Cuando se produce el magnicidio contra Álvaro Gómez Hurtado, en noviembre de 1995, el fiscal era Alfonso Valdivieso. El ministro de Defensa era Juan Carlos Esguerra Portocarrero, persona muy cercana de Gómez Hurtado, en cuyas listas fue elegido constituyente en 1991. Por eso, a nadie le puede caber en la cabeza que este tuviera interés en obstruir la investigación que debía esclarecer la muerte de quien fue su maestro.
El fiscal Valdivieso inició la investigación y su primera pista apuntaba a miembros de las Fuerzas Militares. Y esa primera pista la dio en el noticiero QAP María Isabel Rueda, persona también allegada a Gómez. Esa fue la hipótesis que manejó el entonces fiscal entre 1995 y 1997. Cuando yo llegué a la Fiscalía, profundicé la investigación con testimonios, y llegamos hasta dejar en llamamiento a juicio al coronel Bernardo Ruiz, comandante de la Brigada XX del Ejército. La hipótesis era la participación en una conspiración para un golpe militar, frustrada por parte de Álvaro Gómez. La hija del doctor Gómez reconoció que durante mi Fiscalía había sido el mayor avance de la investigación. No sé qué pasaría después.
En la universidad enseñamos que “el tiempo que transcurre es la verdad que huye”. Es difícil ahora, aunque no imposible, llegar a la verdad.