Orión hace parte de un contexto histórico en el cual se desarrollaron casi 17 operaciones militares, en una gran ofensiva en 2002. Se produjo de manera paralela a un copamiento paramilitar de zonas donde estaba la guerrilla. Hubo coincidencia operacional entre acciones de la Fuerza Pública y grupos paramilitares contra milicias insurgentes y sus supuestos simpatizantes y familiares.
Eso ocurrió en una Medellín donde hubo entre 1999, 2000, 2001 y 2002, hostilidades y ataques contra organizaciones y defensores de derechos humanos.
Orión, como tal, dada la magnitud del despliegue y debido a la resistencia de los milicianos, en calles y senderos estrechos y complejos, produjo dos o tres bajas civiles. Pero sí hubo, durante los tres días de Orión, por lo menos seis desapariciones de personas capturadas por la Policía. Y de 450 capturados apenas se judicializó a menos de 30.
La Procuraduría destituyó al general Leonardo Gallego, comandante de la Policía Metropolitana, porque no tomó las medidas para proteger a la población civil.
Son graves los indicios, incluso refrendados por los propios paramilitares en Justicia y Paz, de que hubo participación de ellos como guías y en la coordinación del asalto. Y aún hay una notoria impunidad para los responsables políticos de esa acción.