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La grandeza de Nicanor está en su sencillez, en su palabra, sus ideas, su humor y en su capacidad para entender el mundo empresarial y la vida desde los valores, la ética y la equidad. Nicanor fue un hombre sin exageraciones ni estridencias, un catedrático magistral, que nos dio lecciones universales sobre la vida empresarial y su impacto en lo social.
Nicanor deja dos legados. El profesional que lo llevó a entender cuáles eran las razones de éxito de un grupo de empresas antioqueñas que podía crecer enormemente, gracias a una estructura más global, y el legado personal de un hombre comprometido, que dejó su escritorio para dedicarse a estudiar, a entender el país y a generar bienestar.
Nicanor fue un ameno y original contertulio, capaz de convocar a mayores y a jóvenes alrededor de la mesa para hablar de cualquier tema, fuera trivial o profundo, para él era igual hablar sobre la vida, los viajes, la literatura, la paz, pero siempre cautivando el auditorio con su facilidad de expresión y su inigualable sentido del humor.
Fue un estudioso y un gran referente en temas de equidad, ética y responsabilidad social. Un hombre prudente y sensato, que renunció a su cargo como dirigente empresarial para volver a la universidad y aprender con humildad. Un estudiante de espíritu joven que caminaba con su mochila al hombro con el afán de conocer más el mundo para entender mejor su país.
Nuestros hijos recordarán a Nicanor como un ser encantador, con un humor extraordinario, lleno de historias y con gran sentido social. Un hombre sabio, firme e inspirador. Un filósofo de las cosas simples y esenciales de la vida.
Despedimos a un hombre íntegro e inteligente. A un gran amigo y consejero.
Despedimos a Nicanor, un hombre superior a su época.