Como en todo proceso electoral, el próximo 6 de diciembre está en juego la correlación de las fuerzas políticas. Y deberá darse en los términos en que se lo ha hecho en los últimos años, con el avance de la revolución bolivariana en el país, y la adhesión de la gran mayoría de la población a los programas inclusivos de los últimos 16 años. Y eso lo refuerza también la profunda atomización, como no la ha habido nunca antes, de la oposición, la Mesa de la Unidad Democrática, partidos de derecha y ultraderecha. Lo que aquí se debate no son las opciones de unos candidatos, sino dos modelos que están enfrentados desde el inicio del proceso revolucionario. De allí que las posibilidades de que esa oposición, dividida y llena de contradicciones, logre el control de la Asamblea Nacional, son muy reducidas en la práctica.
Las movilizaciones que logra la Revolución son multitudinarias. La oposición no logra, en cambio, congregar más que unas pocas personas.
Los venezolanos tenemos claro que Lilian Tintori no es una líder política, ni luchadora social. Es la esposa de un individuo condenado por instigar rebelión y provocar 40 muertes. Ella quiere aparecer como víctima y aprovecharse. Por fortuna, el pueblo venezolano ha crecido en cultura política y comparte el modelo de la revolución bolivariana.
