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Columnistas | PUBLICADO EL 20 agosto 2020

Mujeres y hombres

Por Diego Aristizábaldesdeelcuarto@gmail.com

Hay una carta que reposa en los archivos de la Biblioteca Pública Piloto que desde que la leí, hace unos tres años, no dejo de volver sobre ella. Es una buena muestra de cómo eran las relaciones entre una mujer y un hombre, tanto en el hogar como en la política, que era el campo en el cual se desempeñaban Francisco López de Mesa y Haydeé Eastman Calderón.

Corría el año 1961 y Haydeé, abogada, activista social, defensora de los derechos de las mujeres, primera mujer en Antioquia en ocupar los estrados judiciales para defender a alguien, recibió una carta de su esposo Francisco donde se lamentaba que por culpa de las ocupaciones profesionales de ella, los hijos estaban siendo descuidados y la educación estaba poniéndose en riesgo. Categóricamente, el esposo, en uno de sus párrafos dice algo que seguramente para la época era apenas normal, pero que en este instante de la historia desencaja, aunque uno no sabe, las cosas no han cambiado tanto como uno quisiera: “Y, como no me casé con “La Doctora” ni con “La Política”, sino con “La Mujer” para tener Esposa y fundar un Hogar, es mejor que te decidas a escoger entre éste y tales actividades. Dicha decisión la debes tomar y comunicar por cable en una sola palabra: “HOGAR” o “POLÍTICA”, inmediatamente recibas esta carta, que dirijo a la Asamblea Departamental porque es donde se te encuentra fácil”.

Uno no puede juzgar una época, una época se estudia, se trata de comprender, analizar, se vale sentir dolor o añorar, pero lo que sí puede hacer un ciudadano que cree en la igualdad de derechos y en la libertad, es insistir para que posturas así no se repitan, no sigan siendo “normales”, porque así han sido, porque si se cambian se pueden perder los valores. Divisiones absurdas, digo yo.

Alma Guillermoprieto, en un ensayo muy sencillo y profundo titulado “¿Será que soy feminista?” hace una serie de reflexiones que no buscan ser definitivas, al contrario, arroja interrogantes que ni ella misma logra responder, y eso me gusta, en esta transformación social también se vale no tener la última palabra.

Lo que sí es bueno dejar claro, y en eso Alma es enfática, es que “gracias al feminismo, el desequilibrio entre el poder de los hombres y el poder de las mujeres se ha modificado tanto, hemos aprendido tanto, somos tanto menos sumisas, que todo, todo, se tiene que mirar de nuevo”. Y yo creo que eso es justamente lo que debemos seguir haciendo; tal vez así, ojalá pronto, tengamos sociedades más justas y menos violentas

Diego Aristizábal

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