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Columnistas | PUBLICADO EL 20 febrero 2022

Los puntos calientes

Los puntos calientes
Por Juan José Hoyos - redaccion@elcolombiano.com.co
Infográfico

En las ciudades solo nos damos cuenta cuando el cielo empieza a llenarse de ceniza y las alarmas que miden la calidad del aire cambian de color.

La causa está a miles de kilómetros, detrás de las montañas de la zona andina. Son los incendios que, día tras día, están arrasando miles de hectáreas en las selvas del Amazonas y el Orinoco. “Es posible que tengamos la peor temporada de incendios forestales en el país en los últimos diez o quince años”, dijo Carolina Urrutia, secretaria de Ambiente de Bogotá, explicando el origen de estos cambios en la atmósfera que se han propagado a Medellín y Neiva.

Los únicos ojos que los ven desde el cielo son los satélites de la Nasa y los sistemas de monitoreo del Ideam, el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas, y el sistema de detección de incendios de Global Forest Watch.

Los llaman puntos calientes. El 3 de febrero había 7.389 puntos calientes en el país. En 2020, en esa fecha, el número llegó a los 864. Esto quiere decir que se multiplicaron casi diez veces en un año. Esta semana, según la Nasa, había 646 puntos calientes solo en Guaviare. En Caquetá la cifra subía a los 656 y en el Meta a unos 800 puntos. Estos departamentos forman hoy, con Putumayo, el llamado arco de la deforestación.

La mayoría de estos puntos calientes son producto de los incendios forestales provocados por una nueva clase de empresarios de la colonización que se está apoderando de la Amazonía y el Orinoco para talar árboles, sembrar pastos, montar fincas ganaderas, instalar laboratorios de coca y hacer carreteras.

“Entre Guaviare, Caquetá, Putumayo y Meta, áreas que bordean el Chiribiquete, se han deforestado medio millón de hectáreas en los últimos cinco años”, dijo Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible.

Botero ha sobrevolado estas regiones acompañado de varios periodistas para mostrarle al mundo la tragedia que está sucediendo en el llamado pulmón verde de la Tierra. Uno de ellos es Santiago Torrado, corresponsal de El País, de España. “Las intensas quemas —empujadas por mafias, acaparadores de tierras, grupos armados y terratenientes— ya cercan reservas naturales y resguardos indígenas. Al acercarse al parque Sierra de la Macarena, se multiplican los huecos en la capa boscosa. Muchos pedazos de lo que antes era selva amazónica han quedado reducidos a cenizas”, escribió el reportero. Un paisaje similar encontró en Chiribiquete, el mayor parque natural de Colombia, declarado patrimonio cultural de la humanidad, y famoso por las miles de pinturas rupestres halladas en sus rocas: “En el corazón del parque, en medio de ese mar de selva que se extiende hasta donde alcanza la vista, también surge una enorme cicatriz de árboles talados y aplastados, una operación que requiere de costosa maquinaria”.

Alfredo Molano Jimeno, de El Espectador, otro periodista que ha visitado la región, dice que durante el último año más de ciento diez mil nuevas hectáreas han sido “deforestadas, tumbadas, quemadas y sonsacadas a las selvas de la Orinoquía y la Amazonía a punta de fuego, hacha y machete”.

“Es la subienda de los deforestadores, de los ganaderos y de una nueva especie de empresarios de la colonización que nada tienen que ver con los campesinos que se internaban en las selvas para huir de la guerra y el hambre. Estos son hombres de buldóceres y Toyotas, de ganado y caballos de paso fino. Gentes con relaciones políticas”, dice Molano. A su tarea se han sumado paramilitares y disidencias de las Farc.

Me pregunto: buldóceres, coca, Toyotas, ganado y caballos de paso a cambio de árboles y aire puro. ¿Este es el futuro que aguarda a la Amazonía colombiana? 

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