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Debido a tantos factores que determinan la clase de personas que serán nuestros hijos, no hay una fórmula que garantice que serán personas íntegras, responsables, honestas y que gozarán de una buena salud física y mental. Sin embargo, a pesar de que todavía no hay nada que los padres podamos hacer en lo que se refiere a la genética de los hijos, lo que se refiere al medio en que se desarrollan, sí está en nuestras manos.
Criar a los hijos para que sean personas bondadosas, correctas y responsables, exige que los padres participemos activamente en su vida de manera que estemos al tanto de lo que hacen, de lo que creen y de lo que aspiran para percatarnos de lo que les pueda ocurrir; que estemos lo suficientemente comprometidos para dedicarles todos los esfuerzos que precisan su crianza; que seamos lo necesariamente valientes para reconocer nuestras fallas y rectificarlas; lo verdaderamente generosos para valorarlos como lo que son y no como lo que quisiéramos que sean; lo suficientemente humildes para buscar ayuda cuando la necesitemos y lo decididamente interesados en nuestros hijos para darle a la familia una absoluta prioridad.
La familia es la empresa en la que los hijos se forman y por lo mismo es el medio que más influye en lo que ellos serán. Así como las empresas organizadas con directivos diligentes y comprometidos dan buenos resultados, las familias con padres consagrados dan buenos hijos. Un mal empresario no es el que hace malos negocios, sino el que no está lo suficientemente atento para evitar que otros los hagan, así como un mal padre no es solo el que se desentiende de las obligaciones con su hogar sino el que no vela hasta el cansancio para proteger a los hijos de todo aquello que puede perjudicarlos.
Al igual que ninguna empresa triunfa cuando su propietario le invierte mucho capital pero poca injerencia personal, una familia no puede tener éxito formando buenas personas cuando los padres le invertimos mucho dinero y trabajo, pero poca dedicación a la familia y al hogar. Si bien es cierto que nosotros no somos responsables por todos los errores de los niños, sí somos los que contamos con los mejores recursos para orientarlos hacia un futuro pleno, productivo y feliz.