x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

El loco de Dios en el fin del mundo

hace 10 horas
bookmark
  • El loco de Dios en el fin del mundo
  • El loco de Dios en el fin del mundo

Por Juan Carlos Manrique - juancmanriq@gmail.com

Con motivo de la muerte de Benedicto XVI, reseñaba en una columna anterior que, por los albores de 1967, un año antes de que explotara una bomba atómica llamada la “Humanae Vitae”, el cardenal Josef Frings, consultó a un joven llamado Joseph Ratzinger, sobre cómo afrontar los efectos perversos de esa encíclica. La respuesta de Ratzinger fue contundente: “Piensen y obren según su conciencia” porque a la luz del concilio vaticano II (1962-1965), de manera clara y contundente, por fin, se remarcó que la conciencia es sagrada, que nadie puede ser obligado a actuar en contra de ella, con sus respectivos asteriscos y que, por lo tanto, todos deben ejercer su derecho a disentir. Con la renuncia de Benedicto XVI, llegó Francisco como nuevo Papa (Petrí Apostoli Potestatem Accipiens). Llegó con un mandato claro: abrir las ventanas para que entrará aire fresco. Llegó con el mandato de profundizar los acuerdos del concilio vaticano II. Llegó con el mandato de profundizar que nadie puede ser obligado a actuar en contra de su conciencia.

Pero Francisco, conociendo la historia de la Iglesia Católica, una historia de luces y sombras, una historia de cismas, paradójicamente más que intentar profundizar los acuerdos del concilio vaticano II, intentó, con guantes de seda, profundizar los acuerdos del primer y más importante concilio de la Iglesia Católica. El concilio de Jerusalén, celebrado alrededor del año 50 d. C. El acuerdo final del concilio de Jerusalén fue que San Pedro – el primer Papa - le dio la razón a San Pablo – laico converso -, quien había ejercido su derecho a disentir. Conciliaron en no inventarse cargas adicionales para los nuevos creyentes, los gentiles y respetar su libertad de conciencia. Ojalá este hubiera sido el único concilio.

Profundizar los acuerdos del concilio de Jerusalén, significó para Francisco liderar todo su papado alrededor de un concepto clave: La sinodalidad. Para abrir las ventanas y que entrara aire fresco.

La sinodalidad significa volver a la Iglesia primitiva. Sacar a Cristo de las sacristías, de las agendas ocultas, de los centros intelectuales y puristas y ponerlo en la calle, en la periferia, en las luchas diarias y sencillas de los laicos. Porque, como dice Ana María Bidegain, esas luchas diarias de los laicos y sus historias no contadas, son la verdadera vitalidad de la Iglesia.

Por supuesto, esto enfureció a muchos. Y siguen enfurecidos porque quieren seguir falsificando la esencia del mensaje y seguir disfrutando las mieles del poder del miedo, desde los oscuros escudos clericales. Porque para ellos, quien obedece no se equivoca, siempre y cuando se les obedezca a ellos, los puristas e iluminados.

Se fue Francisco. El loco de Dios en el fin del mundo, como lo llama Javier Cercas, es su espectacular libro. Dejó un gran legado. Estoy de acuerdo, por ahora unas primeras columnas para rescatar el mensaje secuestrado por los mismos de siempre. Pero un legado fundamental para que el miedo a la alegría y a la felicidad no sea una enfermedad sistémica de los laicos. Y así desvirtuar a Nietzsche y su séquito de fanáticos.

Sigue leyendo

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD