a un enfermo donde solo hay tranvía?
Desde el punto de vista social y de costos, el tranvía gasta buena parte de los recursos de una ciudad que se siente rica con las transferencias de EPM y que concentra recursos que debieran ser repartidos más equitativamente con otros municipios de Antioquia donde están los recursos hidrícos que generan esa riqueza. Es decir, Medellín, que no provee agua al sistema, es la mayor beneficiada con el “negocio de la lluvia” y las fuentes de agua de localidades donde aún hay mucha pobreza. Entonces, no hay que sacar tanto pecho ni alimentar la idea de que Medellín sea o deba ser la envidia de Colombia.