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Columnistas | PUBLICADO EL 24 noviembre 2020

La guerra contra las drogas debe terminar ya

Por Ioan Grillo

Richard Nixon, entonces presidente de Estados Unidos, le declaró la guerra a las drogas el 17 de junio de 1971. “El enemigo público número uno de Estados Unidos es el abuso de narcóticos”, aseveró. “Para poder enfrentar y derrotar a este enemigo, debemos lanzar una nueva ofensiva sin cuartel”.

El plan anunciado incluía acciones en todas las áreas del gobierno y tenía como propósito aprovechar el poder de Estados Unidos en el exterior para frenar el flujo de narcóticos. Una de las naciones objetivo de este ataque era México, hogar de una producción de marihuana abundante y país que se había resistido al uso de aviones para fumigación.

Pasados casi cincuenta años, la guerra contra las drogas ha dejado una estela de destrucción. Alrededor de 72.000 estadounidenses murieron por sobredosis de narcóticos el año pasado. Los delitos relacionados con los narcóticos han dejado devastadas a muchas familias y comunidades.

En México, gran parte de las fuerzas armadas del país han participado en movilizaciones contra los carteles de drogas desde finales de 2006. En los 14 años desde entonces, México ha sufrido la muerte de más de 270.000 personas, muchos a manos de hombres armados de los grupos organizados o de las fuerzas de seguridad que intentaban contenerlos.

Con todo y este historial de fracasos, las autoridades a ambos lados del río Bravo tienen la oportunidad de forjar un nuevo rumbo en la política sobre narcóticos.

El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, prometió una reforma al sistema de justicia, pero no se sabe a ciencia cierta qué medidas concretas planea tomar. Centrarse en reformar la política de drogas podría darle alguna dirección.

Después de que Nixon declaró la guerra contra las drogas, habló en términos absolutos de evitar que cualquier droga estuviera disponible. “Nuestra meta es erradicar por completo el abuso de narcóticos de la vida estadounidense”, señaló durante su campaña de reelección de 1972. Sus sucesores reforzaron esa ofensiva en los años ochenta y noventa en ciudades como Miami y Los Ángeles y en países como Colombia.

Los estadounidenses están listos para ponerle fin a la guerra contra las drogas, según encuestas y mediciones electorales. El gobierno de Biden podría dar un giro total de la fantasía de intentar librar al mundo de narcóticos a una política realista de reducción de los daños. Así, los recursos que ahora se asignan a los cuerpos policiales podrían destinarse al tratamiento.

La rehabilitación podría reducir la cantidad de dinero que fluye hacia los carteles de México y que estos emplean para contratar asesinos y sobornar funcionarios. Si los agricultores que trabajan en las montañas mexicanas pudieran cultivar marihuana legalmente para Estados Unidos o para algunos mercados nacionales, podrían cortar vínculos con las redes del crimen organizado. La reforma a la política sobre narcóticos involucra un cambio gradual en la retórica, la legislación y las prácticas. No requiere que se legalicen todas las drogas, sino que el enfoque cambie a reducir los daños y concentrarse en el tratamiento, además de determinar dónde pueden crearse mercados legales redituables.

Tampoco es una solución mágica que vaya a detener todos los delitos. Todavía serán necesarios los policías de ambos lados de la frontera para combatir infracciones violentas. Los carteles de México han diversificado sus delitos, que van desde el tráfico sexual hasta el robo de petróleo. No obstante, si las ganancias de los capos por las drogas disminuyen, perderían mucho poder e influencia.

Cuando Nixon declaró su guerra, el uso de narcóticos en Estados Unidos todavía era relativamente nuevo. Tal vez en realidad creyó que podría detenerlo con medidas policiacas. Medio siglo después, sabemos que este estilo de prohibición no funciona para reducir el uso de drogas e incluso ha favorecido el surgimiento de un mercado negro que impulsa la violencia.

Si en el cincuenta aniversario de la declaración de Nixon otro presidente estadounidense decidiera anunciarle al mundo el fin de la guerra, sería un acontecimiento trascendental

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