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Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com
Después de leer el libro más reciente de Javier Cercas, “El loco de Dios en el fin del mundo”, me quedé pensando qué le hubiera preguntado yo al papa Francisco si hubiera estado con él cinco minutos, a solas. Cercas sí tenía clarísima una pregunta, una que surge de una madre viva y muy católica que desde la muerte de su esposo no paraba de repetir que iba a encontrarse con él después de muerta, “y me dije que, si podía estar unos minutos a solas con el papa y hablarle de la resurrección de la carne y la vida eterna y preguntarle si era verdad que mi madre volvería a ver a mi padre, entonces tenía todo el sentido del mundo escribir aquel libro”. Un libro que, para claridad de los lectores, no fue un encargo del Vaticano, solo era una invitación a hacer parte de la comitiva que viajaría con el papa a Mongolia en 2023 y cuyo resultado podría publicar donde quisiera, como quisiera y cuando quisiera.
Así es como el escritor español, mientras espera pacientemente esos minutos con Francisco, emprende una serie de entrevistas con gente muy cercana al papa para ahondar sobre asuntos que, al mejor estilo de un ateo empático y curioso, muestra la gracia, la inteligencia y la reflexión de los buenos estudiosos y practicantes de la religión católica. Con una prosa amena y clara, al mejor estilo de ese libro que le guardo un cariño especial, “Por qué no soy cristiano”, de Bertrand Russell, Cercas indaga y reflexiona sobre la Iglesia, sobre el poder, sobre la carne y la inmortalidad, sobre los cambios logrados y los pendientes en la Institución, sobre los temas coyunturales que preocuparon al papa Francisco y la manera como fueron acogidos en el mismo clero y en el resto del mundo, sobre el humor, que es la expresión humana que más se acerca a la gracia divina, sobre el mal que le hace a la institución el clericalismo, sobre tantas cosas que dejan clarísimo los enormes retos de la iglesia católica si quiere sostenerse en el tiempo; y para eso, necesitará la imaginación, la que practicaba el papa recién muerto.
Después de leer este libro me quedé pensando, para qué sirve la religión en estos tiempos, y mi respuesta más inmediata fue: para lo mismo que sirven las novelas, y creo que sobre eso sería mi pregunta para el papa muerto, ¿hubiera sido posible la religión católica sin la literatura? Para mí, las novelas se escriben para intentar entendernos. Y una religión que no dé pistas para dimensionar al hombre, no tiene cabida sobre esta tierra. Entonces, la religión y la literatura deben servirnos para imaginar y sentir más, la Biblia es un ejemplo de ello, libro fantástico, sin duda.
Me quedo con una escena del libro. Cuando Francisco volvió de un viaje a Japón, los periodistas le preguntaron qué creía que Occidente debería aprender de Oriente. “Un poco de poesía”, contestó el papa. Un hombre de Dios que responde eso, tiene guardado un puesto en el cielo, merece reencarnar en otro hombre bueno para que la Iglesia, finalmente, se transforme. El cónclave que viene está para alquilar balcón.